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Fuera las bases militares rusas de Venezuela

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Fábrica de fusiles Kalashnikov en Venezuela

Sin duda, el conflicto Rusia-Ucrania ha dinamitado los parámetros ideológicos tradicionales de izquierda y derecha y ha forzado a un reacomodo de fuerzas políticas y militares en todo el mundo. De la noche a la mañana nos despertamos y estamos obligados a tomar partido por la alianza de gobiernos y grupos que apoyan la causa de Ucrania en nombre de su soberanía o por la Rusia imperialista de Vladimir Putin en defensa de su espacio vital. A las razones históricas y geopolíticas ya existentes se suman toda una maraña de intereses que parecen coincidir en ver a la Rusia de Putin como un adversario formidable de occidente al cual hay que destruir. Y la avanzada militar rusa sobre Ucrania se convierte así en la prueba casi irrefutable de que efectivamente estaríamos frente a una potencia que amenaza la paz mundial y los derechos humanos.

Para quienes viven política y económicamente de los likes y la popularidad de las redes sociales solo basta medir que la opinión mayoritaria en este momento se mueve en contra de Rusia para sobre esa base asumir una postura. Pero estamos frente a un conflicto complejo que ciertamente no podemos evadir pero que tampoco podemos abordar calculando cuál posición afecta o no nuestra popularidad. No podemos en forma irreflexiva sumarnos a los coros que van en una u otra dirección sin examinar las razones de ese conflicto, su posible desarrollo y su potencial desenlace fatal desde una perspectiva propia, en este caso, la de los venezolanos que luchamos contra el régimen chavista apoyado por la Rusia de Putin.

Lo que hoy es Ucrania siempre fue parte de la Rusia de los zares. Ucrania fue una creación artificial del estado soviético para alentar movimientos nacionalistas en contra del viejo régimen político y sus instituciones. Además, sirvió a los intereses de la propaganda comunista de la época para justificar que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era efectivamente una unión que agrupaba a repúblicas soberanas cuando en realidad eran gobiernos títeres al servicio de Moscú. Sin embargo, aceptando la tesis de la Rusia soviética la ONU en su momento  aceptó como miembros plenos a Ucrania y Bielorrusia legitimando condiciones que son la base para los reclamos de hoy.

Una vez desmembrada la Unión Soviética era natural que esas creaciones artificiales del Estado soviético invocaran razones de soberanía para operar como países independientes. En ese momento una de las condiciones acordadas con la nueva Rusia posoviética sería la no incorporación de estos antiguos protectorados del régimen comunista al pacto militar de la OTAN. Aunque este pacto militar ya no tendría razón de ser una vez caída la Unión Soviética no sólo siguió operando como antes sino que además sumó varias de esas repúblicas que invocaban el peligro de una invasión rusa.

En suma, se puede abundar en razones para justificar la existencia de Ucrania como Estado soberano y el derecho de Rusia a recuperar el control de un territorio que es considerado como vital para su defensa militar. En el medio de este conflicto están los millones de ucranianos víctimas de decisiones tomadas por los políticos de la era de la Guerra Fría y los de hoy.

Frente a este conflicto la mayoría de los países están definiendo sus políticas con base a sus intereses, y no podría ser de otra forma. China que podría considerarse un aliado de Rusia juega un papel neutral hasta ahora. Israel conspicuo aliado de Estados Unidos ha tomado la iniciativa de gestionar negociaciones desde una posición de neutralidad. Países como Estados Unidos y Alemania que han llevado adelante la ofensiva para imponer sanciones económicas y aislar a Rusia se niegan a dejar de comprar el gas ruso tan esencial para el funcionamiento de sus economías. Esto solo evidencia la complejidad de una materia que no se puede medir en términos de popularidad.

Aquí en Venezuela el régimen chavista dispuesto a rematar el territorio a rusos y chinos para seguir en el poder celebra el conflicto porque le otorga el beneficio que la atención mundial centrada en los desplazados de Ucrania se olvide de los más de 7 millones de desplazados venezolanos. Pareciera entonces que como un movimiento reflejo si los chavistas se lanzan en brazos de Putin quienes nos oponemos al chavismo automáticamente deberíamos ir en la dirección contraria. Podría ser, pero, como ya lo argumentamos la semana pasada en este mismo medio, por las razones que nos interesan a los venezolanos y no otras cuya esencia escapan a nuestra realidad y nuestro contexto.

La arista que nos toca a los venezolanos en este conflicto es la activa alianza militar entre Rusia y Venezuela para sostener por las armas al régimen chavista. Esta asociación ha permitido que Rusia no solo tenga personal militar operando en Venezuela sino que además haya instalado bases militares para un eventual conflicto con Estados Unidos. Solamente por esa razón ya el gobierno norteamericano tendría motivos para emplazar al régimen chavista a desmantelar esas bases militares o de lo contrario promover una operación militar rápida y quirúrgica para sacarlo del poder, antes de que sea tarde.

Lo contrario probaría, una vez más, la hipocresía de Estados Unidos (controlado hoy por los demócratas) con una política ambigua que promueve sanciones contra Rusia al tiempo que sigue comprando el gas ruso y permite la instalación de bases  militares rusas en su área de influencia.

@humbertotweets

 

 

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