Bueno, pues por fin parece que todo cobra sentido.
No sé si ustedes se habrán preguntado, a lo largo de estos dos últimos años, cómo es posible que una enfermedad con 3% de mortalidad de media haya paralizado el mundo en el más amplio sentido de la palabra, llevándose por delante las economías de prácticamente todos los países occidentales.
Yo sí me lo he preguntado, en numerosas ocasiones. Si tenemos en cuenta que en enfermedades endémicas tan comunes como la gripe, por establecer una comparativa fácil y comprensible, la mortalidad es de entre 13% y 67% entre los pacientes ingresados, según las franjas de edad, es incomprensible el pánico general que ha causado un virus que, si bien no hay que tomarse a broma, no es el ébola, ni mucho menos.
Así pues, y dado que es deporte nacional opinar y teorizar sobre cualquier tema, es normal que al hilo del covid-19 hayan surgido todo tipo de teorías de la conspiración, unas más disparatadas que otras, pero es cierto que algo huele mal en este asunto.
Según un comité de expertos, formado por mi amigo Carlos, tan válido o más como el comité de expertos que quisieron vendernos durante las primeras olas y que se ha demostrado fehacientemente que no existía, esto no ha sido más que un experimento social.
Tengo que decir que en este punto estoy muy de acuerdo con Carlos, el experto, pero disentimos en el motivo por el cual se habría llevado a cabo. Según Carlos, el experto, esto no ha sido sino un simulacro en orden a prepararnos para una hecatombe real, ya sea en forma de pandemia verdaderamente letal, una invasión extraterrestre o cualquier otra catástrofe magnífica que pueda acechar a la humanidad.
No es una teoría tan disparatada, si tenemos en cuenta que hay quien piensa que con la vacuna nos inyectan nanorobots para luego controlarnos a través del 5G. Al menos tiene credibilidad, es coherente. Si se presenta una pandemia potencialmente mortal, algo habremos aprendido.
Mi teoría, sin embargo, es que este experimento va encaminado a saber hasta qué punto se puede controlar a la población, hasta qué punto se pueden atacar sus derechos y libertades con un motivo nimio. Y creo que, evidentemente, el experimento ha sido todo un éxito, dado que la masa social ha acatado todas y cada una de las normas, aunque fueran tan sangrantes como cerrar sus negocios, perder su medio de vida y no poder ver a sus allegados; Nos hemos mostrado colaboradores, en el inicio y, desafortunadamente, sumisos en el desenlace. A pesar de las numerosas incongruencias en las que ha incurrido el gobierno y que no me es posible enumerar aquí, un alto porcentaje de la población sigue, a día de hoy, acatando la norma.
Es asombroso, dado que es evidente la improvisación con la que se está afrontando este asunto. Cuando no había mascarillas, nos dijeron que no eran necesarias. Cuando las hubo, eran obligatorias. La vacuna es doctrina, pero sigue ingresando y muriendo gente vacunada. Nos cerraron las fronteras, incluso de las comunidades autónomas, pero en verano el virus se fue de vacaciones, como nosotros, que ya pudimos viajar. En Navidad, pese al desaforado aumento de contagios, no se han impuesto restricciones y nos iban a dar un test de antígenos para que pudiéramos cenar con nuestros padres, que aún estamos esperando.
Y por fin, la última ocurrencia, la que evidencia la gran mentira a la que hemos sido sometidos; ahora el gobierno quiere tratar la enfermedad como si fuera una gripe. Esto quiere decir que, a partir de ya, no habrá mascarillas, no habrá restricciones, no habrá baja laboral ni confinamiento, salvo en el caso de quienes requieran atención hospitalaria. Pasamos de todo a nada, debe de ser que con la intención de que el virus, al no hacerle caso, se aburra y se vaya definitivamente. Que lo vamos a matar con nuestra indiferencia, vamos.
Me recuerda esta actitud del gobierno a una tira magnifica del genial Quino, en su personaje de Mafalda, en la que esta y su amiga Susanita ven a un pobre pidiendo en a calle. Tras observar la situación, Mafalda le dice a Susanita: “Me parte el alma ver gente pobre”, a lo que Susanita responde “a mí también”. Mafalda, entonces, comenta: “Habría que dar techo, trabajo, protección y bienestar a los pobres”; a lo que Susanita contesta “¿para qué tanto? Bastaría con esconderlos”.
Pues esta es la nueva política que ha iluminado el 2022 en nuestro ínclito gobierno. ¿Para qué acabar con el virus? Hagamos como si no estuviera. Verás cómo se aburre y se acaba marchando.
Esta actitud paternalista, este modo de tratarnos como a imbéciles, muy propio de estos gobiernos, tanto el nacional como los autonómicos, demuestran que creen que nos vamos a tragar cualquier píldora que nos ofrezcan, aunque esté llena de espinas. Y lo malo es que, con nuestra actitud, les estamos dando la razón.
O puede que, como he enunciado al principio de este artículo, mi amigo Carlos tenga razón, en su experta opinión y lo que acurre es que, según noticia de ayer, “La NASA avisa que el asteroide 2009 JF1 impactará en la tierra el 6 de mayo de 2022”.
¡Vamos a morir todos!
Descansen… en paz.
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