El programa orquestal de El Sistema no necesita presentación. Miles de músicos formados en sus filas, giras internacionales que pusieron a Venezuela en importantes escenarios de interpretación de la música clásica, orquestas formadas con músicos que migraron, directores venezolanos en la cabeza de orquestas en Los Ángeles, Noruega, Italia, París, entre otros; una sede principal en Caracas con una programación musical activa. Pero hay un programa poco conocido, que no suma un millón de integrantes y que es casi tan antiguo como el propio sistema de orquestas: el Programa Académico de Lutería.
Si se incentiva la práctica colectiva de la música, se requerirá entonces de lutieres, de artesanos y técnicos que reparen y restauren instrumentos musicales y que, eventualmente, también los fabriquen. “Es que el maestro Abreu lo pensó todo”, dice la directora del programa desde 2019, Enmy Bastardo.
Son 40 años que cumple la formación de lutieres bajo el paraguas del sistema de orquestas. Comenzó en 1982 —siete años después de fundada la primera orquesta de El Sistema— con el lutier peruano Rómulo Alaluna, fallecido en 2017, quien fundó lo que hoy es la Escuela de Cuerdas, donde se enseña la reparación y restauración de instrumentos de cuerdas frotadas (violín, viola, contrabajo, violonchelo) y cuerdas pulsadas (cuatro, guitarra, mandolina). Con otros lutieres, también se impartió la enseñanza de la reparación de instrumentos de vientos, pero tuvo poco más de una década en pausa después de que algunos lutieres dejaran el país. Se retomó el proyecto en 2000 con el lutier Freddy Velasco.
Difícilmente puede ser un programa masivo. Los materiales son costosos e importados, requiere muchísima atención al detalle tanto para reparar como para fabricar instrumentos, en el caso de los de cuerda. Los instrumentos de vientos, si bien se han hecho algunos ensamblajes en el país, no se fabrican; son procesos más complejos con herramientas especializadas.
En comparación con los más de 600.000 integrantes del Programa Simón Bolívar, que agrupa la mayor cantidad de beneficiarios de El Sistema, el programa de Lutería tiene 121 estudiantes, según datos proporcionados por la directiva del programa. Una matrícula que se ha hecho cuesta arriba mantener. Muchos piensan que se trata de un taller corto, pero el programa dura entre cuatro y cinco años, tal como los estudios superiores en una universidad, que es a lo que el programa aspira, aunque no esté avalado por alguna casa de estudios ni por el Ministerio de Educación.
Cuentan con 41 lutieres en 12 estados del país, algunos forman estudiantes y otros se dedican solo a la reparación y restauración, incluso algunos tienen sus propios talleres particulares. Tampoco es un programa nacional. Tienen estudiantes en todos los estados, excepto en Apure, Delta Amacuro y Nueva Esparta, así como ocho talleres de lutería en el interior del país. El programa tiene una extensión para personas con discapacidad en alianza con la CAF y Fundaprocura.
Una profesión poco vista
“Yo compré un cuatro en Barquisimeto y cuando me lo enviaron, se dañó”, cuenta Santiago Guaruro, de 20 años de edad, músico formado en el núcleo Carrizal y estudiante de lutería de cuerdas pulsadas. “Tuve la inquietud de cómo podía repararlo o dónde hacerlo y hasta terminé averiguando dónde podía estudiarlo”, agrega.
Así como Guaruro llegan muchos a la Escuela de Cuerdas, en Caricuao, y a la Escuela de Vientos, que comparte instalaciones con el núcleo Los Chorros. No muchos saben exactamente qué hace un lutier, ni cómo lo hace ni qué materiales requiere o de dónde provienen. Mucho menos que algunas maderas que se usan, como el ébano, están en veda. Pero ese momento en el que el instrumento necesita reparación, es el detonador.
“Yo tenía una guitarra, se me echó a perder y en ese momento no pude costearla. Compañeros me dijeron que había un curso, y ahí fue cuando entré”, relata Édgar Pérez, lutier de cuerdas pulsadas y director de la Escuela de Cuerdas desde hace dos años. “Cuando haces el primer instrumento te quedas atrapado. No hay forma que te puedas ir. Te enamoras a cada paso de cada pieza que le vas haciendo al instrumento”.
Incluso hay algunos integrantes de El Sistema que no tenían conocimiento del programa. “Sabía que existía un lutier, pero no sabía que existía el Programa de Lutería abierto a algunos. Sabía que un músico de la orquesta de Guárico era lutier y era técnico, pero no sabía del aprendizaje”, explica Luis Conza, percusionista de Altagracia de Orituco y estudiante de la escuela de instrumentos de viento.
