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Equipos de trabajo o «camarillas»

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Los humanos somos así, formamos grupitos afines ya en el patio del colegio y seguimos haciendo lo mismo en el lugar de trabajo. Estamos predispuestos a identificar a individuos afines a nosotros y tendemos a agruparnos con ellos inmediatamente, a veces, en cuestión de minutos, en una fiesta, un evento de networking… y también, claro, en la empresa.

Esto es bueno porque nos brinda seguridad emocional, pero la diferencia entre un grupo saludable y uno que no lo es empieza cuando excluye a los demás. De acuerdo con un estudio de la multinacional de empleo CareerBuilder, 43% de los empleados se sienten marginados por las camarillas de su empresa. Es más, 11% de los encuestados dicen vivir intimidados, bien porque se ríen de ellos, los boicotean, los excluyen o bien porque se ven obligados a ocultar sus ideas políticas, religiosas, opción sexual, etc.

Las camarillas son perjudiciales por la exclusión que generan, porque distraen de los objetivos de la empresa, merman el desempeño laboral, frenan las carreras individuales, generan malestar en los excluidos, suponen una pérdida de tiempo, alimentan la intolerancia y rechazan la diversidad. Por lo tanto, habría que intentar atajar ese ambiente con algunas medidas:

Reforzar el liderazgo. La mayor parte de estos grupos dañinos crecen en entornos con un vacío de liderazgo; una administración débil hace que las personas se agrupen para sentir seguridad. Otro problema, lamentablemente habitual, es cuando el propio jefe forma parte de una camarilla con sus afines y relega al resto. Un líder bien formado en habilidades emocionales debe ser capaz de integrar a todos por igual y de alejar la necesidad de apoyarse en pandillas.

Propiciar actividades en común. Cuando las personas se conocen más estrechamente se vuelven más tolerantes. Promover actividades donde todos puedan participar de estar juntos fuera de su grupo de confort es una manera de derribar prejuicios y barreras entre grupos.

Apoyar a quienes quieren ser independientes. Es posible que los nuevos empleados que deseen cumplir con los objetivos de la empresa y con sus legítimos intereses de promoción personal se vean excluidos y condenados a la impopularidad. Hay que apoyarlos para que no se aíslen o se vean forzados a alistarse en uno u otro grupito.

Evitar los “chismorreos”. La empresa tiene que brindar transparencia por todos los medios posibles, hacer partícipes a los trabajadores de sus políticas, objetivos, expectativas… Es preciso que informe abierta y claramente, que dialogue constantemente y que escuche a todas y cada una de las personas que intervienen en el proceso empresarial.

Predicar con el ejemplo. Los líderes con valores deben practicarlos, ser confiables, inclusivos, honestos, no estar a la defensiva, relacionarse bien con todo el mundo, independientemente de su afinidad, reconocer la valía de las personas y su importancia para lograr el bien común.

Trabajar en un ambiente de camaradería es beneficioso emocionalmente; no olvidemos que, habitualmente, compartimos más horas al día con nuestros compañeros que con nuestra pareja o con la familia y, como decía el científico Ramón y Cajal, «el hombre es un ser social cuya inteligencia necesita para excitarse el rumor de la colmena». Pero creo que es importante detectar los malos ambientes en la empresa y ponerles freno de manera interna o externa, con la ayuda de un equipo de profesionales que reconduzcan la situación y transformen las camarillas en un equipo de trabajo unido.

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