Según Naciones Unidas, la pandemia actual, cuyo virus mutante asuela al mundo, podría aumentar la pobreza hasta llegar a afectar a 5oo millones de personas más. Sería la primera vez que la pobreza extrema se incrementa desde 1990, cifrada en 700 millones de personas. El desigual desarrollo de los países permite grandes ascensos en su escala y también caídas pronunciadas, pero no cabe duda de que la pandemia ha supuesto importantes problemas de carácter económico: disminución del empleo, caída de inversiones, quiebra de empresas, cierre de explotaciones industriales, migraciones.
En numerosos lugares, la preocupación por la variante ómicron da paso a los problemas de su contagio veloz, que está suponiendo la drástica disminución de los servicios públicos, suministrados por empleados públicos o privados, a causa de las sucesivas bajas de trabajadores contagiados. De nuevo la tensión entre la protección de la salud y la necesidad de realizar actividades económicas, imprescindibles para las empresas,y también para el mantenimiento del empleo. Por ello conviene que tengamos presente la pobreza y la necesidad que viven los sectores más castigados por la desigualdad, tal vez el mayor coste social de la crisis. (Jose María Maravall. 2017).
Entre las formas de pobreza que existen, cobra ahora una singular relevancia aquella que esta asociada a la carencia de posibilidades de acceso a las tecnologías de la cuarta revolución industrial. Esta circunstancia, que puede y debe ser combatida por las políticas públicas, se ha denominado brecha digital,definida como la línea o distancia que separa al grupo que puede acceder a las Tecnologías de la Información y las comunicaciones (TIC) del grupo que no. Atañe especialmente a las personas que por carecer de los medios económicos suficientes o por su analfabetismo digital, gozan de grandes dificultades para aprovechar las ventajas que esta tecnología nos alcanza.
La brecha se produce por variadas causas, pero las más importantes tienen que ver con la debilidad de las infraestructuras de conexión, la lejanía de los grandes centros económicos y políticos, pero también por el desconocimiento de las utilidades y aplicaciones que el mundo digital nos acerca y pone a nuestra disposición.
Para intentar nivelar la sociedad, se generan políticas públicas que permiten que la sociedad solucione o ,al menos, amaine los conflictos existentes, estableciendo ayudas, subvenciones y en general actuaciones que minimizan las diferencias sociales. Activar a la sociedades una de las funciones principales de la Administración, según los teóricos alemanes de finales siglo XIX.
Por ello, las políticas deben buscar siempre acceder al mayor numero de personas posible y huir de aquellos objetivos o resultados que solo alcancen a capas muy reducidas de la sociedad, que objetivamente no las necesitan o que tienen otros medios de conseguir su bienestar. El bienestar es precisamente, el objetivo general del Estado en la época actual, de quien ha tomado su nombre y se ha convertido en un desiderátum nunca totalmente logrado, pero generalmente buscado y con frecuencia prometido por las diversas opciones políticas.
Las políticas públicas pueden ser también excluyentes, cuando se dirigen sólo a beneficiar a capas sociales no necesitadas o abanderadas de un partido o un grupo, en detrimento de los demás. Es lo que ocurre cuando la corrupción se adueña de la sociedad y del Estado, pues los recursos públicos se destinan al beneficio de algunos ciudadanos o las políticas generales resultan demasiado onerosas por falta de control y por la dilapidación tortuosa de los dineros públicos.
En estos días de finales del año 21, conviene fijar la vista también en los proyectos de varios países desarrollados, que para beneficio de sus ciudadanos no dudan en transferir los residuos a los países más pobres o como acaba de anunciar el gobierno danés, construircárceles para que los presos extranjeros cumplan condena en Kosovo, perorespetandola legislación de Dinamarca.No parece que esta sea una actividad especialmente honrosa.
El fracaso mundial con respecto a la pandemia y la distribución de las vacunas, muy abundantes en los países ricos y casi inexistentes en algunos países pobres, es otra manifestación negativa. Pero como la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado de forma reiterada, la pandemia no estará resuelta hasta que haya desaparecido en todo el mundo. La variante ómicron es una prueba de ello. Cómo ha señalado el expresidente uruguayo Sanguinetti es el “nacionalismo vacunatorio”.
La proliferación de trámites y su complejidad incrementa la dificultad en su comprensión y ello tiene especial incidencia en la pobreza y en su extensión. La digitalización de procedimientos y la actual imposibilidad de la presencia de los funcionarios en las oficinas administrativas, incrementa la pobreza. La pobreza digital es en cierto modo, otra secuela de la pobreza de siempre.
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