Una verdadera apoteosis de la línea, eso fue lo que experimenté al incursionar en la sorprendente Environnement Chromointerférent, de Carlos Cruz-Diez, en la exposición que bajo el título Inter Lineas presenta actualmente La Patinoire Royal-Galerie Valérie Bach en Bruselas. Pero antes de comentar sobre dicha exposición y para tratar de comprender dicha obra, voy a realizar un breve repaso sobre el concepto de línea y su evolución en la tendencia de la abstracción geométrica, en especial el uso que hizo Cruz-Diez de ésta para demostrar que el color no existe como un hecho absoluto, sino que es un devenir, un acontecimiento inestable y efímero.
En geometría, una línea es una sucesión continua de puntos que se extienden de manera indefinida formando un trazado en un mismo plano. Siendo la forma de expresión más sencilla y pura que existe, algunos artistas profundizaron en su esencia. En su obra Composición en Rojo, Azul y Amarillo (1930), Piet Mondrian utiliza solamente líneas rectas y colores primarios para representar su mística percepción de la compleja estructura del universo. En sus estudios, Kandinsky reveló la dinámica del punto: “Para que este punto se mueva es necesario crear una tensión que le aportará movimiento” (Punto y línea sobre el plano, 1926). Sobre esto último, Naum Gabo y Antoine Pevsner, en su Realist Manifesto (1920), ya habían comprendido la relación entre dinámica y espacio inherente a la línea,: “Afirmamos que la línea solo tiene valor como dirección de las fuerzas estáticas y de sus ritmos en los objetos, la línea como pulsación en el espacio”. Línea, espacio, tiempo y movimiento nos remiten al concepto de “cinetismo” al que, por primera vez en el arte, Gabo y Pevsner hacen mención en dicho manifiesto: “Afirmamos que en las artes hay un elemento nuevo, los ritmos cinéticos, como formas básicas de nuestra percepción del tiempo real”.
Desde sus primeros experimentos sobre el comportamiento del color Carlos Cruz-Diez (1923-2019), logró efectos de posimagen con gran precisión mediante la utilización de líneas. “La línea no es un elemento estético en mi trabajo, es el medio más eficaz que pude encontrar para multiplicar las zonas críticas de visión entre dos planos de color. Es así como puedo generar nuevas e inestables gamas cromáticas. Lo cual no impide que el resultado sea un hecho expresivo, comunicativo y sensible”. Este artista emprendió una sistemática reflexión sobre la condición sustantiva del color, con la que se dedicó a escrutar la realidad que existe detrás del fenómeno cromático, hasta lograr transformar el plano estático de la pintura tradicional en colores dinámicos que surgen al espacio.
Con la obra Amarillo Aditivo (1959), Cruz-Diez demuestra que cuando dos líneas de color se tocan, se produce una zona perceptiva crítica y se crea una línea virtual más oscura en el punto de contacto. Esta línea virtual contribuye a la aparición de un tercer color que no existe en los pigmentos utilizados en el soporte. Ello es producto de la condición prospectiva del ojo, que, al moverse continuamente, superpone en sus límites los planos de color que provocan, en parte, la continua transformación del color. Partiendo de ese mismo concepto crea la Chromointerférence (1964), al experimentar sobre un Color Aditivo con dos planos superpuestos móviles con los que, mediante un movimiento mecánico o manual de un patrón de líneas sobre éste, producía un efecto muaré, logrando una segunda transformación que reveló colores no contenidos en el soporte. De esta forma, el artista logró fundir los colores, unos con otros, en una red lineal en movimiento que, gracias al efecto mutable del color como agente cinético adicional, surgieron colores que no estaban contenidos en la superficie. El observador se encuentra, por tanto, en presencia de una doble animación de una superficie que emana del color.
