Carlos Rangel fue un héroe con todas las letras, quizás el pensador más importante del último siglo en el continente, con el perdón de los Vargas Llosa, Octavio Paz, y compañía.
En las décadas de los sesenta y setenta, mientras los intelectuales de la época, los grandes medios de comunicación y el mundo entero observaba con veneración y entusiasmo el avance de la revolución cubana, había un hombre que sin haber vivido todavía las penurias del comunismo-socialismo, ya advertía lo que venía para Cuba y el resto de la región de seguir sus pasos; sus predicciones en todo caso fueron acertadas, lamentablemente nadie lo escuchó.
Rangel nació en Caracas, Venezuela, realizó sus estudios de educación superior en Estados Unidos y Europa, y posteriormente se convertiría en profesor universitario y diplomático de carrera, hasta involucrarse en el periodismo de opinión y comenzar a escribir las obras que lo harían inmortal.
Si hoy tras los evidentes abusos y atropellos cometidos por el marxismo en la región, luego de más de sesenta años de una cruel y sanguinaria tiranía en Cuba, de dos décadas con el mismo propósito en Venezuela, y lo que hemos podido presenciar en otros países como Nicaragua o incluso Argentina, es difícil hablar de libre mercado, propiedad privada y libertades individuales, imaginen lo que era hacerlo 50 años atrás, cuando una abrumadora mayoría de intelectuales se bajaba los pantalones ante todo el que le susurrara al oído la palabra socialismo e igualdad y Keynes era una superestrella.
Del buen salvaje al buen revolucionario
En el año 1976 Rangel publicaría la obra que a mí parecer es uno de los más grandes ensayos escritos en el último siglo, llamado Del buen salvaje al buen revolucionario, un libro que sería impulsado y difundido ampliamente gracias a la admiración que sentía el filósofo, escritor y periodista francés Jean-Francois Revel.
Revel en el prólogo de la obra de Rangel escribió:
“Del buen salvaje al buen revolucionario es un libro indispensable no sólo para la comprensión de Latinoamérica, sino de una buena parte del mundo contemporáneo, donde se reproducen los mismos fracasos, las mismas impotencias, las mismas ilusiones. Más allá de su objeto inmediato y de su caso específico, la obra de Carlos Rangel constituye una reflexión general sobre la discrepancia entre lo que una sociedad es y la imagen que esa sociedad tiene de sí misma. ¿A partir de qué punto esa separación se hace demasiado grande para que sea compatible con el control de la realidad? Esta es la cuestión a cuya determinación nos aproximamos a través de la historia de la América española y por la confrontación de sus mitos con sus realidades”.
En efecto, la obra de Rangel no solo es indispensable para comprender los fallos históricos, políticos y económicos de la historia de América Latina, sino también los huecos narrativos y sociológicos que han originado que desde lo más alto de México hasta la zona más baja de Argentina, nosotros, quienes nos consideramos latinoamericanos, nos hayamos criado bajo una cultura radicalmente victimista, con un grave desprecio hacia el mérito, y con Estados paternalistas que solo han logrado profundizar aún más la brecha existente entre el norte de América (Estados Unidos), y el resto de países del continente. Sobre este asunto Rangel escribía:
“…prevalece desde el comienzo en la sociedad norteamericana la convicción de que el imperio de la ley es en sí mismo una conquista tan fundamental contra la tendencia a la arbitrariedad latente en todos los gobiernos, que más vale soportar una ley deficiente, y aun mala, hasta poderla modificar mediante un procedimiento regular, que admitir (y mucho menos solicitar) su enmienda o abolición por un acto de fuerza, sea autocrático, sea revolucionario. Quienes supongan exagerado atribuir semejantes sentimientos colectivos a los norteamericanos del último cuarto del siglo XVIII, no se han enterado o se resisten a creer, contra la evidencia, de que en esas colonias inglesas de Norteamérica el pensamiento de Locke había llegado a ser tan sutilmente difundido, tan influyente, tan inmediato, tan ‘folklórico’ como ha llegado a ser el pensamiento de Marx y Lenin en el llamado Tercer Mundo en la segunda mitad del siglo XX. Y fue Locke quien dijo que donde termina la ley comienza la tiranía”.
