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La inútil conclusión

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Los relatos a veces son fastidiosos, debido a que caemos en un bucle repetitivo. Esto sucede cuando nuestro círculo de amistades es reducido, por lo tanto, los chistes y los cuentos de camino se repiten hasta el fastidio. Sin embargo, ante situaciones que caen en la reiteración, sin posibilidades de encontrar alguna respuesta que pueda explicar esa postura, se opta por edulcorar la fábula, para darle otro enfoque y a pesar que sigue siendo la misma historia, se trata de generar otras reacciones, otras sensaciones.

Entonces comenzamos a cambiar los nombres de los protagonistas, a su vez intercambiamos las locaciones en la cual se suceden los acontecimientos y por último, alteramos el tiempo donde se desarrollan los hechos. En pocas palabras, la misma historia, en momentos y lugares diferentes.

Pero cuando paramos en nuestra narrativa, no podemos evitar las expresiones de nuestra audiencia, cuando a través de sus caras de molestia, se dan cuenta que le hemos tratado de engañar, porque al fin y al cabo, es el mismo musiú pero con otro cachimbo.

Esto nos lleva a hablar de los acontecimientos acaecidos desde la llegada de la revolución bolivariana hasta hoy. Es por todos conocidos los vaivenes políticos de los últimos años. Pero vamos a centrarnos y estudiar los hechos que se suscitaron desde enero de 2019, con el tema del “cese de la usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”.

El señor Juan, cuando tomó la iniciativa de autojuramentarse en Chacaíto, cometió un error político, porque su acto de por sí fue írrito, debido a que su actuación pasaba por encima de la autoridad que tiene la Asamblea Nacional y no se siguieron los protocolos necesarios para llevar a cabo esa juramentación. ¿Qué quiere decir eso? Que habían diputados de la oposición, que no querían salir en la foto ni estaban dispuestos en avalar tamaña barbaridad. Esa acción, autoritaria per sé, no venía respaldada por ninguna institución, porque repito, la Asamblea Nacional, en pleno, no defendió esa acción del señor Juan.

Si leemos la letra pequeña, tanto criticar el autoritarismo de Hugo Rafael y luego el de Nicolás, para terminar haciendo lo mismo. Esto nos lleva a la siguiente deducción, que fue inútil toda esa parafernalia que nos condujo a ninguna parte, que en vez de disipar las dudas se acentuaron de tal forma, que luego de ese acto quedamos en la espera de otros pronunciamientos y terminamos nuevamente con convocatorias de marchas, concentraciones y discursos agoreros, que solo sirvieron para aumentar el deseo de cambio, pero que difícilmente se podrían llevar a cabo.

Y llegamos al 30 de abril de 2019, nuevos enunciados, nuevas ilusiones, pero es como encender una vela en medio de un huracán. Esa luz se apagó antes de iluminar las esperanzas del pueblo, porque todos sabíamos que sin el apoyo de instituciones importantes, el cambio no se daría. Pero volvemos de nuevo al autoritarismo. Ese acto también carecía de autoridad, porque la institucionalidad de un país no puede reposar sobre la culata de los fusiles, ya que es la sociedad civil, quien debe dirimir sus diferencias, claro, los militares están hasta el cuello comprometidos con el gobierno y no se producirán cambios significativos en Venezuela sin el apoyo de la cúpula castrense, eso lo sabemos todos.

Volviendo al 30 de abril, ese suceso solo sirvió para que Leopoldo cambiara de residencia, es decir, pasó de Altamira al Country Club y luego a Madrid, pero otros no tuvieron la misma suerte, se mudaron de su domicilio para los calabozos del Sebin o el DGCIM y los más afortunados, lograron salir del país.

Todo 2019 se desperdició, porque no se logró construir una plataforma que pudiera servir como hoja de ruta, para los futuros pasos a seguir y así lograr el rescate de la democracia. Menos mal que no nos convocaron para realizar bailoterapia.

Lo anteriormente descrito se explica de la siguiente manera, nuestra clase política no ha sido capaz de ver más allá de sus propias conveniencias, ni han sido competentes para diseñar un futuro que pase la frontera del oportunismo. Lamentablemente, mientras existan intereses y acomodos, la situación de la nación no cambiará. Por lo tanto, podemos resumir que aquellos que se dan con una piedra en los dientes y hablan hasta el hastío, ofreciendo soluciones, no pueden deslastrarse de ser acomodaticios, oportunistas, vividores y jalabolas.