“Siempre me llamó la atención que hay muy pocos lutieres en las orquestas y siempre hay una emergencia, sobre todo porque yo vengo del interior del país y, el lutier que tenemos, lo tenemos lejos, en San Juan de Los Morros. Siempre me llamó la atención eso, que en mi pueblo no hay un lutier”, añade Conza.
Enfatiza Guaruro: “Algunos conocen al lutier cuando se les daña el instrumento. Hay un nivel de desconocimiento de lo que hacemos”.
También hay quienes simplemente se topan con el programa, como Iusleibi Galíndez, de 26 años de edad. Formada como violinista en el núcleo de la Colonia Tovar, veía el funcionamiento del taller de lutería al salir de clases. “El taller estaba en las afueras del salón de ensayo y reparaban instrumentos como violines. Era un espacio abierto, y todo el mundo podía ver cómo trabajaban”, dice la ahora estudiante de cuerdas frotadas, quien persiguió el programa desde adolescente, pero logró entrar hace año y medio.
De corte universitario
Un lutier diagnostica, repara, restaura y fabrica. Se toma el tiempo para cortar y trabajar la madera, hasta darle la forma deseada, de revisar su sonido durante el proceso de fabricación. Aunque trabaje con máquinas pesadas para arreglar la abolladura de una tuba, se debe tener cuidado para no levantar el recubrimiento lacado. Cómo enseñar esta labor es algo en lo que ha experimentado, y sigue experimentando, El Sistema.
En el taller de Caricuao hay varias estaciones de trabajo y, en cada una de ellas, un profesor con un alumno o dos. Es un espacio abierto con máquinas para trabajar madera al fondo. En Los Chorros se repite la escena, pero en vez de un espacio abierto, hay salones con puestos de trabajos dependiendo del nivel de cada estudiante, así como un taller pequeño de maderables, otro para trabajar metales y una sala de máquinas para hacer trabajos especializados, como herramientas o tornillos.
Allí es donde pasan la mayor parte del tiempo. 80% del programa se basa en la práctica. Pero antes de conocer y trabajar con cualquier herramienta pasan por un curso propedéutico. “Es una introducción. Vemos conocimientos de las tres áreas, cuerdas frotadas, cuerdas pulsadas y viento, para que nos familiaricemos y podamos elegir a dónde queremos dirigir nuestro enfoque”, explica Galíndez. “Ves desde medir, medir en milímetros, en pulgadas, el uso de las herramientas básicas, una lima, una lija, son las partes manuales, lima, alicate, destornillador y la mecánica, las máquinas, el esmeril, el torno, la maquina pulidora”, señala Alexis Matamoros Grillet, lutier, profesor en la Escuela de Vientos y que cuenta con su propio taller.
Agrega: “Vas ganando destreza en esos primeros años hasta que se entra en el campo y es el manejo de los instrumentos, conocerlos, conocimiento sobre tipos de maderas, de materiales. Cómo armar y desarmar, el sistema de engranajes que hace que ensamblen muchas piezas en una sola, la limpieza, mantener todo pulcro y luego entrar en la mística de los instrumentos. Cada instrumento tiene su mística, saber sus partes, sus notas. Es una carrera extensa”.
Actualmente el programa tiene un pensum con una estructura académica de corte universitario, que fue implementado en 2018. “Son tres niveles: básico, medio y avanzado. Te ofrecemos unidades curriculares prácticas, teóricas e integrales. Ellos ven en las materias prácticas todo lo relacionado con taller, en las integrales ven las que se asocian al taller, pero dictadas por profesores internacionales. En las teóricas están inglés, matemática, física, química e historia de los instrumentos musicales”, detalla Bastardo. Las teóricas se ven a distancia desde 2020 por la pandemia de covid-19 y los estudiantes del interior viajan una vez al mes a Caracas para trabajar en los talleres.
“En la Escuela de Vientos y en la Escuela de Cuerdas en Caricuao contamos con las herramientas necesarias para que se dé la formación integral. Ellos adelantan en los talleres del interior, pero siempre debe haber una presencia en los talleres de Caracas, porque acá está el fuerte de herramientas, el fuerte de instructores”, continuó el profesor Alejandro Uzcátegui, lutier y jefe de inspección operativa del Programa de Lutería.
Para egresar los estudiantes deben ir fabricando tres instrumentos, en el caso de cuerdas frotadas. La fabricación tampoco es masiva. Un lutier con experiencia puede tardar entre tres y seis meses en hacer un violín. Los estudiantes duran aproximadamente un año en fabricar un instrumento como parte de sus prácticas. El producto final se convierte en un bien de El Sistema. Su foco está puesto en que los lutieres puedan realizar un trabajo en detalle y de calidad, más que en la cantidad.
