Este régimen se ha convertido en un permanente reparto de todo; y ahora le toca a ellos, y a sus cómplices, repartirse los cupos del Poder Judicial espurio que pretenden nombrar a través de una Asamblea Nacional írrita.
Con la ilegalidad e ilegitimidad de origen que poseen, y amparados en el ejercicio de facto del poder, buscan designar los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, con lo cual el régimen busca mantener el control de los tribunales y, además, premiar el servilismo de aquellos colaboracionistas que le han servido útilmente en las farsas electorales pasadas.
De seguro, de acuerdo como ha actuado el régimen, el PSUV y sus apéndices socialistas y comunistas, se quedarán con 80% y, tal vez, solo tal vez, le entregarán el 20% restante a ese cúmulo de usurpadores de los partidos que hacen vida en la AN de Nicolás Maduro.
Veremos las cuotas de quienes asaltaron a AD, Copei, los colores de algunos traidores; veremos a quienes son mirones de palo en las sesiones de una Asamblea Nacional que no tiene legalidad y que es fruto de una elección plenamente irregular y carente de legalidad.
De concretarse esta nueva abominación del régimen, seguiremos viendo a unos magistrados sumisos a Miraflores, y a unos señores de “oposición” (si entre comillas, pues me refiero a los alacranes) envalentonados debido a que contarán con dos o tres amigotes en el TSJ, con los cual –seguramente– pretenderán seguir pisoteando la legalidad de las estructuras políticas de este país.
De nada nos sirve –escúchese y léase bien– que a esa “oposición” le toque algo en el reparto de magistrados, pues serán menos útiles que los supuestos dos rectores de la “oposición” en el Consejo Nacional Electoral. Serán como un argumento para justificar la aberrante acción de un régimen despótico.
Y, eso es lo que busca Maduro con el gran reparto: justificar, tener uno o dos elementos que le den legalidad. Por ejemplo, desde Miraflores aseguran que en Venezuela hay “democracia” porque hay elecciones, porque la “oposición” tiene representación en el CNE, porque le asignaron unas pocas gobernaciones y alcaldías.
Todo eso son argumentos para darle sostén, o un intento de ello, a un sistema total y llanamente ilegal y grotesco. A través de esas migajas Maduro quiere lavarse la cara y limpiar la reputación de su régimen, como si eso fuera posible y como si el resto del mundo fuera estúpido.
El gran reparto es una técnica que realizan los sátrapas, desde que el mundo es mundo, con el objeto de endulzar el paladar de aliados, para tranquilizar los ánimos sociales y políticos y para sobornar a un sector que pudiera rivalizarle el poder. Es una vieja treta.
Y, como existen sectores de la vida pública nacional que están en política para hacerse de dinero y poder, y no para generarle bienestar al país, estas estratagemas que emplea la usurpación le funcionan a cabalidad.
¿Qué hacer frente a esta aborrecible realidad? A los verdaderos opositores, a quienes amamos la libertad, nos toca seguir avanzando, no detenernos en estas jugarretas de la usurpación; nos toca reagruparnos, relanzar a la oposición y designar un liderazgo nuevo y batallador que dé el ejemplo y oriente a nuestras fuerzas democráticas a un éxito político en el marco de la legalidad y la transparencia.
Y, como lo he dicho antes, ese liderazgo tiene nombre y apellido: María Corina Machado. Ella es la que puede sacarnos de esta crisis en la cual nos sumergieron. Con ella al frente de la oposición la situación seria otra y las condiciones para participar también.
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