Ocurrió en la selva del Darién entre Colombia y Panamá: una mujer venezolana que cruzaba ese territorio en búsqueda de una vida mejor, fue violada por 7 hombres a la vista de múltiples personas, a quienes los agresores amenazaron con armas para persuadirles de que no intentaran detener los actos criminales. Los detalles que ella relata son desgarradores e ilustran sólo una de las tantas historias que han sufrido quienes escapan de la dictadura de Maduro. La víctima contó su testimonio en enero de este año, —protegiendo su identidad—a las periodistas Doricel Alvarado y Gladys Rodríguez, al tiempo que describió el momento en el que abusaron de una niña de 13 años de nacionalidad cubana, que se había hecho amiga de ella, en la travesía: “La niña me miraba a los ojos y me decía: “¿Qué hago tía?”. Atrapada en esa terrible circunstancia le respondió: “Mírame a los ojos mi amor que ya esto va a terminar”.
Mientras escribo estas líneas, me pregunto qué pasará por la mente de quienes se sentaron a dialogar con la dictadura, ¿ellos no entienden que cada minuto que pasa es un tiempo en el que la vida de un venezolano está en riesgo? También me pregunto de cuál materia podrida estará hecho Nicolás Maduro y qué pensará Juan Guaidó cuando se va a dormir sabiendo que, en enero del presente año, una niña venezolana de 7 años falleció al intentar cruzar el Río Grande, junto a su madre, con la única pretensión de escapar de la miseria que impera en Venezuela. Hace unos días mientras algunos “artistas”, Influencers y pendejos de turno decían que el país está mejor, un pequeño de sólo 2 años de edad pereció por falta de oxígeno, cuando viajaba en un autobús en la frontera entre Perú y Bolivia, él también formaba parte de un éxodo sin precedentes en la historia nacional: casi 7 millones de personas se han ido de nuestra nación, escapando de la crisis económica y social, la inseguridad, las persecuciones políticas, la falta de insumos médicos y de medicamentos y por culpa de un sistema represor, en el que ejerce control el narcotráfico.
En 2021, Acnur publicó en su informe anual que después de Siria, Venezuela es el país con mayor éxodo. Para Maduro y para los señores que apuestan por el diálogo con su régimen, quizá los millones de hombres y niños que salen de nuestra tierra, representan solamente una cifra más de la estadística; en cambio para nuestro pueblo, cada uno de los que se han ido simbolizan la cara del dolor, son las víctimas de la injusticia de este mundo, en donde un genocida con escaso coeficiente intelectual somete un país a la miseria mientras él vive como un rey. El tirano pretende volver escombros a una de las naciones que más gloria le dio a la humanidad, gracias a la gesta de nuestros próceres independentistas, quienes aportaron el legado más valioso que puede tener una sociedad: la libertad.
El año pasado la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes) dio a conocer que más de 360 venezolanos fueron asesinados en Colombia. Al día de hoy, no hay datos oficiales de la cantidad de occisos criollos en el resto de los países que integran esa ala del continente, pero extraoficialmente se habla de números alarmantes. También hay múltiples denuncias por ataques de xenofobia en naciones como Perú y Ecuador, entre otras de la región a quienes los venezolanos en la época de bonanza nacional les abrimos las puertas, cuando su población enfrentó adversas circunstancias políticas y sociales.
Por otra parte, lamentablemente el señor Juan Guaidó no tiene una agenda real para poder brindarle soluciones, ni siquiera a la porción del éxodo que se vio obligada a abandonar al país por defender a nuestras instituciones. Uno de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio me contó que se vio obligado a huir de Venezuela, su calvario empezó al día siguiente de su nombramiento. Ni Juan Guaidó ni Leopoldo López han querido reunirse con él, le dan largas a un encuentro, que cada día se va haciendo más lejano, y lo han abandonado a su suerte, al igual que a tantos congéneres que creyeron que el presidente interino tendría más guáramo, compromiso y sentido de Estado
Quienes salen de Venezuela no lo hacen por donde quieren, sino por donde pueden, incluso en una balsa, centenares han encontrado la muerte al intentar llegar a su destino en esas embarcaciones improvisadas o por los caminos más peligrosos de las fronteras. La semana pasada un autobús que transportaba a venezolanos se estrelló contra un muro en Pasto-Ipiales, en la carretera entre Colombia y Ecuador, dejando un saldo de 24 heridos y 6 muertos, entre ellos 2 menores, de acuerdo con la información publicada por los medios de comunicación
Nunca antes fuimos una sociedad que se caracterizase por emigrar. En un país en el que las cárceles se llenan de presos políticos y en las calles las reglas las marcan los delincuentes, la única salida es el exilio. Es difícil dejar atrás todo lo que se ha construido, para atravesar lugares como la selva del Darién, en donde nada más en enero de 2022 un total de 2.819 venezolanos hicieron ese recorrido.
En casi todos los rincones del mundo hay un venezolano intentando encontrar una oportunidad, muchos son presa de la extorsión y la trata de blancas. Hay que tener presente que el país no está bien, los bodegones que están proliferando y las colas en los centros comerciales que hacen quienes reciben dólares de sus familiares en el exterior, no son un reflejo de la realidad. Una encuesta elaborada por la UCAB y publicada en el último trimestre de 2021 reflejó que la pobreza alcanzó el tope de 94,5%. Necesitamos acciones contundentes por parte de quienes tienen en este momento la posibilidad de restituir la democracia, ya basta de palabras bonitas y de frases trilladas: “El cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” es un eslogan muy atractivo que repite una y otra vez Guaidó, pero nada de eso se ha puesto en práctica. La complicidad e inacción de varios de los dirigentes de la oposición sólo han servido para perpetuar la dictadura que generó este éxodo sin precedentes.
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