La idea es que después del primer año puedan ejercer como asistente de lutier. En el segundo nivel ya son considerados técnicos, equivalente a un TSU, y el avanzado, que son los que culminan todo el programa, egresan como lutieres, certificados por El Sistema. “Le damos una carta de culminación en la que validamos que se formó con nosotros y que también tiene un peso, porque muchos de los lutieres que están fuera del país y que han sido captados es porque se conoce la calidad de lutieres que puede formar El Sistema. Tiene un peso a nivel académico”, agrega la directora del programa.
Entre las gestiones que han realizado para intentar validar los conocimientos impartidos se encuentra un diplomado en alianza con la Universidad Nacional Experimental de Guayana, que realizaron en 2017, dictado a los lutieres, con el fin de capacitarlos para formar a otros. En ese momento, la rectora de la UNEG, María Elena Latuff, anunció que se estaba creando el currículo para una maestría en Lutería y ser la primera universidad en ofertar estudios de cuarto nivel en el área. Sobre este punto, Bastardo dice: “Son conversaciones que se tienen que retomar, convenios que se tienen que retomar. Nos gustaría que nos pudieran acreditar a los profesores y los lutieres, porque ya acreditados por la universidad se puede crear un pensum de posgrado”.
La profundidad del programa, a su vez, ha tenido un doble filo. Les permite a sus egresados ejercer profesionalmente y emprender en un campo poco explorado en Venezuela, pero también ha alejado a posibles aspirantes. Estudiantes, profesores y directiva coinciden en que muchas de las personas que entran al programa, no lo finalizan porque no tienen tan claro, al principio, que la educación que se les ofrece es muy parecida a la de una universidad y que requiere ese nivel de compromiso.
“Yo mejoraría la conciencia de cómo nosotros entramos acá. Muchas veces se habla de la apertura del sistema de lutería y tanto músicos y como externos piensan que es un curso y cuando llegan acá, se dan cuenta de que es una carrera, que no es un cursito de tres meses”, dice Conza. “Aquí siempre pueden empezar 20-30 muchachos y se quedan 5 o 6. La gente quiere tener el instrumento en las manos de una vez y esto hay que cultivarlo. No es que llegas y tienes el instrumento al día siguiente. Hay gente que se desmotiva y se va. Empezamos mucho y terminamos pocos”, añade el profesor Pérez.
También es algo que se nota en la matrícula. Folletos de El Sistema que datan de 2015 señalan que el programa tenía 300 integrantes y su página oficial desde 2019 indica actualmente que son 303 integrantes. Pero los datos de la directiva muestran que tiene 162 integrantes, contando estudiantes y lutieres que trabajan para El Sistema y los que adicionalmente dan clases. “Hablar de la cantidad de estudiantes de Lutería siempre va a variar porque estamos generando captación de estudiantes cada 6 meses, pero dada la complejidad de la carrera, hace que los estudiantes no se mantengan, o son músicos que se incorporan a lutería y luego deben decidir entre la lutería o ser músicos”, justifica Bastardo.
Una demanda inabarcable
Aparte de ofrecer formación, el Centro Académico de Lutería también ofrece servicios a las orquestas, núcleos y músicos de El Sistema, desde el envío de algunos instrumentos del interior a los talleres de Caracas para su reparación, lutieres locales que se encargan de los núcleos de las regiones, hasta grandes jornadas de reparación para abarcar la mayor cantidad de instrumentos posibles. La más reciente fue en noviembre de 2021.
Mientras 12.000 músicos ensayaban en el Patio de Honor de la Academia de Militar para obtener el récord Guinness como la orquesta más grande del mundo, se instaló un taller de lutería con las tres áreas. Reunieron a 23 lutieres, entre profesores y asistentes de lutieres, y otros externos a quienes se les invitó a participar. En total fueron 30.
“Yo estaba con la profesora Mérida [Alaluna, hija del maestro fundador Rómulo Alaluna] encerdando arcos. Estaba como asistente de lutier. Era un salón gigante. Hubo mucha demanda. Nosotros llegábamos a las 9:00 am y terminábamos a las 7:00 pm. El primer día no se sabía que se estaba dando la jornada, ya en el segundo y tercero todos estaban al tanto. Cuando llegó el momento de presentarse en el concierto, tuvimos que entregar arcos sin encerdar. Era un sentimiento agridulce, porque aprendí muchas cosas, pero no pude solventar otras. Necesitamos más lutieres«, cuenta Iusleibi Galíndez.
