Hay que estar claros en que la política cambiaria óptima en Venezuela es una sola: el completo desmontaje del control de cambio. También debemos recordar que, hasta la segunda parte del año 2010, en esta economía funcionó con un sistema de cambio dual que le permitía a Pdvsa obtener más bolívares por sus dólares y al sector privado contar con un mecanismo regular de oferta de divisas. Giordani se encargaría de acabar aquello.
Increíblemente, recibimos una buena noticia en materia económica: el gobierno ha decidido, en teoría (decimos en teoría, porque al momento de escribir estas líneas no están muy claros varios factores de ese nuevo sistema cambiario), flexibilizar el control de cambio. Voces como Jorge Rodríguez confiesan en programas de televisión que “cometieron un error al mantener tanto tiempo un control de cambio tan férreo”, ¿qué pensará Aristóbulo?, pero también nos preguntamos ¿dónde quedan las demenciales ideas de Giordani de 2010 que se basaron en perseguir y destruir el mercado de valores y de capitales del país?
Sin lugar a dudas, podemos decir que ese (nuevo) Convenio Cambiario N.° 1 (publicado en la Gaceta Oficial Extraordinaria 6405 de fecha 7 de septiembre) pinta muchísimo mejor que lo que teníamos antes. Es de destacar que deja sin efecto todos los convenios cambiarios anteriores, contiene 89 artículos que toman en consideración varios sectores de la economía, fue escrito con un lenguaje técnico y para nada utiliza consignas políticas (algo muy extraño en la Venezuela actual). Por otra parte, llama la atención que no habla en ningún momento del petro ni de la guerra económica, pero sí habla de estabilidad, equidad y seguridad jurídica entre otras importantes cosas.
Sin embargo, creo que el optimismo que se ha desatado con este convenio cambiario entre algunos colegas y, obviamente, en el gobierno parece un poco apresurado. Hay que entender que el control de cambio sigue vivito y coleando, esto lo decimos porque mientras cada venezolano no pueda ir a una entidad financiera a adquirir los dólares que quiera, mientras sea el gobierno el que dicte la tasa de cambio, mientras se sancione a quien haga operaciones cambiarias estando en el exterior cerrando sus cuentas, seguiremos padeciendo de un control de cambio. En el convenio cambiario se sigue haciendo énfasis en que el BCV tenga un papel preponderante en la fijación de la tasa de cambio y en límites a los actores a la hora de demandar divisas.
Hay dos aspectos (de muchos, que por cuestiones de espacio tocaremos en otra ocasión) que saltan a la vista a la hora de pensar en el funcionamiento de un nuevo sistema cambiario en Venezuela. El primero es el tema operativo, ¿cómo haces operaciones con un sistema financiero como el venezolano con problemas graves de ausencia de bancos corresponsales?, ¿cómo estructuras un mercado cambiario con las sanciones de Estados Unidos? No parece posible en la actualidad aplicar ese convenio cambiario con tantas restricciones. El segundo es de oferta de divisas, ¿de dónde va a venir la oferta? Nuestra industria petrolera está en el piso, el gobierno no quiere ir al FMI o al Banco Mundial, y para “ñapa” estamos en medio de un default de deuda financiera y de demandas contra el Estado venezolano para que pague a acreedores. A esto agreguemos que la hiperinflación sigue al igual que el crecimiento de la liquidez, por lo que la demanda de divisas seguirá siendo muy alta.
¿Tendrá el gobierno estómago para aceptar una fuerte devaluación del bolívar que pudiera darse en los próximos días si de verdad vamos a una libre convertibilidad de la moneda? Lo cierto es que será fundamental observar cómo transcurren las próximas semanas en el mercado de divisas venezolano. Por muy extenso que pueda ser el convenio cambiario, por sí solo será insuficiente para generar credibilidad, estabilidad y un mercado cambiario transparente. Nuestro pesimismo se mantiene; ojalá nos equivoquemos y la economía dé ese giro que todos estamos deseando.
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