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Fraternidad, semilla en un país fracturado

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nuncio apostólico-Giordano por

Foto Yuri CORTEZ / AFP

“Cuando te encuentras en una situación desértica, lo más importante es plantar buenas semillas y plantas, capaces de algún día hacer que el desierto vuelva a florecer, y de frutos para el bien común del pueblo. El mundo y Venezuela necesitan con urgencia los frutos de la fraternidad”, con este mensaje el nuncio Aldo Giordano (1954 – 2021) apenas unas pocas semanas atrás nos saludaba por medio de un video desde Bélgica, donde recién asumía su nuevo papel diplomático ante la Unión Europea. Con su característica sencillez, y sobre todo con su capacidad de transmitir confianza y sosiego en cada una de sus palabras, nos hacía una invitación a continuar impulsando la paz en Venezuela a través de la fraternidad.

Hablar de paz hoy en Venezuela puede lucir como una utopía, como un pequeño paraguas en medio de una tormenta. Ciertamente el contexto del país hoy es dramático, los venezolanos somos hoy parte de una sociedad fracturada, hemos vivido una guerra silente, en la que millones de vidas se han visto afectadas, lanzando a miles de personas a la emigración forzada, a la pobreza, y en general a una vida marcada por la incertidumbre. Además, en el plano político las élites no parecen estar dispuestas a ceder en su lucha por el poder, sin importar a cuantas personas estén condenando a la precariedad material y psicológica continúan ensimismados en sus proyectos personales.

El nuncio Aldo Giordano, como la persona inteligente que era y además contando con información de primera mano sobre el país, sabía que actualmente los venezolanos nos encontramos cruzando un desierto; sin embargo, desde su realismo también sabía que aún en las peores condiciones es posible sembrar semillas que algún día germinarán. Su invitación no se trataba pues de un buen deseo, por el contrario, era (y es) una ruta claramente trazada, pragmática, y con un objetivo claro, lograr la paz en Venezuela. En esa ruta además hay una herramienta específica que el propio nuncio menciona en su mensaje y con la que trabajó incansablemente, el diálogo.

Hoy el camino que luce más fácil es el de “nadar con la corriente”, esto en un contexto como el venezolano en el que las instituciones son débiles, la sociedad se encuentra desarticulada, y la precariedad material agobia, se reduce básicamente a intentar sobrevivir, y en algunos casos adaptarse y mimetizarse con el sistema. Hoy es sencillo tener “likes” apelando a la narrativa de la confrontación, o incluso a la del cinismo que es una manera de reconocer que ya no hay nada que hacer. Hoy en Venezuela es más fácil destruir que construir, es más natural encerrarse que abrirse a los demás, es más seguro golpear primero en vez de tender la mano. En pocas palabras, es más fácil que cada uno busque su sobrevivencia en el desierto.

Pero hay una alternativa, la de sembrar. Este llamado que hace el Nuncio es valiente en muchos sentidos, en primer lugar, porque rompe con la visión pesimista del “no hay nada que hacer”, y con ello abre las puertas para convertirse en blanco de los que con cinismo han optado por reírse de la tragedia sin hacer nada por cambiarla. Por otro lado, también implica ir en contra de los que viven de la división, no solo quienes desde el poder logran mantener su estatus quo por ella, sino quienes desde distintas tribunas celebran y aúpan la confrontación, como si se tratara del Coliseo Romano desde sus tribunas disfrutan ver como otros se destrozan.

Pero el mensaje del nuncio implica además un acto de valor adicional, no de su parte sino de quienes decidan escucharlo. Los que han decidido no hacer nada o los que desde sus tribunas disfrutan la confrontación es casi seguro que no se atrevan a cuestionar al nuncio, quizás guarden silencio esperando que el mensaje pase inadvertido. Pero quienes desde su rol de “simples ciudadanos” opten por hacerse eco de este mensaje seguramente serán atacados, sus intenciones serán cuestionadas, e incluso habrá quien busque llamarlos soñadores en tono de burla. Es por ello que decidir por la fraternidad, y con ella por el diálogo, es hoy en Venezuela un acto de valentía.

@lombardidiego

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