La vida política tiene sus propios códigos, naturaleza y dinámica. Y, si bien es cierto que obedece a hechos reales y prácticos, no es menos cierto que necesita de la realización de determinados principios y valores. La utilización en aislamiento del pragmatismo sobre esa vida política la dirige a su descomposición, y la resigna a un mero tráfico de oportunidades que conduce a las prebendas y a la más completa corrupción y descomposición del oficio. El solo ejercicio ético la desvía como actividad academicista y monacal desterrando dos elementos importantes y decisivos: la táctica y la estrategia. Ambos extremos resultan perjudiciales, por lo que deben combinarse con habilidad, sabiduría y paciencia para resolver las grandes demandas ciudadanas, sobre todo bajo regímenes como el que vivimos en Venezuela.
Ahora bien, luce más normal y tolerable que la política sea sólo pragmatismo, cálculo y ganancia permanente, pero demasiado anormal que se planteé cosas trascendentes y el dirigente tenga una postura sobria y convincentemente fundamentada. La política se convierte en un mero voluntarismo en procura de resultados concretos e inmediatos, sin importar las consecuencias. Así, “… la concepción antiintelectualista es en el último análisis una concepción voluntarista del querer”, decía el maestro Giovanni Sartori (La política. Lógica y método en las ciencias sociales, FCE, México, 1992, pág. 106). Por lo tanto, todo lo que tenga que ver con el sentido, la orientación, las metas y objetivos que deseen lograrse, pertenece al departamento de los habladores de pendejadas y, por eso, todavía atravesamos la gran tragedia que inició Hugo Chávez, sin que nadie, aparentemente, se percatara de la propuesta resueltamente castro comunista que lo inspiró, probando los caminos más retorcidos y engañosos.
Luce que los partidos están desprovistos de intelectuales, como los había legítimamente antes. Por un largo período, los asuntos doctrinarios e ideológicos estuvieron representados por la claridad e inteligencia de Gonzalo Barrios, por los socialdemócratas; Arturo Uslar Pietri, por los liberales; José Rodríguez Iturbe, por los socialcristianos; y Teodoro Petkoff por los marxistas. Y si de estudios y especialidades específicas se trataba, siendo antes tan importante y vital como el petróleo para Venezuela, hoy con una industria quebrada, en el viejo Congreso descollaban Arturo Hernández Grisanti y Celestino Armas, por los adecos; Abdón Vivas Terán y Valmore Acevedo Amaya, por los copeyanos; Domingo Maza Zavala y Alí Rodríguez Araque, por los marxistas; y Leonardo Montiel Ortega, por los urredistas. Todas estas figuras, en este siglo XXI, parecieran no caber en la vida partidista de los días que corren en partidos tan antiintelectualistas. Los que son tan enemigos del dirigente fundamentado, capaz de razonar, el sensato, el argumentador. Y mucho me temo que hay unos cuantos, muy escasos, que han publicado uno o dos libros por encargo: otros lo piensan y los escriben.
Lo más grave de todo es que la vida política no es de los pragmáticos ni de los estudiosos. Ni siquiera del mundo real. Lo es de las redes digitales, del video o imágenes que desesperan por hacerse virales. Superficiales, ligeras, sin más motivaciones que la imagen misma, bien para el narcisismo, bien para descalificar a los demás. Es por encargo, otros lo diseñan e implementan y el personaje estelar actúa como marioneta o como un actor con un guion prediseñado. Dejando a un lado la fiabilidad del contacto personal, perdiendo la esencia y el gran uso y desempeño de esta herramienta que se nos presenta en la era digital.
Nuestra política y nuestros dirigentes han cambiado mucho en las últimas décadas; cambio que siempre se espera sea hacia un mejor desempeño de la actividad. De manera lamentable, en Venezuela es distinto: hay una mezcla de ese pragmatismo individual con un personalismo digital muy marcado que crea una dicotomía entre el dirigente y el ciudadano que espera otros resultados de la dirigencia política. Resultado que esperemos cambie, para poder generar giros trascendentales en los próximos años. Los ciudadanos han hecho su parte, han realizado su tarea: insistido, resistido y persistido en un cambio hacia la libertad en toda la extensión de la palabra.
@freddyamarcano
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