El libro de Rangel no solo disecciona a la perfección las trabas ideológicas y políticas que han condenado a América Latina a la pobreza y el atraso, sino que a su vez explica de manera detallada como el marxismo ha ido penetrando en nuestras naciones, y como por el contrario Estados Unidos prosperaba gracias a políticas liberales; así lo reseña al recordar uno de los viajes que hizo el precursor de la emancipación americana contra el imperio español, junto a Simón Bolívar probablemente el venezolano más importante de la historia, el Generalísimo Francisco de Miranda:
“Las ventajas de un gobierno libre con tranquilo sentido común, Miranda atribuye las virtudes y prosperidad que observa en la sociedad norteamericana no a ningún todavía imposible e impensable abuso de poder con relación a otras naciones, sino sencillamente a “las ventajas de un gobierno libre (sobre) cualquier despotismo, cosa que “poquísimos franceses” o españoles familiarizados con Estados Unidos son “capaces de discernir”, por no haber “penetrado el arcano maravilloso de la constitución británica”.
Tercermundismo
A pesar de que Del buen salvaje al buen revolucionario es la obra más conocida de Rangel, y por mucho la más venerada, yo considero que “Tercermundismo” es probablemente superior a la anterior, pues disecciona con mucha más precisión y entendimiento las raíces podridas que el socialismo ha dejado, no solo en América Latina, sino en el mundo entero; a su vez que logró comprender como pocos en su tiempo, y como millones siguen sin entender, la innegable relación existente entre el socialismo marxista y el fascismo:
“Hoy nos es posible percibir que el socialismo marxista-leninista y el fascismo no eran (y no son) contrarios esenciales y polos antagónicos, como ellos mismos tal vez creyeron (y en todo caso se empeñaron en hacer creer, logrando persuadir de ello a toda una generación), sino hermanos -enemigos. El fascismo tiene el mismo ardor estatista del socialismo marxista y es igualmente antiliberal y por lo tanto anti-capitalista. Lejos de ser el último cartucho del liberalismo burgués moribundo, se concibe a sí mismo como, y es de hecho, una filosofía política de la familia socialista”.
El gran y heroico Carlos Rangel, sin acomplejarse ante la predominante intelectualidad marxista de la época señalaba la verdad sin complejos: “Sin excepción todos los países autocalificados de socialistas conocen grados variables de atraso económico, y todos sufren un consternante atraso político”.
Discurso de Carlos Rangel en la Asociación Venezolana de Ejecutivos sobre la crisis económico que vendría en el país (YouTube)
Carlos Rangel, el padre de las ideas libertarias en Venezuela
En la actualidad quienes hemos sobrevivido a la destrucción provocada por los sistemas colectivistas en el mundo intentamos alertar a nuestros países hermanos o de acogida sobre esta nefasta ideología, y a pesar de la evidencia y los abusos, nos seguimos topando constantemente con organismos multilaterales como la ONU, y todos los departamentos que de allí se desprenden, lavando los crímenes de la izquierda internacional, y celebrando las atrocidades cometidas por el socialismo.
Incluso, en la que históricamente fue la tierra de las libertades hemos observado como el colectivismo y el marxismo ha ido abriéndose paso, a tal punto que hoy en día libertarios y conservadores son marginados y censurados en redes sociales, desprestigiados y difamados en medios de comunicación, y totalmente excluidos de la industria editorial o cinematográfica.
Desafortunadamente a los 58 años de edad uno de los más grandes pensadores de la historia moderna, Carlos Rangel, decidió quitarse la vida por razones desconocidas, luego de alertar incansables veces que también su país corría el riesgo de contagiarse de la enfermedad socialista, y luego de pedir una y otra vez que se aplicara en la nación una economía de mercado que jamás se practicó en Venezuela.
Hoy los venezolanos debemos lamentar no haber escuchado a Carlos Rangel, lo mínimo que podemos hacer es rendirle un tributo a su memoria, revivir sus textos, darlos a conocer por el mundo, hacer que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos lo lean, para que con suerte no caigan en las mismas trampas ideológicas que nuestra generación y podamos algún día convertir a las naciones de América Latina en territorios prósperos, ricos, democráticos y libres.
PD: Este artículo de ninguna manera hace justicia al legado de Carlos Rangel, es imposible resumir o reflejar su grandiosa obra en un escrito, por lo tanto mi invitación a todos es que vayan a sus libros y se dejen sorprender por la sabiduría de un hombre que estaba adelantando en el tiempo.
@EmmaRincon
Artículo publicado en El American: https://elamerican.com/carlos-rangel-heroe-latinoamericano/?lang=es
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