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La significación del 23 de enero de 1958 y el 4 de febrero de 1992 en el acontecer histórico venezolano (I)

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Portada del 23 de enero de 1958/ Foto: Archivo El Nacional

Mucho se ha hablado, escrito y debatido sobre los hechos ocurridos en cada una de estas fechas, quiénes fueron sus protagonistas, las causas que los originaron y sus consecuencias. Sin embargo, creo que, a pesar de todos esos esfuerzos, no ha quedado clara la significación cualitativa y los efectos que cada uno de esos hechos produjeron para beneficio o perjuicio de Venezuela y sus ciudadanos. La confusión es tal, que algunos los consideran similares a la luz de que sus principales actores pertenecían a las Fuerzas Armadas Nacionales. Mi intención, en este y en el próximo artículo, es tratar de aclarar, principalmente para las generaciones más jóvenes, la justificación, y el bien o el mal, que cada uno de esos movimientos produjo en la vida y en el desarrollo de nuestro país. Comenzaré esta entrega con el derrocamiento de la dictadura presidida por el general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, cuyo régimen se había iniciado, en 1950, después del asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, quien, a su vez, había encabezado un golpe militar para derrocar, en 1948, al presidente constitucional don Rómulo Gallegos y constituir una Junta Militar de Gobierno.

No obstante haber participado en los golpes que derrocaron a los presidentes constitucionales general Isaías Medina Angarita y don Rómulo Gallegos, el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, uno de los oficiales más brillantes de las Fuerzas Armadas de la época, comenzó a tener discrepancias con el teniente coronel Marcos Pérez Jiménez sobre la necesidad, que el primero planteaba, de un acuerdo nacional para poner fin al régimen de facto, mediante la convocatoria de una elección presidencial y la entrega del poder al candidato triunfador. Vale decir que el propio Delgado Chalbaud se perfilaba como un posible candidato con posibilidades de triunfo, dadas las simpatías que generaba en importantes sectores sociales. Sin embargo, su intempestivo asesinato, ocurrido en noviembre de 1950, aún no esclarecido, condujo al cambio de la Junta Militar por una Junta de Gobierno presidida por el doctor Germán Suárez Flamerich, quien ejercía el cargo de embajador en el Perú. Posteriormente, la Junta Superior de las Fuerzas Armadas irrespetó el resultado de las elecciones de 1952, en el cual fue electo presidente constitucional de Venezuela el doctor Jóvito Villalba; disolvió dicha Junta de Gobierno; designó a Marcos Pérez Jiménez presidente provisional por unos pocos meses, hasta  que, en 1952, fue electo presidente constitucional de la República por una írrita Asamblea Nacional Constituyente.

El gobierno de Marcos Pérez Jiménez, llamado gobierno de las Fuerzas Armadas, se caracterizó en lo económico por un apreciable progreso, en virtud de una importante disponibilidad de recursos provenientes del petróleo y de grandes inversiones de empresas, tanto nacionales como extranjeras, así como la realización de grandes obras de infraestructura, que le permitían presentarse como símbolo de desarrollo a los ojos del mundo. También estableció un plan de inmigración, principalmente desde la Europa de la postguerra, lo cual se tradujo en el ingreso al país de un gran contingente de mano de obra calificada que en gran medida contribuyó a la modernización de Venezuela, principalmente en su capital y en su región central. Sin embargo, en medio de esa imagen de progreso, se practicaba una creciente corrupción a gran escala, mediante la cual se enriquecían obscenamente, empresarios y amigos del gobierno. Para silenciar las críticas a tantos desafueros e impedir la acción política de las organizaciones partidistas y de la sociedad civil, se creó, desde el principio de su gobierno, un eficiente aparato de represión, la Seguridad Nacional, con tentáculos que alcanzaban hasta el exterior de la República, conculcándose las libertades políticas. La existencia de la Guerra Fría, en pleno desarrollo, también lo favoreció ampliamente.

Tantas arbitrariedades y desafueros, así como su ilegitimidad, generaron progresivamente un elevado nivel de rechazo en diferentes sectores de la sociedad, tales como el estudiantil,  el eclesiástico, el sindical, el empresarial, en fin  toda la sociedad, incluyendo la Institución Armada. Fue así como el primero de enero de 1958, se produjo la rebelión protagonizada por miembros de las Fuerzas Armadas, la cual fue respaldada  masivamente por la ciudadanía, en manifestaciones de protesta en todo el territorio nacional, incluyendo una huelga general el día 21, que condujeron, finalmente, a que en la madrugada del 23 de enero de 1958, Marcos Pérez Jiménez abandonara el país con una  inmensa fortuna, producto del saqueo del erario nacional. Sin embargo, fue posteriormente extraditado y juzgado por los tribunales nacionales. Definitivamente, al hacer un balance de su obra de gobierno, se puede afirmar que el legado de Pérez Jiménez, si bien pudo haber dejado una obra de infraestructura importante, su conducta totalitaria y corrupta, opacan totalmente cualquier juicio favorable que se quiera hacer de su gestión.

En cambio, la rebelión del pueblo venezolano, el 23 de enero de 1958, en unidad con sus Fuerzas Armadas, dio origen a un régimen de libertades, de imperio de la Constitución y las leyes, de apego a la institucionalidad, de progreso en todos los aspectos de la vida nacional, de reconocimiento y respeto por parte de la comunidad internacional, que duró cuarenta años y que permanecerán en la historia como uno de los grandes logros republicanos en contra de la opresión y la tiranía al restablecer la anhelada democracia, que un día, muy seguramente, recuperaremos, una vez más, con el concurso de todos. Hoy, cuando celebramos un aniversario más de esa hermosa gesta, renovemos nuestra fe y esperanza en que lo volveremos hacer, con la ayuda de Dios y nuestros esfuerzos.

 

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