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Lezama abre el poema (fragmentos de un diario)

“Sin trasponer los límites de lo verbal, de lo oral, Lezama ‘abre’ el poema en profundidad: no sobre la página, como suceso visual o tipográfico, sino en el espesor de la lengua, en su extensión como potencia infinita de expresión y de asociación, de asociación y de sustitución, de sustitución y de desplazamiento”

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1

¿Quién en La Habana de 1956, paciente oído perplejo, podía persistir atendiendo sin entender la perorata insondable de Lezama Lima a propósito de “la dignidad de la poesía”? ¿Cómo podía resistir estoico su auditorio aquella hora larga derivando sobre el flujo oscuro de sus palabras alucinadas, como salidas de una caribeña garganta délfica?

6 de junio de 2010

2

En la dinámica de la réplica en el diálogo que mantiene con su asombrado interlocutor, Lezama es arrastrado por la pulsión proliferante del encadenamiento de las frases, las imágenes, los conceptos. Incapaz de hurtarse a la seducción del lenguaje como delirio, como flujo de deseo, como torbellino de acumulación e incorporación incesante, Lezama se va por las ramas, bifurca constantemente el río del discurso, la respuesta es siempre un torrente que se abre en varias vertientes simultáneas, y el punto de partida no coincide necesariamente con el punto de llegada. En esa dinámica, lo impredecible de las asociaciones mentales surte su efecto: la concurrencia de un azar que dispara el argumento de una contestación hacia regiones inesperadas, estableciendo conexiones paradójicas, inexplicables, repentinas.

15 de julio de 2010

3

En octubre de 1956, Lezama Lima va de La Habana a Santa Clara a tomar posesión de una cátedra de literatura francesa. Su diario recoge la peripecia de ese viaje como una tortura. Algo extremo ha ocurrido en el hotel donde pasa la primera noche. Tan extremo ha tenido que ser que Lezama decide no relatar sus pormenores: “La noche pasada en el hotel, prefiero no evocarla, dice, así se me olvidará más pronto”. Tan grave es la naturaleza de lo que ha vivido durante esa noche, que añade: “De su olvido depende mi felicidad en el futuro”.

17 de julio de 2010

4

Lezama hace un análisis muy estimulante sobre la potencia innovadora o creativa de la lengua de la poesía gauchesca, un análisis que se detiene a especular sobre la forma en que se producen las inesperadas asociaciones de palabras y de imágenes, las correlaciones sintácticas, los diminutivos, etc. Esa especulación es seguramente muy útil no solo porque nos sirve para entender la mecánica de la interpretación verbal de Lezama, sino porque nos sirve para leer al propio Lezama, para entender cómo se producen en su escritura esos hallazgos asombrosos que siguen siendo un misterio y un prodigio.

Lezama habla no de relaciones lógicas, predecibles, de una “representación cerebral” en la que el objeto y su representación se adecúan por medio de una palabra, habla de un “apresamiento rápido” de una palabra, de una imagen que trae “la conciencia medular”. Ese “apresamiento rápido” tiene mucho que ver con la captura instantánea, relampagueante, de una ocurrencia verbal, de un hallazgo imprevisto, de un súbito espasmo de las corrientes mentales más oscuras: “un bulto oscuro, movedizo, que forma el hecho, abriéndose como en una indetenible diversidad de irradiaciones”. El hecho en la conciencia medular abriéndose a la posibilidad infinita de la expresión (con su “indetenible diversidad de irradiaciones”) recibe, se encuentra con una palabra “no adecuada por la costumbre” (es decir, inusitada), una palabra nueva “levantada” por la misma frase a fuerza de “gracia verbal”.

24 de julio de 2010

5

El contagioso entusiasmo de Lezama: cómo invierte las jerarquías y los cánones y pone a valer lo mínimo, lo minúsculo, el detalle; cómo saca fuerzas de flaquezas: cómo pone al “menor” en situación de pícara, irónica grandeza; es barroco en la más genuina tradición de la conciencia trágica de la caducidad del hombre, pero en el lugar de la ruina como alegoría de la historia pone la selva americana transformando los escombros en formaciones lujuriosas. Por eso ensalza el modo como el corrido mexicano se desprende del romancero y canta con nuevo tono la experiencia quevediana de la muerte.

2 de agosto de 2010

6

Ojalá pudiera yo actuar, sentir, lo que, según Lezama, actuaban y sentían los griegos de la “gran época”, que, frente a la disyuntiva entre Egipto y Persia, en vez de asumirse apocados, disminuidos o con deseos de salir huyendo, se ven a sí mismos “entrelazados en las danzas alegres de su confianza en un armonioso destino” (La expresión americana, 165). Ojalá pudiera yo “entrelazarme” en danzas de semejante alegría; tener la alegría de confiar en “un armonioso destino”; tener –simplemente– la alegría de la confianza, la alegría de confiar.

