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La importancia del lenguaje y el fomento de la lectura

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El reto de la industria editorial y de la cadena productiva del libro es dejar de lado las estadísticas que marcan un bajo nivel de lectura en la población. Las nuevas tecnologías y el libre acceso a contenidos a través de las herramientas digitales son una oportunidad única para el fomento y difusión del texto.

Hay quienes piensan que la industria editorial teme al avance tecnológico; como si la incursión en el mercado del libro y la revista digital debilitarán al gremio. Nada más alejado. Los editores son creadores, difusores y comercializadores de contenidos. El soporte a través del cual estos contenidos llegan al lector depende de sus gustos y necesidades. Lo esencial es que se conserve la calidad y se impida el trastocamiento del derecho de autor, columna vertebral de la generación de contenidos.

La industria editorial es también la industria de la información, la que de muchas maneras trastoca a todos y a cada uno de los individuos que integran nuestras sociedades, asimismo, equilibra la gestión empresarial con el proyecto cultural. Es, en términos de la Unesco una industria cultural. Eso queda de manifiesto, pues el editor debe tener alma de poeta y entrañas de empresario, ya que su afán de beneficio jamás puede convertirse en el motor exclusivo para una adecuada dirección editorial; sin embargo, no debemos olvidar que se trata de una empresa en la que los ingresos deben superar a los gastos, si es que queremos que los editores vivan honradamente de ella y consolidar el proyecto editorial, que es el fin de una empresa editorial.

La relación entre la biblioteca y la industria editorial es indisoluble. Para colocar nuestra situación hoy, en perspectiva, se hace necesaria una mirada a la historia, comenzando con la invención de la impresión tipográfica de Johannes Gutenberg en el siglo XV.

Con ello, libros y panfletos se produjeron con mayor facilidad, ocurriendo una explosión en la producción de obras. Esa nueva tecnología desencadenó los profundos cambios sociales que hoy se conocen como “modernidad”.

Sin esta invención no tendríamos el Estado nación, la democracia, la educación generalizada, la reforma y la contrarreforma, así como otros muchos beneficios ―y problemas, por qué no.

Hablando de México, las primeras colecciones de libros fueron las privadas y las que hacían traer los frailes para sus monasterios o para las instituciones educativas que auspiciaban.

México es un país con una vasta riqueza cultural, misma que nos identifica a nivel mundial. Y no solo eso, sino que también contamos con una flora y fauna envidiables y, por supuesto, con talento humano inigualable. Sin embargo, aún falta mucho por hacer para que este talento se desarrolle y continúe floreciendo. Hablamos de cultivar el intelecto. ¿Cómo?… la respuesta se resume: leyendo.

Sí, la lectura es probablemente la respuesta a cada pregunta formulada desde el principio de nuestra civilización. Es el libro el acompañante más fiel y digno de nuestro tiempo. Así, la lectura constituye la mejor inversión de un país que se esfuerza continuamente por alcanzar los primeros lugares en avances científicos y tecnológicos, pero sin dejar de lado la condición humana.

Todos los que nos dediquemos a procesos creativos desde nuestras diferentes trincheras, debemos ayudar a abrir la mente de los lectores, de los alumnos, los profesores, académicos, flexibilizando certidumbres y haciéndolos inmunes a la sensación de desasosiego que pueden provocar la evolución y los cambios constantes del entorno debido a la saturación de información en un entorno digital. Hay que educar para la sociedad del conocimiento, hay que editar para una sociedad informada, desarrollando nuevas aptitudes y actitudes para relacionarse, cooperar y aprender. Siendo la lectura uno de los pilares para alcanzar este objetivo, ya que la importancia del lenguaje se valora cada vez más en las sociedades modernas.

@plumavertical

 

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