Estamos entre dos ámbitos distintos: el de las relaciones internacionales y el de la política internacional. El primero cuenta con su propia dinámica muy a pesar de lo que digan y hagan los gobiernos, con una creciente influencia de la sociedad civil mediante sendas ONG, por ejemplo en materia ambiental, defensa de las minorías, entidades religiosas, grupos pacifistas, así como también con otros elementos de un nefasto impacto, como los grupos terroristas, narcotráfico, tráfico de órganos humanos, por mencionar algunos. Mientras que el segundo, el de la política internacional, se mueve lentamente y cuenta con los gobiernos establecidos, canalizados por la diplomacia. A estos dos debe agregarse el fenómeno de la guerra ya sea la que conocemos como tal o la que se hace por otros medios.
¿Cómo entender la llamada «diplomacia de los pueblos» del régimen venezolano? Por una parte, es la que trata de alborotar toda causa de desestabilización de las democracias occidentales, apoyar directa o indirectamente reconociendo los movimientos que contribuyan a ello, hacerse campeón del medio ambiente así sea triste el testimonio del Arco Minero, promover a personalidades y entidades que les sean afines, y, a la vez, utilizar al personal y las sedes diplomáticas y consulares como si fuesen sucursales del PSUV. Con esos fines, estrechan lazos y aplauden a regímenes represivos, atrabiliarios y osados. Por otra, aunque Venezuela está ubicada en un contexto geopolítico demasiado definido, la llamada multipolaridad no es otra cosa que la apuesta a intereses extracontinentales, para lo cual afianza convenios y avala a otros dictadores, como los de Cuba y Corea del Norte, en un picapleitismo patológico con Estados Unidos. Pero, relativamente sorprendido, el calamitoso éxodo venezolano causa estragos en Latinoamérica, distinto a la diáspora de otros continentes, pues, sencillamente, todo depende del cupo aéreo disponible, siendo previsible el flujo migratorio.
El éxodo es un elemento característico de todo régimen comunista que se instaura y el siglo XX arroja una dramática lección en la materia. Digamos, por un lado, que esta situación estaba en los cálculos de Miraflores, con dos fines, perturbar a los países vecinos para ponerlos contra la pared; y pasar factura por la progresiva disolución del Alba, Unasur y cualquier parapeto que montó Chávez Frías con el petróleo a altísimos precios, cuyo manejo incluyó regalarlo, pagar Telesur y construir hospitales foráneos.
Pero, del otro, se le pasó la mano a Maduro y lejos de frenar y de chantajear a sus adversarios internacionales, les ha dado más bríos, determinación y también fuerza. En el lenguaje de los astrólogos, está alineando a los astros en su contra y habrá países, como la misma Cuba, más experimentada diplomáticamente, que está ayudando para evitar una catástrofe política del proyecto de Sao Paulo, aunque mejor aún para lavarse las manos y pasar agachado, como ha hecho en sesenta años de castro-comunismo. Esto lo que puede alentar es una salida pacífica y negociada del madurismo que no está, por mucho que lo quiera, liderado por el Fidel que sobrevivió, nada más y nada menos, que a la Crisis de los Cohetes de 1962 y, siendo derrotado en sus planes de subversión armada más allá de la isla, se agarró de la mano de Carlos Andrés Pérez o de Felipe González para luego morderlas arteramente con la quijada de Chávez.
Ahora bien, si no hay demostraciones de una cancillería que, como la venezolana, se ha dejado birlar por Guyana, con distintos e improvisados titulares en los últimos años que dejan como recuerdo la pataleta de MERCOSUR; o corre la noticia de embajadores y funcionarios del servicio exterior con pagos muy retrasados de sus sueldos, la pregunta es, entonces, ¿quién encara un problema que amalgama los del ámbito internacional con los de la directa relación entre los Estados? Todo parece indicar que no es un asunto de los profesionales y especialistas de las relaciones internacionales ni de la política exterior que la cuestión del Esequibo demuestra que no lo es. Imagínense a este gobierno elevando notas de protesta a la Exxon Mobil en lugar del gobierno de Georgetown. Parece que así como las medidas económicas, la propaganda, la publicidad del gobierno y toda circunstancia del PSUV depende del cogollito de Maduro, de un círculo exclusivo de camaradas de toda la vida. Así también, el fenómeno tan delicado de las migraciones pasa más por el estado de ánimo que por una decisión sopesada de quienes se auxilian con los servicios de Cuba, hasta que ésta diga que echa tierrita y no juega más, para no resultar afectada. Nunca olvidemos que Venezuela libre resiste, persiste y existe.
@freddyamarcano
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