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Día del Educador: profesión destrozada en Venezuela

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Por Equipo Editorial

Cada 15 de enero celebramos en Venezuela el Día del Educador, cuyas razones históricas dieron origen en 1932 a la fundación de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria, y que fue una lucha clandestina por las reivindicaciones de la educación en tiempos cuando la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez gobernaba el país como si fuera su hacienda personal, y haciendo del pueblo una especie de subordinados en conducta y acciones de vida.

Así tenemos que caído aquel régimen con la muerte del dictador, el país siguió buscando su camino hacia la libertad y la democracia, y en 1945, el entonces presidente, Isaias Medina Angarita inicia el reconocimiento formal de tan importante fecha en el contexto de la educación.

Lamentablemente, cuando se ha llegado a los 90 años de creación de la primera asociación magisterial, las necesidades docentes son quizás de mayores demandas que aquellos oscuros tiempos del siglo XX, y que en la actualidad, el madurismo prácticamente ha convertido la educación y la profesión educativa en su excremento político.

En efecto, desde que Nicolás Maduro asumió el poder, cifras de organizaciones no gubernamentales -porque no existen estadísticas oficiales- señalan que tenemos una deserción escolar que llega a 40%, mientras otra cantidad similar también se hace parte del abandono de los estudiantes universitarios, y no menos de 30% de las maestras y profesores de la administración pública han abandonado las aulas como medio de ejercicio profesional ante unos «salarios» que en el mejor de los casos llegan a 10 dólares mensuales.

Del mismo modo, casi toda la infraestructura educativa de escuelas, liceos y universidades se encuentra saqueada, destruida y abandonada. Ni siquiera -a pesar de que se viven tiempos de covid-19 y sus variantes- en los planteles funcionan los servicios públicos más esenciales, cuando hasta los sanitarios carecen de agua para lavarse las manos o mantener la higiene de las pocetas. La electricidad y el Internet son una utopía, sobre todo en las escuelas de los municipios rurales, y por supuesto, en tiempos de tecnología, si los estudiantes carecen hasta de pupitres, menos podrían estos tener un aprendizaje que sea vinculado con el conocimiento, la computación y la investigación contemporánea.

Los contratos colectivos y la elevada misión que establece la Constitución sobre el ejercicio docente fue convertido en papel higiénico por Nicolás Maduro y la ministra Yelitze Santaella, al punto que esta última, siendo gobernadora de Monagas, emplazó -palabras más, palabras menos- a los docentes para que se fueran a «vender plátanos» como forma de mejorar los paupérrimos «ingresos» que aporta el madurismo al presupuesto de la educación.

Nada puede ocultarse porque, como decía la abuela de un exministro de Comunicación, «la mentira tiene patas cortas»», razón por la cual, aunque Nicolás Maduro y sus panegíricos hablen de «educación gratuita» y de «calidad» «, la verdad es que el sector educativo está herido de muerte, porque ya ni se asignan recursos económicos a la educación para sus acciones más fundamentales de alimentación a los estudiantes, materiales pedagógicos, deportivos y culturales, y limpieza de planteles.

A pesar de tantas complejidades, el magisterio venezolano seguirá intentando cambiar esta realidad de sus luchas políticas y sociales, teniendo el compromiso de no desfallecer por alcanzar un cambio que garantice al país a través de la educación, una transformación integral de Venezuela.

Aunque no haya nada que celebrar, ¡feliz Día del Educador!

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