El Museo Nacional de Río de Janeiro es el más antiguo de América Latina y el quinto más grande del mundo. El incendio que afectó sus dependencias durante la noche del domingo pone en peligro piezas de incalculable valor histórico como fósiles de dinosaurios, momias, utensilios indígenas y una extensa colección de mariposas. Son en total 20 millones de objetos los que amenazan con desaparecer para siempre tras el paso de las llamas, que lograron ser contenidas por bomberos.
Su colección de Antropología biológica comprende al fósil humano más antiguo descubierto en Brasil, conocido con el nombre de «Luzia».
Descubierta en 1974, se calcula que tiene más de 11 mil años de antigüedad y por eso se le apodó «la mujer más vieja de América». El descubrimiento del cráneo de Luzia y la reconstitución de su cara, que reveló rasgos similares a los de los negros africanos y los aborígenes australianos, cambió las principales teorías sobre el poblamiento de las Américas, y es por esto que se le consideró el mayor tesoro arqueológico del país. Ahora podría haberse perdido para siempre.
Otra de las piezas más valiosas de la colección del museo era el Bendegó, el mayor meteorito jamás encontrado en Brasil, hallado en Bahía en el siglo XVIII. La roca, de 5 toneladas, es originaria de una región del Sistema Solar entre los planetas Marte y Júpiter, y tiene unos 4.560 millones de años.
El meteorito fue hallado en 1784, en Monte Santo, en Bahía. En la época del hallazgo era el segundo meteorito más grande del mundo. Actualmente, ocuparía la posición 16.
Además la institución destacó por la riqueza de su departamento de paleontología, con más de 26.000 fósiles, entre ellos un esqueleto de dinosaurio descubierto en Minais Gerais y numerosos especímenes de otras especies extintas, como perezosos gigantes y tigres dientes de sable. En tanto su departamento de zoología, compuesto por 6.5 millones de especímenes, incluye una excepcional colección de peces (600.000), anfibios (100.000), moluscos, reptiles, conchas, corales y mariposas. Mientras que su herbario, con una muestra de 550.000 plantas, fue creado en 1831.
La colección de momias, precolombinas y egipcias, también hicieron célebre al Museo de Río. Entre las momias andinas destaca la del cuerpo momificado de un indio Aymara, de entre los 30 y los 40 años, cuya cabeza fue artificialmente deformada, una práctica común entre algunos pueblos de aquella región.
Entre las momias egipcias, el museo albergó de adultos, niños y también de animales como gatos y cocodrilos, la mayoría originarias de la región de Tebas.
Otro invaluable tesoro es el Trono del Rey Dahome, que formó parte de la colección del museo desde 1818. La pieza fue una donación de los embajadores del Rey Adandozan (1797-1818) al príncipe regente D. João VI y corresponde a una pieza del Reino de África, que duró hasta fines del siglo XIX. Otra pérdida que sin duda también se lamenta es la de la extensa biblioteca que albergaba el museo, compuesta por más de 537.000 obras, de las cuales 1.560 son únicas, como una «Historia natural» de 1481.
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