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¿El sectarismo entregará la presidencia al castrochavismo en Colombia?

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Gustavo Petro

EFE

El concepto de que “la política es el arte de lo posible” se complementa el que enseña que la “sobrevivencia es el arte de lo necesario”. Esta diferencia es aplicable frente a las dictaduras que detentan el poder con crímenes de lesa humanidad en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, pero también a los países con procesos electorales donde el castrochavismo presenta su opción como vía para derrumbar la democracia, como sucede ahora en Colombia, donde la proliferación de candidatos lleva a que el sectarismo le entregue la presidencia al castrochavismo.

En los sistemas presidencialistas de los países de las Américas la elección del presidente que es el jefe del Poder Ejecutivo es el hecho político más importante porque determina el control del Estado. En el proceso electoral una candidatura a la presidencia es indispensable en la mayoría de los casos para lograr participación en el Poder Legislativo mediante la elección de parlamentarios aunque se sepa de antemano que el candidato a la presidencia no tiene opción alguna de ganar. Esta es una de las más grandes debilidades del presidencialismo frente al sistema parlamentarista en el que a la inversa, a partir de la elección de los legisladores se construye la mayoría para el jefe del Poder Ejecutivo.

En los sistemas presidencialistas la participación política en el parlamento está sujeta a la necesidad de una candidatura presidencial, lo que genera decenas de candidatos presidenciales sin ninguna posibilidad, que sirven solo de escudo a los candidatos a parlamentarios, pero que con su participación permiten que un candidato con respaldo popular minoritario tome la presidencia.

El sistema presidencialista facilita la creación de dictaduras a partir de elecciones ganadas relativamente por un candidato que luego en ejercicio del poder destruye la democracia manipulándola con sus propios mecanismos, con votaciones, consultas, referendos, constituyentes y sucesivas votaciones para perpetuarse indefinidamente en el poder con impunidad. Los casos de las dictaduras de Venezuela con Chávez/Maduro, Bolivia con Morales/Arce, Ecuador con Correa y Nicaragua con Ortega/Murillo lo prueban.

El socialismo del siglo XXI o castrochavismo aprovecha estas condiciones para establecer presidentes que solo tienen mínimo respaldo popular y con rechazo mayoritario de la población. Candidatos con apoyos minoritarios en las primeras vueltas electorales logran tomar la presidencia como ha sucedido en Perú y Chile recientemente. El resultado son gobiernos débiles o regímenes autoritarios que destrozan el sistema democrático.

Las dictaduras castrochavistas de Venezuela, Bolivia y Nicaragua han establecido el modelo de manipular elecciones para tratar de darse legitimidad estableciendo su metodología de “dictaduras electoralista” en la que “el pueblo vota pero no elige” por las condiciones institucionalizadas de fraude y la cadena de delitos que falsifican la voluntad popular. Agravando estas condiciones, las oposiciones en estos países se dividen en decenas de candidaturas -que incluyen varias operadas por el régimen- para que el resultado sea favorable a la dictadura.

En democracia el favor al establecimiento de las dictaduras lo hace el sectarismo expresado en decenas de candidaturas que permite al castrochavismo “falsificar mayorías absolutas a partir de minorías relativas”. En dictadura, el papel de favorecimiento está en manos de “oposiciones funcionales” o “rehenes” que dividen el repudio del pueblo al dictador y que le impiden al votante una expresión masiva de rechazo.

En el caso de las elecciones de Colombia 2022 hay cerca de 21 candidatos en campaña, las encuestas muestran que el candidato del castrochavismo Gustavo Petro tiene un respaldo que fluctúa entorno al 25% y que el 75% restante se divide entre los múltiples candidatos que se atribuyen con diferentes discursos el deseo de frenar a Petro, cuando en verdad están haciendo lo contrario, permitiendo que llegue a las segunda vuelta quien ha sido denominado como el “caballo de troya”.

Con el sectarismo electoral de los que se dicen defensores de la democracia han perdido como democracias Venezuela, Bolivia y Nicaragua, se han puesto en cuestión Perú y Chile, y ahora toca a Colombia donde los partidos y líderes van por el mismo camino. Cerca del 75% de los colombianos no quiere la opción castrochavista, pero los candidatos que dicen oponerse a ella están haciendo todo lo posible por entregarle la presidencia de Colombia.

Artículo publicado en Infobae.com 

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