Con asombro, incredulidad, escepticismo o preocupación el mundo observó el video transmitido en las televisoras mundiales en el cual aparece Putin ordenando a su ministro de Defensa y otro alto mando activar el high alert de su arsenal nuclear, es decir, la posibilidad de realizar un ataque nuclear en tiempo real.
Al ver la noticia vino a mi memoria un viaje que realice a Hiroshima y Nagasaki como becario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarme y Control de Armamentos en otoño de 1996. En esa oportunidad visitamos la zona cero de las dos detonaciones atómicas realizadas por Estados Unidos, los museos que resguardan los recuerdos de esas terribles experiencias, el hospital donde se encontraban todavía los ancianos sobrevivientes y pudimos conocer todos los horrores del holocausto nuclear a través de las autoridades locales y del Ministerio de Relaciones Exteriores japonés. Todos los cursantes quedamos con la certeza de que lo ocurrido en Japón durante la Segunda Guerra Mundial no debería ocurrir jamás en nuestro planeta.
Con ese mismo convencimiento, al finalizar la Segunda Guerra, la comunidad internacional y en particular las potencias vencedoras, crearon de manera firme y progresiva todo un marco legal referido al uso bélico de la energía nuclear, desde la piedra angular del desarme que es el Tratado de No Proliferación Nuclear, los tratados bilaterales sobre misiles de diferente alcance (STARTe INFC), el Tratado sobre la Prohibición total de los Ensayos Nucleares (CTBT), las diversas resoluciones sobre la materia en la Primera Comisión ONU en Nueva York así como la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre la ilegalidad del uso de las armas nucleares. Igualmente se creó la Organización Internacional de Energía Atómica con sede en Viena para promover y controlar el uso pacifico del material nuclear así como evitar la proliferación a través del enriquecimiento de dichos materiales. Es decir, se creo todo un compendio de obligaciones legalmente vinculantes y otros de carácter político-moral sobre este asunto, todos ellos convenidos por las potencias nucleares y la casi totalidad de la comunidad internacional.
Ahora bien, toda esta normativa tan amplia de prohibición o limitación sobre la materia ha estado acompañada o sustentada de manera doctrinaria en la disuasión producto de la seguridad de la destrucción mutua asegurada al activarse un misil. Dicha doctrina, bajo esa premisa, se estableció en la llamada “Guerra Fría” y tuvo su momento de crisis con la llamada “Guerra de las Galaxias” bajo la administración de Ronald Reagan, la cual consistía en crear un “paraguas nuclear”, un método defensivo que alteraría radicalmente el paradigma de la destrucción mutua asegurada. Se dice que los intentos soviéticos para realizar un sistema similar conllevó a gastos exorbitantes de Moscú y fue probablemente una de las causas de la caída de la Union Soviética. Adicionalmente, las potencias adoptaron las llamadas garantías negativas de seguridad que consisten en no ser el primero en activar los misiles y en que jamás un Estado nuclear realizaría un ataque a un Estado no nuclear.
En este contexto, la amenaza de Putin, aunada a la demanda de que los Estados Unidos retiren su armamento nuclear en Europa, la detección de un submarino nuclear en el mar Negro y las declaraciones de Lavrov diciendo que las sanciones son una alternativa a la tercera guerra mundial con efectores devastadores, lo colocan en una zona gris de violación a sus compromisos legales anunciando un gran riesgo para la supervivencia de la humanidad.
Actualmente el arsenal nuclear mundial se discrimina de la siguiente manera: Estados Unidos 5.428 ojivas, Francia 290, Reino Unido 225, China 350 y Rusia 5.997. Otros países como Pakistán, Israel, India y Corea del Norte posen un arsenal mucho menor. Para que los lectores tengan una idea, este arsenal destruye el planeta varias veces y si pensamos que Putin esta demostrando que cumple sus amenazas y que diversos medios han puesto en duda que goce de la salud mental que precisa un ser que tenga el poder de llevarnos a un caos, no queda más que tener una razonable preocupación y actuar en consecuencia.
Aunque muchos analistas consideraran que las palabras de Putin son una reacción retorica a las sanciones económicas que le han sido impuestas, lideres como el canciller alemán las consideran irresponsables y peligrosas ya que en estos casos un error de cálculo producto de percepciones equivocadas de una de las partes podría tener consecuencias catastróficas.
Estamos en un conflicto en el cual es difícil predecir su desarrollo y las conjeturas son aventuradas. Mientras, esperamos que Putin cese su agresión a Ucrania y no siga aumentado el cúmulo de violaciones a las leyes internacionales, empezando por el artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas referido a la prohibición de la amenaza o al uso de la fuerza en las relaciones internacionales.
Finalmente, recordamos al profesor Carlos Gueron, en la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV, quien solía decir: “Si se produce la tercera guerra mundial, la cuarta será a palos y piedras”.
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