1. La reciente farsa electoral del 21 de noviembre ha vuelto a poner sobre la mesa los temas de la dirección política opositora, los objetivos y la estrategia. Hubo el discurso según el cual si se participaba era inevitable la victoria. Se ignoró el hecho de que Zulia, Cojedes y Nueva Esparta fueron claras asignaciones para señores que estuviesen dispuestos a reconocer la legitimidad de Maduro. Aun así, una vez que Rosales cumplió la tarea le fueron sustraídos al estado una serie de atribuciones para dejar claro quién controla el asunto.
2. Barinas parecía contradecir lo anterior con la victoria de Superlano. Allí –es lo que me parece- al régimen se le escapó una liebre (como el 2007 y el 2015) y rápidamente se produjo una serie de inhabilitaciones que, al menos hasta hoy, dejan solo en el terreno al candidato oficial, aparte de la concentración de recursos, dirigentes, dádivas, que han comenzado a derramarse sobre el estado para garantizar una “victoria” el 9 de enero.
3. Ciertamente, contra todo lo previsto, Barinas ofreció un terreno de enfrentamiento en el cual la probabilidad de que la oposición ganara se incrementó después de conocerse los resultados del 21-N. Al mismo tiempo, mostró hasta dónde el régimen permite que la cuerda se estire. Barinas es una pieza clave en la Región Estratégica de Defensa Integral de los llanos, que comprende los estados Guárico, Cojedes, Portuguesa, Barinas y Apure que dirige el mayor general Infante Itriago. Requiere un control absoluto por su relación con los grupos irregulares que operan en la zona, principalmente disidencia de las FARC, ELN, y los paramilitares del régimen. No podía ser cedida sino concedida, lo cual se hizo con la gobernación de Cojedes y pudiera ocurrir con Barinas si hay acuerdo entre Maduro y los grupos que apoyen a un postulante determinado, de confianza.
4. Toda esta historia es conocida por conocida y por repetida. Lo que subyace es que el régimen no está dispuesto a ceder el control a una rueda díscola del engranaje. Opositores y gobierneros son bienvenidos en el marco de la paz criminal; es decir, del arreglo asimétrico que te deja respirar siempre que sea poco y no sólo aceptes las reglas del juego sino que las solidifiques.
5. En este contexto se da la implosión del aparato político que sostuvo el interinato presidido por Guaidó. Esa estructura del G4 venía haciendo agua por varias troneras, hasta que Julio Borges le quitó el tapón a la principal. El G4 murió de muerte prematuramente tardía. Con su funeral se asiste al del gobierno interino colegiado, esa especie de curioso parlamentarismo en la que el supuesto jefe está paralizado entre los partidos que lo sostienen; con la circunstancia de que se supone que son cuatro y en realidad son una docena porque cada uno está dividido en más o menos tres fracciones, sin considerar a los cooptados por el régimen en sus filas.
6. Este desleimiento ha hecho que el interinato para todo efecto práctico doméstico haya cesado; sin embargo, Estados Unidos, Colombia, Canadá y tal vez algunos otros países, consideran que es necesario sostenerlo porque es la única y última alcayata de legitimidad que queda dentro de Venezuela. Este argumento es muy poco convincente por dos razones: no es cierto que se vayan a perder los activos fundamentales de la República si no hay interinato; Estados Unidos y Colombia, seguramente el Reino Unido, jamás le entregarán Citgo, Monómeros y otros bienes a Maduro; en segundo lugar, porque si no hay interinato tampoco es cierto que los países se vayan a precipitar en las fauces del carnívoro de Miraflores; los que han querido hacerlo lo han hecho aun con el interinato, los que han querido entenderse con el régimen lo han hecho desde hace tiempo.
7. Entonces, hay que preguntarse para qué el interinato. La única razón convincente sería que Guaidó retomara el objetivo que lo llevó a esa posición: “el cese de la usurpación”, la salida del régimen de Maduro. Ese objetivo se abandonó hace muuuuucho tiempo. ¿Está dispuesto a retomarlo? No se sabe.
8. Guaidó tenía algo que parecía una deficiencia circunstancial pero se ha convertido en un estilo político: la imposibilidad de decir sí o no con claridad: se vota o no se vota; confío en el diálogo de México o no confío; me enfrento a este sector y me alío con este otro. En el ambiente político se rumora que va a romper con el G4, que se va a alzar con el santo y la limosna, que va a decir que hasta aquí me trajo el río con el colaboracionismo. Pero, hasta la fecha, todo se resuelve en un “no hay condiciones, pero debemos ir”; “el diálogo es una trampa pero tal vez salga algo”, y por el estilo. Tal vez es lo que algunos entienden como “la política”. En todo caso, en esta ocasión la continuidad o no de su presidencia depende de algo muy sencillo: la disposición a encabezar una alianza democrática para cambiar el régimen, con una nueva dirección política, lo cual requiere no estar con los que buscan la cohabitación y procurar a los que promueven la resistencia.
9. El 21-N recuerda lo límites de la cohabitación y la crudeza de las opciones que existen para rescatar la libertad en Venezuela.
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