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Geopolítica latinoamericana

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La geopolítica suele ser un tablero en el que unos pocos controlan las piezas claves mientras el resto intenta tener algún rol secundario o, incluso mejor, pasar desapercibido. La lucha por el poder mundial es pues un terreno para ciertos jugadores. En los últimos 100 años el protagonismo pasó de la eterna lucha entre Inglaterra, Francia y Alemania por ser la potencia europea más relevante a la larga tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, pasando por el triunfo del primero por un desgaste e implosión del segundo, hasta llegar al nuevo capítulo en el que la hegemonía norteamericana ha encontrado un retador de gran peso en China.

En medio de ese teatro internacional hay otros actores secundarios, muchos de ellos sin poder suficiente para imponerse, pero sí con capacidad para generar desequilibrios. Ese es el rol de Rusia en este momento, el excontendiente de los Estados Unidos sabe que no puede aspirar a la hegemonía mundial, pero también sabe que puede sacudir el tablero de tal manera de quedar en una posición mejor a la que se encuentra actualmente. Esta táctica puede lucir atractiva para otros países en circunstancias similares, naciones que sin aspirar a ocupar la primacía en la geopolítica internacional pueden ver una oportunidad para ubicarse en posiciones más favorables en la arena mundial, India o Turquía son parte de este grupo.

Mientras tanto Europa, y particularmente Alemania y Francia, quieren que los dejen tranquilos con sus asuntos, las aspiraciones imperiales son cosa del pasado para estos países. Inglaterra también busca su tranquilidad, se mantiene enfocada en seguir siendo un centro financiero mundial y resolver sus propios problemas. En este sentido, los tres países europeos con mayores posibilidades de competir en la geopolítica mundial decidieron hace tiempo ceder el liderazgo a los Estados Unidos, bien porque era inevitable o simplemente por comodidad. Además, los tres cuentan con la Unión Europea como escudo contra las demandas directas a sus respectivos gobiernos en el plano internacional.

Por otro lado, los dos verdaderos contendientes de la lucha por la hegemonía internacional son Estados Unidos y China, el primero ya sin muchas ganas de seguir ocupando el rol protagónico y el segundo con ansias de ocupar su lugar en la historia moderna, pero sin arriesgar lo que tanto la ha costado construir. Así pues, los dos gigantes de la primera mitad del siglo XXI se enfrentan sin quererlo, ninguno tiene un proyecto de dominio mundial claramente definido, pero tampoco quieren que el otro se imponga sobre ellos. Es más una lucha por no entorpecerse mutuamente que una confrontación por la imposición de algún ideal, como el caso del conflicto de la URSS y Estados Unidos.

En este contexto del paso de una época de un mundo unipolar a uno bipolar, América Latina, una vez más, observa sin tener muy claro cuál debe ser su papel. Ante la duda la mayoría de los países de la región optan por mirar hacia el norte y plegarse u oponerse a lo que haga Estados Unidos. Así pues, de manera algo simplificada, la política exterior en la región suele estar determinada por la posición de cada país con respecto lo que hagan en Washington. El que esto sea así puede tener varias causas, desde un antagonismo anacrónico heredado del conflicto entre comunismo y capitalismo, la relación de amor-odio que existe hacia el vecino del norte, o simplemente por falta de vocación geopolítica.

Lo anterior coloca a América Latina, para bien o para mal, en una posición marginal frente a la compleja realidad de la geopolítica internacional. En tal sentido, la invasión de Rusia a Ucrania, como los conflictos en el Medio Oriente, o en el corazón de Asia central, e incluso la lucha por el control del Pacífico, son noticias que lucen lejanas, y cuyo principal interés gira en torno al efecto que puedan tener en la economía mundial, y más específicamente en los precios de las materias primas. Frente al reciente conflicto en el frente oriental de Europa a los países de América Latina les queda seguir observando, quizás lanzar algunos mensajes de apoyo o rechazo, y continuar tratando de resolver sus problemas internos.

@lombardidiego

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