Desde el extremo más austral de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, de 35 años de edad, se convirtió este domingo en el presidente más joven de Chile, un país con grandes desigualdades sociales que el líder millennial quiere resolver promoviendo un Estado de bienestar.
Con el 92,12% de las mesas escrutadas, el antiguo dirigente estudiantil fue elegido frente al ultraderechista José Antonio Kast, un abogado de 55 años, con más de 11 puntos de diferencia.
La rotunda victoria de Boric fue reconocida de inmediato por Kast y provocó los mejores deseos del presidente saliente, el conservador Sebastián Piñera, en una llamada telefónica que tradicionalmente es sintonizada por todos los canales de televisión. Suele realizarse con un antiguo teléfono, pero esta vez se hizo por videollamada.
Boric, para quien «el país saca lo mejor de sí cuando estamos unidos», dirigirá una nación que redacta en una Convención Constituyente su nueva Constitución, emanada de las protestas sociales de octubre de 2019.
También tendrá que lidiar con la crisis económica derivada de las restricciones sanitarias por la pandemia del coronavirus.
«Me di cuenta de que para Gabriel esto era un apostolado y dejé de luchar. Esto para mí es pisar piedras todo el tiempo; yo quería una vida más cómoda, más clásica (para él)», cuenta a la AFP su madre, María Soledad Font, desde su natal Punta Arenas, a unos 3.000 km al sur de Santiago.
Ella no quería que Boric entrara en política, pero la pared de su antiguo dormitorio ya mostraba a un joven centrado en ella: «Seamos realistas, hagamos lo imposible» o «la razón hace la fuerza», se lee aún en los muros de la habitación del segundo piso de la casa de sus padres.
«Somos los herederos de los que han luchado por hacer de Chile un país más justo y digno», alegó en su discurso de cierre de campaña, durante la cual propuso un país centrado en mejorar los derechos básicos de una población que acusa una grave desigualdad después de seguir por 31 años el modelo neoliberal impuesto durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Partir desde atrás
Aunque dice que le «queda mucho por aprender», asegura que quiere nutrirse de la «experiencia» de exmandatarios que criticó cuando era dirigente estudiantil y diputado, entre ellos los socialistas Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010; 2014-2018). Ambos le dieron un espaldarazo sin fisuras en las últimas semanas.
Boric no teme cambiar de rumbo. Durante los casi siete meses de campaña modificó su discurso de chico rebelde que lideró las protestas estudiantiles de 2011 exigiendo «educación pública, gratuita y de calidad», al de un socialdemócrata.
«Yo diría que su honestidad y transparencia, su apertura al diálogo, son dos de las mayores virtudes de Gabriel, y eso en un próximo presidente para Chile es crucial», resaltó su hermano Simón Boric, periodista de 33 años de edad, en declaraciones a la AFP.
Su transformación política va de la mano de un cambio de apariencia.
Queda poco del joven barbudo y despeinado que lideró la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y que en 2014, cuando tenía 27 años, asumió un primer mandato de diputado. Hoy viste de chaqueta y camisa, con el pelo más corto, la barba ordenada y lentes.
Garantizar derechos
Boric nació en la austral ciudad de Punta Arenas, 3.000 km al sur de Santiago, en el seno de una familia de clase media de bisabuelos croatas y catalanes. Es el mayor de tres hermanos y emigró a Santiago para estudiar derecho en la Universidad de Chile, pero aún no se ha titulado.
En la campaña del balotaje pidió que «la esperanza le gane al miedo» frente a las críticas recibidas que lo tildan de «extremo» por su alianza con los comunistas.
Lector ávido, dice que le relaja la poesía y la historia.
Soltero y sin hijos, está en pareja hace casi tres años con la cientista política Irina Karamanos.
Sus detractores le reprochan su falta de experiencia para liderar un gobierno y sus posturas más extremas del pasado, por las cuales ha pedido perdón o ha declarado que fueron un error.
«Nuestra generación irrumpe en política el 2011 despercudiéndose un poco de los miedos que había generado la dictadura y los pactos de la transición», dijo en una entrevista con AFP antes de la primera vuelta.
Aludió así a la Concertación, coalición de centro-izquierda que desde 1990 gobernó buena parte de los 31 años de democracia, y que hoy yace desintegrada y desprestigiada como reflejo de la gran crisis de confianza institucional, pero que en segunda vuelta se cuadró detrás de su figura.
Ha dicho que, como presidente, quiere «asegurar un estado de bienestar para que todos tengan los mismos derechos, sin importar cuánta plata tienen en la billetera».
«Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba», expresó en su proclamación como candidato.
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