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Venezuela en el paredón

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Miguel Gutiérrez / EFE

Los países no son esencialmente malos ni buenos, no son valores que le sean aplicables. Simplemente porque se mueven y transforman. A menudo alternando virtudes y pecados. Solo una concepción racista puede sostener un carácter fijo y permanente de un pueblo. La especie siempre deviene, es historia y sociología o algo parecido, movimiento complejo, transformación. Ahora lo sabemos más claramente cuando la ciencia ha establecido la inexistencia de  las  razas. Pero hasta no ha mucho, y hoy todavía, las derechas extremas se afincan conceptualmente en ese maldito concepto. Incluso espíritus más elaborados como Jung o Cioran o, por estos lados, López Pedraza.

Y cuidado si ciertos conceptos duros de “cultura” (¿Levy-Strauss?) que sucedieron al de raza, desprestigiada por el nazismo, y esta vez sostenidos por las izquierdas para cuestionar los derechos humanos  universales, supuestamente imperialistas, y apoyar la autonomía de los pueblos, mucho tenía de su predecesora. Concepción afortunadamente hoy en decadencia y en pro de los valores éticos universales: para nadie, opresores y oprimidos, es lícito la tortura o la agresión sexual.

Es obvio que la Alemania nazi no es similar a la de Angela Merkel. Ni la Grecia antigua se parece a la actual. Perdonen la obviedad. Pero esta indica la simpleza que los alemanes no son nazis ni los griegos actuales tan luminosos como los el siglo V. Ni los negros menos inteligentes que los blancos, ni Estados Unidos posee el destino manifiesto de gobernar el mundo, ni los chinos que probablemente lo sustituirán.

Por supuesto que la Venezuela de hoy, en manos de bárbaros armados y un pueblo inerte y mudo, después de haber sufrido un  cuarto de siglo de despojos y crueldades monstruosas, es un país lamentable. Y, ciertamente, no sabemos por cuánto tiempo lo será ni cómo ni hacia dónde se moverá. El tiempo es infinito y dentro de poco, un instante de ese tiempo, todos nosotros estaremos muertos, y nada sabremos porque nada seremos. Lo que sí sabemos es que no es inmóvil, que no es chavista ni genéticamente tarada.

Que usted la sueñe democrática e igualitaria, hágalo si eso le hace soportar mejor el vía crucis actual. Si con ira la abomina y la degrada y execra que lo haya parido, valga también, a lo mejor hasta lo hace guerrear. Y si usted es creyente debe pensar que el creador tiene una razón para todo lo que hace –se le ocurre cada cosa- por tanto esto será parte de la verdad y la justicia universal, pues qué felicidad, disfrútela.

Todas estas elementalidades metafísicas solo sirven en una polémica cada vez más en boga, en Twitter, de juicios sobre el país. Puede hacerla menos tonta y tratar de llevarla a su santo lugar, las ciencias sociales y la acción política.

Un punto que me parece peculiar, y con esto termino, es el de la tal justicia que un día vendrá a castigar a los canallas. Pues es solo una probabilidad.

Por lo visto en la ocasión lejana y complicada, y lo más creíble es que si ha de serlo, lo será muy relativa. En cuanto a la justicia divina, se lo dejo al creyente. Y aquí vale recordar aquello de que pronto todos estaremos muertos, honestos y malvados.

Lo que nos queda es vivir como mejor podamos y entre otras cosas luchar contra el mal, lo que cumple con la parte buena que nos constituye, que dista mucho de ser todo. A lo mejor como Sísifo subía la montaña.

 

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