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Dos estrategias para acabar con Maduro

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Dos líneas estratégicas generales pareciesen esbozarse en el seno de la oposición para enfrentar la dictadura de Maduro, aunque los actores puedan ser más de dos, y los matices de esas rutas, numerosos. Pero ya sería algo si lo que afirmo es más o menos verosímil. Tómese como un ejercicio analítico, que no quiere ser categórico.

Uno de esos itinerarios sería el derrocamiento de Maduro, ya decretado simbólicamente por el TSJ en el exilio y la AN, como paso previo a un gobierno de transición y posteriormente a uno o varios comicios para reponer todos los cargos de elección, del presidente a concejales. La pregunta mayor que salta en esta fórmula es cómo deponer realmente al primer mandatario, que tan maiceado y arrogante luce y rodeado de manchadas y serviles charreteras. Formalmente, las posibilidades serían la renuncia voluntaria o conminada; el golpe de Estado tradicional; algún motín popular de grandes dimensiones, que sin duda incluiría un involucramiento militar; o una intervención bélica extranjera, que hoy no parece tan inverosímil como otrora, migrantes y otras variables de por medio. Por supuesto, esto implicaría la negación de todo diálogo con el gobierno (¡zapatero!), y un severo trato a los responsables de la demolición nacional y a su futura permanencia en la política. Por supuesto, cada uno de esas variables, y el esquema general, implican una buena cantidad de posibles. Por ejemplo, el solo punto de la transición: una o varias cabezas presidenciales, cívico, militar, cívico-militar o militar-cívico, por cuánto tiempo, con partidos y cuáles o sin ellos…

La segunda opción es más sigilosa y diplomática. Sería transar con Maduro una elección decente, es decir, sin Tibisay ni carnet de la patria ni Odebrecht, etc., etc., etc. Por tanto, un diálogo que la generaría. Y en el cual habría que conceder, dando y dando, algunos perdones inmerecidos, transicionales, y un futuro de reconciliaciones difíciles después de tanta brega. Y, de nuevo, matices aquí y allá. Y grandes dificultades, igualmente, por ejemplo, como dialogar otra vez con el gobierno más embustero y despótico imaginable, vicios que ha demostrado de la manera más incontrovertible en todo lo que dice y hace.

Eso es lo que parece quedar medianamente claro, sobre todo, después del conflicto bastante truculento del TSJ en el exterior, denominación que para algunos ya es un oxímoron jurídico, en que se descabeza la presidencia y que clarificó algunas jugadas, algunos linderos. Medianamente, porque al fin y al cabo se aprobó por unanimidad su dictamen en la Asamblea, la acusación contra Capriles terminó en un enredo a lo Ionesco, y la gente sigue hablando de fervoroso amor a la unidad y reuniéndose a la chita callando.

Ahora bien, el campo de batalla principal, dada la calma política interna, pareciera el plano internacional donde hay naciones –algunas poderosísimas–, organismos internacionales, destacados exilados nuestros, financistas independientes y prestigiosas figuras mundiales por sus cargos o su pasado que es importante ver cómo se alinean ante tal alternativa (que es, repetimos, solo un modelo bastante hipotético). Algo parece ya aclarado. Que el impetuoso Almagro parece apostar por la primera. Y que Pedro Sánchez llama a diálogo. Entre los líderes locales en órbita habría que suponer a Ledezma apostando por la primera y a Borges por la segunda. Y el resto de países solidarios… dejemos que destapen sus cartas, que al parecer la cosa no es para mañana, dice uno. Aquí adentro los más radicales seguirían a Ledezma, que le ha confiado el liderazgo interno a María Corina. Y los militantes de la MUD y afines, que ya no sabemos muy bien quiénes son exactamente, estarían jugando lo contrario, bando mayoritario. El Frente Amplio como su nombre lo indica es amplio.

La verdad es que no resulta fácil sobre el papel ver cuál de los dos caminos virtuales sería el más apropiado al fin que nadie discute, salir lo más pronto posible de esta desgracia sin nombre que arruina, que humilla, que mata. Y porque hay una mezcla de valores que parecen excluirse, limitan cada una de los itinerarios. Por ejemplo, el dilema entre justicia implacable, de la cual todos tenemos hambre y deseos vehementes, con una Venezuela en relativa paz lo más pronto posible, tan anhelada.

Esperemos los próximos movimientos, que vendrán pronto, muy pronto.

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