El profesor Samuel Cepeda, especializado en cuerdas pulsadas, participó como asistente de lutier. “No tuve la oportunidad de realizar ningún mantenimiento de los instrumentos con los cuales trabajo, pero estuve como apoyo, ya que los instrumentos a participar eran los sinfónicos de orquestas, que son los de cuerdas frotadas y viento”, explica. Detalla que las reparaciones más habituales fueron el cambio de cerdas para los arcos, ajustes de puentes en el violín, y cambios de cuerdas.
Recuerda, de los menos frecuentes, encolado del diapasón [lugar dónde se pulsan las cuerdas del violín]. “Algunos instrumentos se vieron afectados por el calor y se despegaron”, señala. “Por mi parte puedo decir que todo salió muy bien, pudiendo lograr el excelente. Lo que lamento es que no nos dimos abasto para tantos músicos, ya que muchos no tuvieron la oportunidad de reparar sus instrumentos”, finalizó.
En esa jornada se repararon más de 150 instrumentos por día, según la directora de Programa de Lutería, Enmy Bastardo. “No hicimos una notificación oficial porque sabíamos que no podíamos con tanta demanda. Nosotros teníamos dos lugares: uno para las reparaciones y otro dentro del Patio de Honor para cuerdas, cañas de clarinetes, entre otros. Cuando se corrió la voz, la cola para recibir una cuerda o una caña era larguísima”.
Hay 41 lutieres al servicio de El Sistema, la mayor parte de ellos en Caracas. Otros se distribuyen en 12 estados. Uno de ellos es Omar López, de 54 años de edad, músico formado en el sistema de orquestas en Anzoátegui y que lleva más de 7 años como lutier de instrumentos de cuerdas frotadas. Suele moverse en varias regiones para reparar instrumentos; de hecho, la entrevista la dio desde Anaco, aunque su taller está en el núcleo de Cantaura. “Todos los días hay trabajo. Entre ayer y hoy reparé como nueve instrumentos en Anaco. Las reparaciones más comunes son puente, arco, cuerdas o alguna fisura de la madera, entre los instrumentos clásicos. Yo presto apoyo en Bolívar y en Monagas”, agrega.
Los materiales son costosos y en su mayoría importados. Tanto en los talleres de Caracas como en el interior reciben insumos enviados desde la capital obtenidos a través de una alianza con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que incluye libros, herramientas, materiales, maquinarias, accesorios y utensilios. “Yo tengo un taller en el núcleo donde trabajo, las herramientas son mías, y yo compro accesorios para darle comodidad a los muchachos, porque la zona más cercana de venta de accesorios es Puerto La Cruz. A veces voy Caracas y compro material. De vez en cuando, El Sistema manda sus cositas para acá. De hecho, enviaron recientemente”, agrega López, quien tiene además un taller en su casa donde atiende a particulares.
Sin embargo, la demanda de instrumentos es mucho más grande de lo que puede abarcar. “Todos los núcleos tienen cantidad de instrumentos inactivos por falta de material. Imagínate si hubiese material adecuado, imagínate cuántos muchachos se activarían. Ahorita se usa lo que es autogestión entre los núcleos, que piden colaboraciones a empresas”, indica el lutier. “Venezuela se quedó sin lutieres, la mayoría se fue del país. Cuando yo terminé mis estudios eran más de 90, ahora no me atrevo a dar una cifra de cuántos hay. He tenido invitaciones de Republica Dominicana, de Ecuador, de Argentina e incluso Italia, que es la cuna de la lutería. Pero yo amo mi país. En algún momento esta situación va a cambiar y mientras pueda hacer lo posible por ayudar; siempre estaré a la orden”.
Es un tema que tiene claro la directiva del programa. El jefe de inspección operativa, Alejandro Uzcátegui, agrega: “La circunstancia que nos complica a nosotros es la falta de técnicos para atender la demanda. La presencia de lutieres en comparación con la cantidad de instrumentos que hay que reparar es contrastante. La misión que nosotros tenemos es formar la mayor cantidad de lutieres para poder cubrir la demanda, porque es inmensa”.
La directiva dijo que no tiene conocimiento sobre la cantidad total de lutieres formados durante los 40 años que tiene el programa en funcionamiento. “Es una carrera poco común, poco conocida. Es algo que tampoco te puede llevar a formar masivamente”, afirmó Bastardo.
En el extranjero también se valora
El lutier Freddy Velasco, de 54 años de edad, también clarinetista, se formó y, además de trabajar para el sistema de orquestas, ayudó a reabrir la Escuela de Vientos en el año 2000. Es especialista en instrumentos de vientos, incluye viento-madera y viento-metal. “Normalmente el lutier de vientos se especializa en madera o en metal, y a su vez se especializa en un solo instrumento. Por la situación de escasez de lutieres de vientos, me dediqué a todas las familias”, cuenta desde Francia, donde reside hace cuatro años.
