Los subsidios son las armas estatales predilectas de todo populista, un subsidio apunta salvo en muy pequeñas excepciones, a la consolidación del respaldo popular a través de las dádivas estatales.
Las tragedias latinoamericanas y la imposición de sistemas férreos de izquierda siempre han iniciado a través de una supuesta “lucha legítima”, que pide “reivindicaciones”, la mayoría de las veces estas atienden a razones básicas y elementales: pedir subsidios, o pedir que no quiten subsidios.
Venezuela en el año 1989 fue un gran ejemplo de cómo operan estas “luchas sociales”, tras varias décadas de gobiernos socialdemócratas con un fuerte gasto público, el presidente Carlos Andrés Pérez en su segundo período recibió un país endeudado, con baja liquidez, y unas reservas cada vez más agotadas, un contexto sumamente distinto a su primer periodo que había iniciado 15 años atrás, donde la conocida Venezuela Saudí tenía un excedente de ingresos debido a la guerra de Yom Kipur, en la que los países árabes dejaron de exportar petróleo a Estados Unidos, por lo que Venezuela se convirtió en uno de sus principales aliados, y sus ingresos crecieron exponencialmente, tanto así, que el primer Carlos Andrés condonó la deuda de todos los ganaderos del país, en lo que llamaron “borrón y cuenta nueva”.
En 1989 ese excedente no existía, la maquinita de gastos del Estado venezolano se había ido arruinando por tanto derroche y populismo, entonces un Carlos Andrés más viejo, y a su vez, más inteligente, comprendió que el país no podía seguir la senda del exacerbado gasto público, pues la quiebra estaba a la vuelta de la esquina, y para volver a ser una potencia, había que recortar el gasto.
Entonces tomó la decisión de efectuar medidas liberales para la economía venezolana: financiamiento del FMI con un programa de ajustes, liberación de tasas de interés activas y pasivas, unificación de tasa cambiaria, eliminación de Recadi (un sistema de control cambiario), liberación de precios de productos de la cesta básica, aumento del precio de la gasolina, junto a la eliminación de los aranceles de importación. Sin embargo, el país poca importancia le dio al paquete económico, a pesar de haberlo llamado “el paquetazo neoliberal”, pero el aumento de precio de la gasolina fue, literal, la gasolina del discurso de las bases socialistas en Venezuela, para saquear e incendiar Caracas, en lo que pasaría a conocerse en la historia como: El Caracazo.
Carlos Andrés Pérez no lograría terminar su mandato tras el intento de eliminar el subsidio de la gasolina, años después en situaciones similares, Lenin Moreno y Sebastián Piñera —en Ecuador y Chile respectivamente— también debieron revertir sus decretos para disminuir o eliminar subsidios al transporte; en Argentina también Mauricio Macri revirtió unas medidas para garantizar subsidios en servicios públicos y alimentos, esto con el propósito de ganarse el voto complaciente de los argentinos en las elecciones ante el candidato kirchnerista Alberto Fernández —algo que por cierto no funcionó—; todo esto porque en América Latina una gran mayoría tiene un corazoncito amante de la gratuidad, lo subsidiado y regalado por el Estado; se ha afianzado mucho en nuestras culturas el concepto de Estado como un pather familias, y no como el organismo encargado de velar por el correcto desenvolvimiento de las relaciones sociales, jurídicas y económicas; el presidente entonces es visto más como una figura paternal, a la que se le reprocha todo fracaso y se le agradece cada triunfo, que como un funcionario público cuyas funciones están enmarcadas dentro de una Constitución.
Cabe destacar además que, el subsidio se puede presentar de dos maneras:
— En economías mixtas es el Estado sacando rentas de privados que producen, para cubrir deudas de privados que no producen.
— En economías totalmente estatizadas, es el Estado explotando a un reducido número de población, para satisfacer las necesidades de un grupo más cuantioso (en Cuba, por ejemplo, trabajan solo 4 millones de cubanos, los cuales “mantienen” a los 7 millones restantes; y en Venezuela, los subsidios son financiados por el dinero egresado del petróleo en Pdvsa).
El subsidio en América Latina, más que una herramienta para solapar alguna crisis o medida económica concreta, ha sido utilizada por operadores políticos, precisamente como un arma política, un chantaje: me votas y te subsidio, te subsidio y me votas, esto ha creado en el continente un sistema de dependencias estatales que ha trastocado por completo la misión de los funcionarios públicos ante la ciudadanía, y la de la ciudadanía ante los funcionarios públicos; donde el funcionario se convierte en una especie de mesías que viene a solucionar los problemas con dinero ajeno, y donde el ciudadano debe arrodillarse a los caprichos y designios de ese mesías, para poder recibir la atención que requiere.
Es importante destacar que la palabra subsidio, en lo que América Latina se refiere, tiene una connotación bastante positiva, en términos de uso, y bastante negativa cuando se refiere a la eliminación del mismo. Un gobernante socialista bien podría, por ejemplo, aumentar un impuesto, y la medida no será recibida con el mismo rechazo a eliminar un subsidio, aun cuando el propósito de ambas medidas es el mismo: conseguir financiamiento o ahorro para el Estado.
Es por esta razón que los líderes de corrientes más liberales y conservadoras en el continente deben ser sumamente hábiles para contrarrestar la narrativa socialista, puesto que los líderes de estos clanes extremistas han recibido durante años adoctrinamiento desde Cuba, para poder moldear toda una línea discursiva capaz de poner a su favor hasta a los niños ricos de toda sociedad latina. Tal es así, que cuando la presidenta socialista Michelle Bachelet subió el pasaje del metro en 80 pesos, no hubo reclamos de la sociedad chilena, y cuando el presidente de centro derecha Sebastián Piñera aumentó el pasaje en 30 pesos, se le vino el mundo encima, y las hordas de izquierda destruyeron Santiago de Chile.
Si los latinoamericanos queremos recomponer el orden social en América Latina, construir sociedades pujantes, con economías estables, no basta solo con aplicar medidas económicas que favorezcan a todos, también es extremadamente necesario estudiar métodos comunicacionales para poder brindar argumentos que puedan ser absorbidos por todos los estratos poblacionales, y que así, desde el más pobre, hasta el más rico, sean capaces de comprender las medidas necesarias para sacar a flote nuestras economías y erradicar la pobreza.
A fin de cuentas, un individuo jamás será sacado de la pobreza por que se le regale un mercado, se le disminuya la tarifa eléctrica o del transporte; la única forma de sacar a la gente de la pobreza es multiplicando las riquezas, no repartiendo miserias.
@EmmaRincon
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