Por MIGUEL ALBUJAS
El 14 de junio de 2020 se cumplió el primer centenario de la desaparición física de Max Weber, sirva este breve escrito como humilde homenaje para uno de los pensadores más grandes en la historia de Occidente.
Tal como puede desprenderse de una revisión global en el área de las ciencias humanas, el impacto generado por la obra de Weber resulta fundamental, no sólo para la constitución y desarrollo de la sociología como disciplina particular, sino para el progreso de diversos modelos de teoría social emparentados con el enfoque sistémico (1). Sin dudas el autor se erige como uno de los grandes intelectuales en la historia del pensamiento universal, tanto en el terreno de las ciencias sociales, donde ejerce su mayor influencia, así como también en el ámbito de la historia y en el área que Jürgen Habermas denomina filosofía social.
A pesar del enorme prestigio del que goza merecidamente en diversos escenarios el economista alemán, debemos indicar que en muchos casos gran parte de sus postulados han sufrido interpretaciones parciales por desconocimiento de una serie de hechos históricos que han confundido el alcance y el sentido de algunos de los planteamientos medulares formulados por el autor, tal es el caso de lo que ocurrió con su texto La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Esta situación de desconocimiento acerca de hechos puntuales en la vida y obra del autor, sumado en muchos casos a interpretaciones mezquinas, hacen necesario replantearse una revisión profunda acerca de su obra desde diversas ópticas y con múltiples perspectivas analíticas no convencionales, más allá del valor exegético que ostentan las interpretaciones realizadas por científicos sociales de larga trayectoria académica y enorme prestigio intelectual.
Tal como ocurre con todos los pensadores Clásicos, en el sentido determinado por Norberto Bobbio, la obra de Weber debe ser permanentemente re-visitada para comprenderla en su grandeza y significación. Hay que desechar aquellas premisas sobre el trabajo del autor que restringen la comprensión sobre sus postulados, restándole riqueza conceptual a una obra que fue desarrollada de manera original, minuciosamente creativa y con una gran complejidad teórica en el diseño del modelo que Weber propone para la compresión (verstehen) del hecho social.
Hay que destacar que el modelo weberiano logra dar cuenta acerca de diversos procesos históricos y explica determinados fenómenos sociales desde un enfoque particularmente productivo, con especial atención a la interpretación sobre la historia de Occidente. Desafortunadamente, en una diversidad de casos algunas visiones reduccionistas condenan la obra de Weber a pequeños fragmentos de teoría sociológica, desvirtuado su pensamiento complejo que apunta fundamentalmente hacia la construcción de una teoría de la racionalización, que finalmente termina convirtiéndose en una Teoría sobre la modernidad occidental europea, en la cual se muestra cómo la racionalidad occidental se constituye en el único modelo con rumbo evolutivo de validez y alcance universal. Interpretando y extendiendo algunas exégesis habermasianas, podemos señalar que esta Teoría sobre la modernidad es el principal aporte de Weber, que engloba orgánicamente toda su obra.
El propósito fundamental de dicha teoría consiste en explicar, justificar y, al mismo tiempo, profundizar el proceso histórico de conformación de la sociedad occidental moderna, legitimando de manera racional el modelo político que le es inherente al Estado contemporáneo. Es de hacer notar que este proceso de conformación lo expresa el autor en los siguientes aspectos:
1. Cuando se ocupa de la investigación social y de los fundamentos metodológicos y epistemológicos de sus categorías esenciales para brindarle solidez a su modelo, aprovechando el rasgo legitimador que adquiere la discursividad científica a partir del siglo XVII; 2. Cuando elabora una teoría en la que hace apología de la historia de Occidente en contraposición a Oriente, mostrando los hechos que él interpreta como la manifestación empírica del desarrollo de la razón. Teoría que, por cierto, logra de manera progresiva autolegitimarse en términos de la propia racionalidad que ella misma define y despliega; 3. Cuando culmina en una propuesta socio-política de carácter normativo fundada en la racionalidad que la propia teoría conlleva, en la que hace una interpretación del Estado Moderno como máximo grado de desarrollo posible en la historia, tomando como arquetipo algunos fundamentos teórico-filosóficos de Hegel.