A partir de esos hallazgos, este artista visionario concibe el Environnement Chromointerférent (1974/2016), que consiste en la proyección luminocinética de líneas y tramas que al desplazarse en el espacio producen gamas de color inesperadas e inexistentes en el ambiente, adelantándose en el tiempo a lo que hoy conocemos como experiencias inmersivas. Esta imponente ambientación de tramas lineares en constante movimiento, en las que el espectador se sumerge para experimentar el asombro, no es otra cosa que una auténtica apoteosis de la línea. La proyección ‘luminocinética’ de módulos cromáticos lineares estáticos y móviles, hace que el cuerpo y la mente del espectador penetren en un universo paralelo, donde los puntos de referencia se modifican y los sentidos reinventan un espacio-tiempo distinto, pero igualmente real. La percepción de movimiento y estabilidad simultáneas, crean en el espacio una situación de inmaterialidad, de transfiguración y ambigüedad del color. En esta obra, la participación del espectador alcanza niveles de exaltación, ya que experimenta en vivo una realidad sensorial que se materializa de una manera particular en el entorno. Con cada nuevo espectador que se desplaza dentro de la ambientación, se reproduce el efecto de cromointerferencia en la superficie de su cuerpo mientras se desplaza o contempla inmóvil el efecto, haciendo que un observador, a la vez, sea observado por otro, sintiéndose ambos actores y autores de la obra. Según Matthieu Poirier quien fue el curador de la exposición Un Être flottant (Palais d’Iéna, Paris, 2016) donde se exhibió Environnement Chromointerférent: “Esta obra despliega una concepción singular de la abstracción, que se podría calificar de ‘Heracliteana’ (…Nunca te bañas dos veces en el mismo río), ya que el color no es un hecho consumado, inmóvil, sino una mutación ininterrumpida en el tiempo y el espacio real”.
Con una superficie de casi 3.000 m2, la Patinoire Royal-Galerie Valérie Bach en Bruselas, es uno de los espacios más grandes, en manos privadas, dedicado al arte contemporáneo en Europa. Construida en 1877, albergó originalmente una pista de patinaje, siendo renovada en 2015 convirtiéndola en lo que hoy en día es la sede de la galería donde actualmente se presenta la exposición Inter Lineas, abierta al público hasta enero de 2022. En el catálogo leemos lo que expresan Valérie Bach y Constantin Chariot: “El extraordinario efecto visual descubierto por Cruz-Diez, crea un verdadero ‘espejismo’, porque la mezcla retiniana de colores anida en realidad, ‘entre líneas’, en el ojo del espectador y es donde se produce realmente el efecto de interferencia cromática, sorprendente y desconcertante, cuando ese espectador advierte que algunas gamas de color percibidas, en realidad no existen”. Por lo tanto, sobre la obra de Cruz-Diez, podemos decir que se trata de “una revolución de la mirada sobre un fenómeno impalpable del color flotando en el espacio y, a la vez, entre el ojo y el cerebro, una experiencia dinámica de la elasticidad de nuestra percepción” (Poirier). La puesta en escena de esta sorprendente obra fue realizada por el ingenioso equipo de profesionales y técnicos del Atelier Cruz-Diez París, dirigido por Carlos Cruz-Diez Jr.
Según Maurice Merleau-Ponty, “El color es el lugar donde nuestro cerebro y el universo se encuentran” (L’Œil et l’Esprit, 1961). Este sublime concepto lo podríamos aplicar a los descubrimientos de Cruz-Diez, para quien el punto de partida de sus obras es el carácter sustantivo del color. Durante más de sesenta años desarrolló ocho investigaciones sobre el fenómeno cromático: Couleur Additive (1959), Physichromie (1959), Induction Chromatique (1963), Chromointerférence (1965), Transchromie (1965), Chromosaturation (1965), Chromoscope (1968) y Couleur dans l’espace (1993). Con sus hallazgos y propuestas, Cruz-Diez modificó los estables paradigmas que existían sobre el color, al disociarlo de la forma: “El color tiene un valor intrínseco que le permite afirmarse a sí mismo mediante sus comportamientos y ambivalencias. Mis ambientaciones cromáticas ayudan a que la persona recree la realidad de su entorno al abordar el fenómeno del color sin significados preestablecidos y sin anécdotas. Yo propongo: el color como una realidad efímera, autónoma y evolutiva. En mis obras el color está presentado como un acontecimiento en continua mutación que no necesita de la forma, desprovisto de toda simbología, sin tiempo pasado ni presente” (Reflexiones sobre el color, Ediciones Fundación Juan March, Madrid, España, 2009). La trascendencia de su obra, lo sitúan en el mundo del arte como uno de los más destacados pensadores del color del siglo XX.
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