América ha sido, y sigue siendo, un importante destino de la emigración árabe. El proceso de desplazamiento desde el Medio Oriente ha sido vigente y continuo. Los inmigrantes árabes en América y sus descendientes han pasado por etapas de adaptación, inserción e integración con sus características y vivencias peculiares dada la gran brecha cultural y del idioma. Los trayectos sociales, económicos y políticos de integración en todos y cada uno de los países americanos han dado paso a nuevas generaciones enraizadas en la cultura árabe y moldeadas por la particular de cada país.
Las actividades de los inmigrantes en estas tierras americanas han originado, y siguen produciendo efectos sobre las distintas sociedades, llamando la atención de todos los sectores, en especial a los escritores, quienes han recreado en sus literaturas, y desde sus particulares perspectivas, el desplazamiento y vivencias de los inmigrantes árabes.
Dentro de la producción literaria americana surge, por parte de la intelectualidad inmigrante árabe y sus descendientes, lo que Pedro Martínez en su obra Introducción a la literatura moderna reconoció como “el primer grande y auténtico movimiento de renovación de la poesía árabe moderna”, en referencia a Adab Al-Mahyar (ادب المهجر), literalmente «Literatura de la Emigración». Este movimiento concentra aquella obra producida por los autores que emigraron desde la zona de Siria histórica o La Gran Siria (actual Siria, Líbano y Palestina) al continente americano a finales del siglo XIX y principios del XX, y sus descendientes que siguieron la misma línea literaria.
En Estados Unidos, específicamente en Boston y Nueva York, se origina esta corriente con las obras de los talentosos escritores árabes, sirios y libaneses, cuya principal y paradigmática figura fue Gibrán Khalil Gibrán, que nació en la aldea libanesa de Bisharri en 1883 y falleció en Nueva York en 1931. Él dirigió en 1920 la primera asociación literaria árabe-americana Al-Rabiṭa Al-Qalamiyya (الرابطة القلمية), literalmente la Liga del Cálamo que había sido creada en 1916 por los escritores sirio-americanos Nasib Arida y Abdul Massih Haddad, y reformada posteriormente en 1920, bajo la dirección de Gibrán Khalil Gibrán con los notables escritores Amin Rihani, Elia Abu Madi y Mikha’il Nuya’ima en Nueva York. Esta manifestación cultural, llamada la Literatura de la Emigración, se difundió a Suramérica, en especial a Brasil, Argentina, Chile y México en primer lugar, y luego a Colombia y Ecuador. (Martínez Rosa, 1994).
La gran revolución literaria de Al-Mahyar (como también es conocida esta corriente), radica en que fue el inicio de la literatura árabe fuera de sus espacios, en países de habla inglesa, castellana o portuguesa. Los nuevos inmigrantes intelectuales seguían escribiendo en América pero en árabe porque no dominaban el idioma nativo, y la gran novedad que le da un peso específico enorme es que estaban libres de hacerlo con una temática distinta, no permitida en el mundo árabe de entonces. Aquí podían tratar temas como la tolerancia religiosa, el romanticismo, la mujer, y otros. (Akmir Abdeluahed, 2013).
La Literatura de la Emigración nace como resultado de la experiencia del alejamiento del país natal, caracterizada por sentimientos de dolor, tristeza y nostalgia, logrando en los escritores el estímulo de la creatividad, y generando nuevas temáticas, al superar las barreras del pensamiento limitantes del país original, y advertir, según Edward Said, visiones transculturales y transnacionales. (Said Edward, 1984) Al integrarse al nuevo lar y asimilar el desarraigo, encontraron en las letras la perfecta herramienta para realzar y expresar los sentimientos de afección, apego y reconocimiento hacia la tierra de origen. (Wissem Khedher).
Las generaciones siguientes a los primeros inmigrantes intelectuales carecieron del conocimiento académico del idioma vernacular, sin embargo, según María Samamé esto no afectó su deseo de “… reconstruir la historia de sus predecesores y descifrar la dicotomía presencia-ausencia como manifestación de quienes portan sobre sí dos escenarios: la patria ancestral y la patria de acogida”. Y más adelante nos dice: “… se puede postular que la escritura de la emigración árabe en América llevada a cabo por los descendientes también conlleva los principios orgánicos de la Literatura de Al-Mahyar”. (María Samamé, 2006).
En la producción de la Literatura de la Emigración se presentaron dos corrientes, la iniciada por la primera oleada en Estados Unidos denominada Al-Mahyar Al-Shamali o La Liga Literaria y la de América Septentrional denominada Al-Mahyar Al-Yanubi o El Círculo Andalusí, que contempla la producción literaria en Latinoamérica. Si bien es cierto que en ambos se comparte la temática e imaginario cultural y literario, lo cual los identifica con el movimiento de Adab Al-Mahyar, hay que reconocer sus diferencias regionales en cuanto a las sociedades, los idiomas y las identidades. (Lorenza Petit, 2017)
Al-Mahyar Al-Shamali, en el norte de América de manos de inmigrantes sirios y libaneses, en su mayoría cristianos, tiene sus máximos exponentes, junto a Gibrán Khalil Gibrán, a Mijail Nuayma (1894-1988), Iliya Abu Madi (1889-1957) y Amin al-Rihani (1876-1940). Además hay que señalar a los poetas Nasib Arida (1887-1946), Nadra Haddad (1881-1950) e Ilyas Abu Sabaka (1903-1947).
En Latinoamérica con respecto Al-Mahyar Al-Yanubi, El Círculo Andalusí, nombre elegido en honor a la época árabe del Al-Ándalus, fue fundada en 1933 por Michel Maluf (1889-1942) y Dawud Shakur (1893-1963). (Al-Daqqaq, 1973). El poeta chileno Mahfud Massis (1916-1990) y colombiano Jorge García Ustá (1960-2005) fueron escritores con los principios orgánicos de la literatura de Al-Mahyar o de la Emigración árabe en América. (María Samamé, 2006).
Como conclusión podemos afirmar que las experiencias particulares y comunitarias por las que han pasado los primeros inmigrantes árabes en América, transmitidas a los descendientes, ha originado la particular Literatura de la Emigración, caracterizada por el tributo a los ancestros, recordando y preservando las tradiciones, resaltando con agradecimiento los espacios de acogida, y revelando las gratas y amargas vicisitudes de la expatriación, el alejamiento de la tierra natal, y la inmigración, incorporación a la desconocida sociedad.
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