La agitada temporada electoral continental ha culminado el pasado domingo con la mega-elección en Honduras y los resultados generales de la zafra no parecen muy auspiciosos para la causa de la democracia, al menos de la democracia liberal (de centro, centro-izquierda o democristiana ) cuyo modelo compartimos un número suficientemente importante (aunque vergonzosamente fraccionado) de compatriotas según se comprobó en la reciente farsa.
Luce pues de interés tratar de buscar alguna explicación –no necesariamente justificación- a la realidad política que se nos presenta. Algo debe ser que no hicimos bien, o algo debe ser que los “otros” sí hacen en forma efectiva. Fácil resulta afirmar en una conversación de sobremesa que “el pueblo es presa fácil del engaño” o que los populistas son los que engañan, o que se vota con el estómago y no con el cerebro, que el Foro de Sao Paulo, que la trampa, que el pato o la guacharaca. Sea cual fuere la explicación lo cierto es que quienes piensan distinto a nosotros (o al menos quienes votan o son contabilizados en la otra vertiente) van logrando instalarse y permanecer en las sedes físicas desde donde se administra el poder efectivo mientras nosotros nos mantenemos tan solo con la razón y los importantes apoyos declarativos de relevantes foros y figuras. También es cierto que la historia política se desarrolla en términos pendulares y que hace menos de un lustro la tendencia era la opuesta (Duque, Lasso, Giammattei, Hernández, Lacalle Pou, Macri, Cortizo, Abinader, etc.) y lamentablemente también se constata que algunos de esos que frente al tema venezolano parecían decantarse por la restitución de la democracia, a la postre resultaron tibios o hasta casi desertores de esa causa (Panamá, República Dominicana, etc.).
Las raíces de los vaivenes pudieran encontrarse en factores controlados o controlables como el tema de la corrupción o en algunos de los que no pueden ser controlados ni controlables como es el precio de las “commodities” cuya exportación provee de más o menos recursos a los gobiernos de turno (sean democráticos o no). El resultado final es la mayor o menor incidencia en las tasas de pobreza y desigualdad social que generan disconformidad en la gente que lo cobra con el voto castigo.
A lo anterior debe agregarse –aunque no guste- la habilidad de las izquierdas populistas para explotar los argumentos que les favorecen además del gratuito favor –caso Venezuela y en cierta medida Chile- brindado por la falta de unidad.
El panorama que se asoma no es grato. En Nicaragua el dictador resultó declaratoriamente condenado por medio mundo, pero se quedó con el coroto; en Venezuela no importa lo que diga la Misión de Observación de la Unión Europea, Maduro sigue despachando desde Miraflores; en Perú –en apretado resultado- Castillo, portavoz de un discurso comunista, exhibe credenciales de legitimidad; en México el discurso de AMLO representa un retroceso ideológico aun cuando legítimo; en Chile una primera vuelta muy disputada y una Constituyente imprevisible amenazan con desmontar los logros alcanzados en las últimas décadas; en Brasil la posible candidatura de Lula augura un triunfo casi seguro, en Colombia Petro luce casi imbatible y en Honduras el triunfo de Xiomara Castro (esposa del impresentable Mel Zelaya) ha sido confirmado con un discurso que culminó con “hasta la victoria siempre”, y la invocación de los logros de la dupla Chavez/Maduro cuyos “éxitos revolucionarios” espera emular y duplicar. ¡Horror! Pobres hondureños, que estaban bastante mal y “parió la abuela”. En aquel caso no es difícil captar que hicieron mal los que hoy deben dejar el poder: corrupción generalizada, el hermano del jefe del Estado condenado y preso en Estados Unidos por narco, el propio presidente en la mira, el territorio utilizado como escala y base para el narcotráfico proveniente de Colombia y Venezuela con destino a Estados Unidos, la “Madre Naturaleza” castigando la zona con inusitada frecuencia y bravura, las instituciones no confiables, etc.
Vendrá la señora Xiomara Castro de Zelaya: si pretende poner alguna clase de orden pronto estará en la calle y si así no ocurriere llegará el momento de la reelección en el que se medirán promesas vs resultados. Allí recomenzará un nuevo ciclo de inescapable espiral inflacionaria y restricciones al funcionamiento democrático donde la tentación totalitaria y posiblemente fraudulenta pueda cobrar protagonismo como ocurrió en Nicaragua.
Es por todo ello –y mucho más- que habrá que revisar que es lo que hemos hecho mal. Quienes invocaron alguna clase de liderazgo deberán hacer un ejercicio de introspección y modestia volteando la mirada quizás hacia el sudeste asiático, Vietnam ,Singapur, Malasia, Corea, India y la lista de países que a la vuelta del milenio no aparecían en ningún ranking pero que hoy bien pudieran ofrecer ejemplo de cual es el esfuerzo requerido y cual es la ventaja de su éxito.
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