El cambio que necesita el país no lo debe generar solo el ciudadano, porque de forma individual, todos, absolutamente todos desean una renovación de la patria. La reforma se debe originar en el seno de los partidos políticos, diseñando un plan de acción que pueda comprometer al pueblo para impulsar ese giro de 180 grados, tan necesario para el país. Pero, no podían faltar los peros, mientras los líderes de la oposición creen que mantener al pueblo en la ignorancia es la forma de garantizar su permanencia en el poder, además, ocultando la verdad y que vivan engañados bajo una supuesta esperanza, para así generar ese bienestar falso y sin sostén, con el tiempo cambiaremos a los revolucionarios por unos encantadores de serpientes, que no ven más allá de su miseria. Y el pueblo volverá a decepcionarse, porque la oposición, sean alacranes, movimiento no sé qué, auténticos o lo que sea, no son capaces de despertar la venezolanidad, que nos impulse por el camino del desarrollo.

Hasta ahora, han hablado de la usurpación en las funciones presidenciales, pero, otro pero más, querían propiciar un referéndum revocatorio, la pregunta que me hago es ¿Nicolás no es un usurpador de funciones? ¿Para qué la convocatoria de un referéndum? ¿Para qué prepararnos para unas elecciones presidenciales en 2024? Esas son las incongruencias que producen decepciones en la sociedad venezolana.

Llegamos a la inútil conclusión que no valieron las marchas, los muertos, los encarcelados, los expatriados, porque Henrique, Juan, Leopoldo, Julio, Manuel, Andrés, etc., van un pasito para adelante pero dos para atrás. En pocas palabras, han sido unos ineptos para leer, analizar y proponer soluciones para hacer frente a la realidad venezolana. Todos se pelean por una parcelita de poder.

Para muestra, los gobernadores y alcaldes electos en los últimos comicios, que forman parte de la oposición, fueron a Miraflores a besar el anillo de Nicolás. ¿Y entonces? ¿Era o no un usurpador de funciones? ¿Qué papel juega Juan en todo esto? ¿Y Leopoldo? ¿Y Henry? Esto quiere decir, que hasta ahora hemos convivido con la apariencia de la verdad, para seguir siendo engañados por todos aquellos que dicen amar al país, pero lo que han hecho hasta el momento es abusar de él, porque en Venezuela nunca nada es como parece.

Es duro decirlo, pero la oposición es una amalgama de improvisaciones, ignorancias y apresuramientos populistas, porque han seguido el camino de que tenemos obligatoriamente en aceptar lo absurdo, porque han sido incapaces de construir una realidad diferente, ni han tenido el vigor de mantener un sueño, ni siquiera han sido buenos en instigar la arrechera del venezolano, solo han sido capaces de abrirnos los ojos para que entendamos que, tanto la revolución como la oposición, navegan en el vasto mar de la torpeza e ineptitud, es decir, el político venezolano es bruto por naturaleza, su estupidez es la única esperanza para salvar al país. ¡Buena vaina!

Ahora, inmersos en el huracán político-electoral, ya no hablamos de los 50 o más muertos los fines de semana en Caracas, se nos olvidaron las miles de toneladas de alimentos descompuestos en los diferentes puertos, eso ya no importa. La persecución, la discriminación, el encarcelamiento, es el día a día. Que los servicios públicos sean deficientes, ya rayando en la desidia. Que la basura es parte del ornato de la ciudad, junto con las moscas, las ratas y las enfermedades que eso conlleva.

Ya no se habla de la independencia de los poderes públicos, mucho menos que se respete el imperio de la ley. Nada es importante, ahora son las elecciones de 2024. Los apagones y los bajones eléctricos, forman parte del diario vivir, ya que conforman la institucionalización de la realidad de la patria. No importa la inseguridad, ya que los políticos andan con guardaespaldas y a ellos no les afecta. Ya no luchamos contra el adoctrinamiento en cadena nacional, no importa, lo que es necesario es ganar las elecciones. Muchos menos pensar en los miles de millones de dólares que ingresaron al país, por concepto de renta petrolera y se los robaron, provocando que estemos al borde del colapso económico como nación. Por su parte, ya la soberanía alimentaria forma parte del pasado, nuestra agricultura es de puertos, los fundos zamoranos fueron puro buche y plumas.

Y lo peor de todo, es que hemos perdido nuestra identidad como nación, abrazando ideologías que van en contra de la idiosincrasia del venezolano, que nos han llevado a ser fieles representantes de la pobreza y la miseria, con la pérdida de los valores y principios, eso sí, pero muy soberanos.

Esta es nuestra naturaleza, basada en las utopías, tanto por parte de los revolucionarios como de la oposición, en el cual no se construye sino destruye, no se avanza sino se retrocede, no se suma sino se resta y para terminar, nos refugiamos en la duda, porque la verdad nos resulta muy devastadora.

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