En este sentido, podemos afirmar que nuestro autor tiene el mérito de haber enunciado aspectos medulares que llegaron a constituirse en una parte substancialmente importante del núcleo teórico central de las ciencias sociales de enfoque analítico, especialmente cuando propone que la investigación social debe tener fundamento científico, más allá de las características particulares que tienen los fenómenos sociales, los cuales, según nuestro autor son únicos, individuales e irrepetibles. Este fundamento está determinado por el nivel de vinculación que se establece entre la investigación social y la forma como operan las ciencias físico-naturales. En este sentido, el primer requerimiento del autor está referido a la necesidad de constituir un corpus teórico con dirección y sentido que arroje explicaciones acerca de la realidad social, determinando la creación de una ciencia social (la sociología) que tome el aspecto formal de las ciencias físico-naturales, más no su contenido. Con esto Weber evita el reduccionismo epistemológico de lo social a lo natural en el que incurrieron, de manera mecanicista, los precursores de las ciencias sociales de enfoque analítico, a saber: Auguste Comte y Herbert Spencer.
Pero no sólo en el terreno epistemológico y metodológico tiene significación el trabajo de Weber. En realidad, el aspecto conclusivo de su trabajo apunta a la descripción de una fisonomía crucial de Occidente, particularmente cuando el autor elabora una Teoría acerca de la modernidad en la que definitivamente muestra y justifica el proceso de constitución de Occidente, tomando como base la construcción de un gran sistema de filosofía social, cuyos fundamentos pueden encontrarse en algunos aspectos medulares del movimiento filosófico conocido con el nombre de idealismo alemán, representado en las figuras de Kant y Hegel, autores que influyeron profundamente en el itinerario intelectual del autor. Especialmente en el caso de Kant, estos fundamentos se encuentran mediados en múltiples aspectos por la influencia ejercida sobre Max Weber por los filósofos neokantianos de la Escuela de Baden Wilhelm Wildelband, Heinrich Rickert y Wilhelm Dilthey (2).
La virtud de asignar un carácter sistémico a los postulados weberianos consiste en brindarle un sentido orgánico a su obra, con lo cual ella se ubica en una dimensión de mayor envergadura teórica en relación con aquellas interpretaciones en las que simplemente se señalan diversos ámbitos de trabajo que se encuentran escindidos, identificando un Weber sociólogo, un Weber historiador o un Weber político, entre otros ámbitos, independientemente de que se deben reconocer los aportes significativos hechos por el autor en cada una de esas y otras disciplinas.
La interpretación sistémica sobre la obra de Max Weber permite mostrar cómo el dibujo conceptual del gran sistema weberiano recoge y expresa en términos políticos, históricos y sociales una parte de los fundamentos de la filosofía de Hegel en relación con cómo la razón logra desenvolverse y realizarse a través de la historia, mostrando cómo ésta se convierte en una propuesta de carácter teleológico que, en el caso de Hegel, culmina en la libertad y, en el caso de Weber, en su concepción del Estado racional, sólo que esta vez se plantea, no en términos tradicionalmente filosóficos como en Hegel, sino en representaciones políticas, sociales e históricas concretas. Si establecemos un vínculo categorial que relacione a estos dos autores, podemos apreciar cómo se terminan adecuando en tanto el máximo grado de desarrollo de la razón y de la historia, según Hegel, es la libertad, la cual sólo podría realizarse materialmente en el Estado racional de Weber. Parafraseando a Francis Fukuyama, podemos decir que el Estado racional weberiano es la representación empírica del “fin de la historia”. Así, pues, vemos cómo el Estado moderno empírico aparece como el Dasein del concepto en la representación del tipo ideal denominado Estado racional. En otras palabras, el Estado occidental moderno mantiene una relación especular con el Estado racional tipo-ideal. Desde esta relación de contraste podremos medir los niveles de desviación de la realidad en relación con el modelo Tipo-ideal, con la finalidad de aplicar los correctivos necesarios para el mantenimiento del sistema. Es por esto que en su concepción de la idea de progreso en la historia y en el recorrido de la razón, existe analogía entre el planteamiento hegeliano y el weberiano, sólo que Weber traduce la concepción de la historia de Hegel en términos metodológicos y empíricos, esto es: en términos sociales, políticos e históricos, tal como indicamos anteriormente.