8 de agosto de 2010

7

Apabullante introducción de Lezama al “Coloquio con Juan Ramón Jiménez”; ese preámbulo oscuro y meticuloso que solo muy poco a poco va abriéndose hacia la claridad para desembocar en los ejemplos luminosos de Juan Ramón y de Picasso; una claridad que exige una cierta recurrencia, un volver sobre lo oscuro, un retroceder para repasar, voluta insistente de una espiral de atención que la complejidad metafórica del texto exige. Se trata de una reflexión acerca de las derivas estilísticas que caracterizan el proceso creador de los grandes artistas: acerca de los cambios de piel de la “serpiente de cristal” del estilo. Lezama nos dice que el artista auténtico es aquel que está dispuesto a cambiar de piel, que está dispuesto a modificar su “costumbre de la sensibilidad”.

26 de agosto de 2010

8

Lo que Lezama celebra en Picasso es la potencia devoradora y digestiva del pintor que acepta todas las influencias y no se impide ninguna traición o infidelidad a los modelos que transfigura al apropiárselos, borrando de todo lo tomado, de todo lo expoliado toda huella de ajenidad o de anticipación. (…) Para Lezama, la obra de Picasso es “una obra realizada en las lentas etapas de lo adquirido”. Señala en él la gracia de poseer una “voluntad de escoger, de creer que él solo ha sido llamado”, y por esta razón es capaz de “cuidar y santificar sus furias salvadoras, percutientes en el tipo hispánico”, en el momento en que escoge, “avivando” y “salvando” cada una de sus “actitudes”. Picasso es el que sabe “adquirir como en un manantial angélico la sinopsis de todas las culturas” y las sabe “disociar, simultanear, ponerlas al revés, al rojo vivaz, o disfrazarlas si así lo quiere”. Picasso añade a eso algo imprescindible: “sus juegos de inocencia” o “la visión que crea con una cinégesis capaz de crear pequeños objetos. Un ojo que empieza con él, que emplaza un perspectivismo desconocido hasta entonces, es capaz de avivar la adquisición del método de todos los estilos”.

8 de octubre de 2010

9

Lezama y el problema de las influencias: para Lezama la “influencia” es una incorporación transfiguradora; se muestra reacio a aceptar que algo exterior a la propia dinámica interna de su experiencia poética le determine o le imponga ninguna orientación que no haya sido digerida, asimilada, incorporada creadoramente, inventada de nuevo al leerla, al evocarla, al reflexionar sobre ella. Dice algo muy ilustrativo de su potencia apetitiva, de su apetito poético de ingestión, de apropiación de lo que lo rodea: “El problema de las influencias es casi inapresable porque el hombre es un instante sensorial infinitamente polarizado”. Ese carácter de sensibilidad infinitamente polarizada habla de la posibilidad infinita de la poesía como experiencia protoplasmática, germinal, abierta a la multiplicidad indeterminada de los flujos y los influjos terrenales y celestes, oníricos y vigilantes, sensuales e intelectuales. El poeta es un cuerpo poroso, ávido de sustancia, de estímulos, de retos: “un artista poderoso se reinventa sus fuentes y sus influencias”. Y añade: “Las influencias no son causas que engendran efectos, sino efectos que iluminan causas”.

Hablando de las “influencias” de Valéry prefiere referirse a “ese sortilegio de los encuentros de los que se vale un poeta para eliminar ciertas visibles influencias”. En poesía se trata siempre de un fenómeno de concurrencia y de confluencia, de expiración e inspiración creadoras, genésicas; de encuentros signados por un sortilegio de simpatías y correspondencias que incitan y estimulan transformaciones, conversiones maravillosas de la semilla heredada o robada, plagiada con alegre ánimo caníbal.

28 de octubre de 2010

10

Sin trasponer los límites de lo verbal, de lo oral, Lezama “abre” el poema en profundidad: no sobre la página, como suceso visual o tipográfico, sino en el espesor de la lengua, en su extensión como potencia infinita de expresión y de asociación, de asociación y de sustitución, de sustitución y de desplazamiento: Lezama abre el poema como potencia de significación expandida; despliega diversos planos simultáneos; focaliza la escena desde varios puntos de vista a la vez; utiliza recursos prismáticos para refractar el sentido en varias direcciones; interpone entre la cosa y el lector un entramado de capas, de conexiones oblicuas, de vinculaciones súbitas: construye y conduce el poema de sorpresa en sorpresa, en un encadenamiento progresivo, potencialmente infinito, de imágenes resonantes, lujuriosas.

7 de noviembre de 2010

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