Aclara que la escasez de lutieres de vientos no solo se limita al país. “El caso de la lutería de vientos es muy escaso. La única escuela de lutería formal que tiene un programa está en Venezuela. En Argentina hay una asociación de lutieres que tienen formación en la lutería de vientos. En cambio, la lutería de cuerdas es más amplia. Muchas escuelas, grandes maestros, escuelas muy importantes en Cremona, Italia, aquí en Francia, Alemania. En vientos hay pocas y muy limitadas”.
Se formó en la Escuela de Vientos hasta su disolución a finales de la década de los 80 y asistió al único lutier que quedó, Luis Edgardo Blanco, que actualmente también reside en Francia. Trabajar con él y la participación en seminarios internacionales, así como viajar a Europa para conocer técnicas del área le permitió tener una perspectiva amplia para crear el programa de la escuela. Lo presentó a El Sistema y fue aprobado. Empezaron en un pequeño taller en Parque Central y tiempo después se trasladaron a Los Chorros.
Su recorrido y experiencia en el área era amplia. En 2018 le llegó la invitación de Francia. “Me invitó la empresa a trabajar con ellos y la decisión fue difícil, ya que en Venezuela estaba dirigiendo la escuela e iba muy bien y mi trabajo como lutier también era importante. Pero con la crisis que tenemos en Venezuela, pensé en mi familia y salí del país”, dice Velasco.
Ahora vive en Mantes la Jolie, una ciudad a 49 kilómetros de París, y trabaja para una empresa que fabrica instrumentos de viento-madera de alta calidad, Buffet Crampon. “No fue difícil para mí el trabajo. Obviamente sí el cambio de cultura, el idioma, pero uno se adapta y siempre con ánimos de aprender. Sigo en contacto con la escuela, me llaman para cualquier apoyo que yo pueda dar; allí me formé y formé muy buenos lutieres”.
Otros lutieres como Carlos Lamorte y Denny Rodríguez, ambos de cuerdas pulsadas y frotadas de Monagas, migraron buscando más experiencia profesional y una mejor calidad de vida. Residen en San Juan, Argentina. Tienen su propio taller, en el que realizaron los primeros cuatro venezolanos de Argentina. Aunque su principal fuente de ingreso es otro trabajo, ejercen la lutería desde que llegaron y fue una especie de salvavidas durante la pandemia. Han fabricado cuatros, guitarras, mandolinas y violines. “¿Conoces la Siembra del Cuatro? Bueno nosotros queremos hacer lo mismo, pero dando a conocer el cuatro al fabricarlo”, dijo Rodríguez.
Un taller integral y 300 estudiantes
Los profesores y la directiva piensan en una sola palabra: capacitar. La meta es tener y mantener 300 estudiantes, así como instalar un taller integral modelo, un proyecto que están realizando bajo la alianza que tienen con el PNUD. “Esa sería una forma de celebración. Un taller integral de lutería que cuente con la maquinaria moderna, que sea céntrico, que cuente con la unión de cuerdas y vientos en una sola instalación, con áreas de metalmecánica, maderables”, detalla la directora del programa.
Agrega: “Será un taller dedicado al servicio y a la atención inmediata de instrumentos musicales, que tenga una cantidad importante de lutieres atendiendo el área y que se sepa que habrá un taller que brindará ese servicio que tanto se necesita. Igualmente va a pasar en el resto de los estados, pero el primero será en Caracas”.
También tienen previsto realizar jornadas de mantenimiento y reparación cada dos meses, así como seminarios con maestros internacionales para continuar con la formación de los estudiantes actuales, que suelen realizarlos con la alianza que tienen con Hilti Foundation.
Cuando se le pregunta si considera que el Programa de Lutería pueda estar a la sombra en El Sistema, Bastardo expresa: “Nosotros estamos tras bastidores. Cuando se generan conciertos, actividades especiales, seminarios con clarinetistas reconocidos, a nosotros nos llaman. ‘Enmy para que vengan tantos lutieres’ y puedan atender alguna falla, quizás llevar algunas cañas porque los músicos las van a necesitar. El trabajo del lutier es estar allí”.
Culmina: “Somos una extensión del músico, no nos podemos permitir estar sobre ellos o quizás a la par, porque somos una extensión. Si no está el músico, a quién vamos a atender nosotros, entonces más allá de la sombra, es entender nuestra posición”.
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