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La desigualdad en la distribución de las vacunas del covid-19: un fracaso colectivo

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La pandemia de SARS-CoV-2 provocó que se iniciara una carrera global y tecnológica sin precedente para obtener una vacuna capaz de prevenir los efectos más graves de la infección. Cuando se cumplía un año de lucha contra el covid-19, los directores ejecutivos de las principales farmacéuticas (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen) anunciaron que habían logrado vacunas eficaces. Estas serían validadas por las principales agencias como la FDA americana y la EMA europea para su uso pandémico.

Las vacunas fueron el resultado de una carrera científica, económica y diplomática provocada por la situación excepcional que favoreció la superposición de las fases de desarrollo, los ensayos clínicos y la validación de las vacunas. Con ello se logró un hito histórico en la salud pública: se había obtenido una vacuna probada y autorizada en apenas un año.

La distribución de las vacunas, una cuestión económica

El anuncio de las vacunas supuso la puesta en marcha de los mecanismos impulsados por las organizaciones supranacionales para organizar un plan de vacunación global. En teoría, basados en la distribución equitativa de las vacunas.

Covax, la iniciativa para la equidad vacunal de la Organización Mundial de la Salud, se estructuraba en torno a dos aspectos. Por un lado, lograr un desarrollo adecuado de la producción y fabricación de las vacunas ante la hipotética demanda mundial. Por otro, garantizar un suministro equitativo de las dosis entre países. Entre las metas que se marcaban como prioridad se encontraba vacunar a 20% de la población de los países de ingresos medios y bajos antes de 2022.

El mecanismo de facilidad Covax consistía en reservar una parte de las dosis financiadas por los países con mayor capacidad económica para su distribución en las naciones con menos desarrollo económico. La estrategia estaba basada en una distribución ordenada a través de la coalición internacional.

La realidad de las iniciativas y su distribución

La producción masiva de dosis hizo que los Estados participantes en la plataforma comenzaron a cerrar acuerdos bilaterales con las farmacéuticas de manera individual. Estos acuerdos bilaterales agotaron las existencias reservadas al mecanismo de equidad vacunal iniciado por la OMS y limitaron la capacidad de negociación de las naciones sin capacidad económica suficiente para participan de la subasta que se estaba llevando a cabo.

Lo que en un primer momento constituyó el principal canal de distribución de vacunas se vio desbordado por la acción individual de los Estados, cuyo principal objetivo era vacunar de manera rápida a su población y así iniciar una recuperación económica capaz de devolver al mundo a su estado prepandémico.

Ciertos países económicamente capaces compraron dosis suficientes para vacunar a su población varias veces, otros apostaron por pagar más que sus competidores y los que se vieron fuera de esos acuerdos, pese a su posición de países ricos, decidieron crear coaliciones internacionales individuales olvidando su acuerdo con la salud global.

Mientras se organizaba el proceso global por la obtención de la vacuna, los países de ingresos medios y bajos comenzaban a ver la vacunación como un sueño inalcanzable.

Vacunas contra el covid-19 administradas por cada 100, por ingresos del país.

El nacionalismo de las vacunas –la priorización de la cobertura vacunal en la población nacional frente a los intereses globales– hizo de las vacunas un bien de mercado y lo limitó como bien público.

Esto tuvo como respuesta la iniciativa de la Organización Mundial del Comercio (OMC), liderada por India y Sudáfrica, consistente en la liberalización de las patentes de la vacuna. Esta iniciativa para la equidad vacunal fue apoyada por más de 101 países, entre ellos Estados Unidos, y rechazada por los países productores de la vacuna y las farmacéuticas productoras.

La iniciativa de la OMC cuestionó la propiedad de las vacunas en una situación pandémica y dio lugar a una extensión de la propuesta conocida como People’s Vaccine que no solo apostaba por la eliminación de las patentes, sino que iba mucho más allá y presentaba la necesidad de compartir la tecnología y los conocimientos en materia de vacunación existentes que afectasen a toda la cadena de distribución y suministro de la vacuna.

La iniciativa incluyó un modelo de transmisión tecnológico que haría a los países sin posibilidad de comprar vacunas ser capaces de producirla. Esto eliminaba la dependencia respecto a la industria farmacéutica y las barreras tecnológicas impuestas por los productores.

Las limitaciones de las iniciativas para la equidad

Actualmente, Covax no ha llegado a vacunar a 20% de la población que se propuso inicialmente. Los derechos de propiedad de las vacunas siguen siendo la principal barrera de acceso de los países en vías de desarrollo y la distribución de la vacuna recrea el mapa de la desigualdad.

Porcentaje de personas que han recibido al menos una dosis de la vacuna covid-19, a 27 de febrero de 2022.
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Las particularidades que han tenido que afrontar las iniciativas para la equidad vacunal han sido el surgimiento del nacionalismo vacunal, la propiedad intelectual de un bien que se convirtió desde su llegada en un lujo inaccesible y limitado por las patentes, y la inexistencia de una cooperación internacional capaz de organizar una recuperación ordenada.

Todo esto ha contribuido a endurecer las consecuencias de una pandemia que ha demostrado la ineficacia de las iniciativas para la equidad vacunal y, con ello, el fracaso colectivo que sigue siendo el oasis de la justicia global.The Conversation

Sergio Andrés Morales Garzón, Investigador Área de Ciencia Política y de la Administración Pública, Universidad Miguel Hernández

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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