Interpretar la obra de Weber desde la perspectiva de un gran sistema teórico-filosófico implica, entonces, asumir su trabajo desde la definición de una Teoría de la Modernidad occidental “vieja europea” (Habermas). Es conveniente destacar que, aunque este producto weberiano no haya sido un plan preconcebido ni un acto conciente por parte del autor, esto no impide que, desde nuestra exégesis, su obra pueda observarse, analizarse y reconstruirse utilizando los propios planteamientos weberianos integrados entre sí, con la finalidad de enmarcar sus proposiciones orgánicamente dentro de dicha teoría.
Ahora bien, dada la riqueza conceptual y la extensión de la obra del autor, así como su importancia y significación para el desarrollo de las ciencias sociales, señalamos de manera conclusiva algunos aspectos esenciales de la obra de Weber, para lo cual hay que tener presente dos premisas analíticas: 1. Hay que comprender la obra del autor como una propuesta de carácter orgánico, en tanto los elementos fundamentales señalados por Weber para la compresión del hecho social responden a una explicación más compleja que permite descubrir el verdadero objetivo de su obra, a saber: mostrar y justificar el desarrollo racional del proceso de conformación de las sociedades modernas viejo europeas y no simplemente construir una ciencia social que explique determinados fenómenos humanos particulares.
Es de hacer notar que su definición de sociología, en términos de ciencia social, es un elemento significativo en su obra y representa un aspecto muy importante dentro de su teoría de la modernidad. Por tanto, no pretendemos minimizar la importancia de este hecho, simplemente queremos enmarcarla como uno de los componentes de una teoría más compleja, de la cual forma parte orgánica. En este sentido, se sugiere revisar los aspectos generales de su obra con el propósito de ordenarlos desde una perspectiva lógica, con la finalidad de no fragmentar su obra, sino, por el contrario, darle una significación más elaborada en tanto asumimos todo su trabajo como una teoría acerca del origen, desarrollo y consolidación de la modernidad.
La segunda premisa de la que partimos se refiere a la relación Estado racional-Estado moderno. Weber se plantea el tema de la constitución del Estado racional, de la legitimidad que éste despliega y de su relación con el ejercicio de la violencia legítima, con la finalidad de mostrar el problema que representa para el Estado moderno la construcción de procesos de legitimación. El Estado real logra un aumento progresivo de la probabilidad de que sus mandatos se cumplan cuando genera en los individuos Voluntad de obediencia, en tanto los individuos se apoyan en el elemento racional que despliega el Estado como expresión histórica de la razón, por eso la violencia del Estado es violencia legítima, ya que ella se estructura como “violencia racional”, lo cual demuestra el rasgo normativo de su propuesta. Con este tema, Weber coloca un hito importante dentro de la filosofía política, a saber: el Estado moderno debe detentar la violencia legítima si quiere constituirse y seguir siendo Estado. El rasgo esencial que define al Estado moderno es la violencia de carácter racional.
Con estas breves líneas sobre el autor, se puede percibir la importancia de sus planteamientos para el desarrollo de las ciencias sociales, la filosofía y para la historia del pensamiento universal. Weber todavía tiene mucho que aportar a las nuevas generaciones académicas.
Referencias
1 En el presente trabajo asumimos la clasificación utilizada por Jürgen Habermas en su libro La lógica de las ciencias sociales, Editorial Tecnos, Madrid, 1996. En este texto el autor habla de dos grandes enfoques en las ciencias sociales, a saber: las ciencias sociales de corte analítico, vinculadas al concepto de sistema, y las ciencias sociales vinculadas a la dialéctica o al concepto de totalidad.
2 Para la comprensión del clima cultural en el que se desarrolla la obra de Weber y la relación con los filósofos mencionados recomendamos, entre otros, dos excelentes trabajos, a saber: Umberto Cerroni, Metodología y ciencia social, Ediciones Martínez Roca S. A, Barcelona, 1971; y, la Introducción escrita por Pietro Rossi en: Max Weber, Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1990.
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