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Política de alta competencia

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En medio de todas los enredos, complicaciones y traumas, no nos damos cuenta de la pérdida progresiva de la noción misma de la política, lo político y los políticos; la primera, se refiere a la indispensable interacción en sociedad para alcanzar determinados propósitos; la segunda, a la verdadera relevancia de los  hechos orientados a alcanzarlos; y, la tercera, por supuesto, a las personas que tienen como profesión u oficio diligenciarlos, y a articular, crecientemente, a la ciudadanía para hacer mayoritario un específico proyecto de ideas y aspiraciones que encuentren su debida oportunidad para florecer.  El socialismo del siglo XXI no espera interacción alguna, porque no cree en el pluralismo, y sólo procede autoritariamente;  banaliza los hechos y le resta importancia a lo verdaderamente decisivo, a favor de los que, convenientemente, distraigan la atención o, a lo sumo, generen miedo; y no tiene dirigentes ni burócratas, imitados por la oposición baladí.

Respecto a los políticos venezolanos, a nuestro parecer, el promedio no se parece ni de lejos a los que descollaron en todo el siglo XX. Porque los de ahora no son de alta competencia. Cualquiera, si carga muy bien el maletín de su protector y le cae tan bien a quien prodiga favores, puede escalar importantes posiciones partidistas y hasta hacerse concejal o diputado, y hasta llegar a una alcaldía o una gobernación. ¿Qué iba a imaginar Nicolás Maduro que treparía hasta la propia presidencia de la República?  O Juan Guaidó, presidente interino o presidente de la Asamblea Nacional, en fin, cualquier persona  dedicada a lo político podría escalar a altas posiciones de mando sin ninguna preparación o calentamiento para un jugador de ese alto nivel de competencia.

Y para entender esto de nivel de competencia veamos un ejemplo. Un deportista de alta competencia es aquél que no sólo tiene talento, sino vocación y disciplina, dispuesto al continuo aprendizaje, entregado en cuerpo y alma a su oficio. Además, tiene que acumular experiencia y tener sentido de la audacia. Demasiado excepcional que un beisbolista salte a las Grandes Ligas, sin pasar por las ligas menores. Va entrenándose en el campo de juego y desempeña  su especialidad con esmero. Así encontramos a un buen pitcher o bateador y, a veces, ambas cosas a la vez, Todo  buen pitcher, short stop o jardinero derecho, o buen tocador de bolas, robador de bases o jonronero nada hace, sino juega en equipo. Esto es importante. Ocurre en el fútbol, el atletismo  de pista y campo, juegos de mesa, por dar ejemplos. Por individualista que sea un tenista, debe esforzare para llegar y sobrevivir a los grandes torneos, respondiendo a sus patrocinantes y a sus connacionales. La sola simpatía o fama no basta para ganar un campeonato.

En la política, antes, era algo parecido. ¿Qué eran los partidos o gremios estudiantiles? El dirigente político no se decreta, ni basta contar con su simpatía. Antes de llegar a posiciones de Estado (concejalías, parlamentos, gobernaciones, ministerios, presidencias, embajadas, etc.), se supone que debe competir,  fuertemente, en los más diversos campos: ser organizador, gremialista, ideólogo, diseñador, propagandista o defender con las manos sus ideas si es preciso. Quien haya sido alguna vez delegado de curso, entiende mejor que el político debe buscar y articular apoyos.  No se entiende que un político no haya sido electo jamás ni para una junta de condominios o una posición partidista.  Los hay estrategas, movilizadores, expertos electorales o petroleros. Antes de asumir cualquier  responsabilidad política, todos ellos deben tener un mínimo de entrenamiento y experiencia, así como fuertes y profundas convicciones. ¿Y esto por qué? Sencillo: todas las responsabilidades de Estado, pequeñas, medianas o grandes, necesitan del político profundo, hábil, y convincente que no se dejé sorprender y pueda responder, inmediatamente, ante cualquiera vicisitud, sorpresa o ataque.

Son muy pocos los políticos de alta competencia en el país. Han sido arrollados por los oportunistas, por los que tienen en suerte caer bien, los patrocinados por el régimen en su propio seno o en la oposición. Los hay muy famosos,  erráticos y de baja competencia; improvisados y temerarios, pero que marcan la pauta;  tienen fama y posiciones, muchas veces famosos en el teclado y las redes sociales, pero de poco entrenamiento en las calles y realidades del país. Los de muy alta competencia están arrinconados y olvidados, porque no gozan del beneplácito de los jefes de turno. Esta es la triste   realidad que hoy se vive en Venezuela, y sus resultados se observan en el desempeño político del país. Deseo con fervor que haber insistido, resistido y persistido haya sembrado algo en la mente de los políticos y tener la oportunidad, posterior al 21N,  de regresar  a la formación  de nuevos políticos venezolanos que trabajen para crecer en la política,  y lo político, para llegar a la Venezuela libre, democrática y de avanzada,  realmente del siglo XXI,  que se merecen los venezolanos.

@freddyamarcano

 

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