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Tomé estos poemas, escritos y testimonios del conmovedor libro de Ann Applebaum, Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos (2004, Ramdom House Mondadori, S. A., Debate). El Gulag aparece en la conciencia de occidente en 1977 con la publicación de la obra de Alekasndr Solzhenitsin Archipiélago Gulag. A partir de nuevos estudios, memorias publicadas luego del derrumbe de la URSS, y algunos archivos hasta ahora secretos, la autora realiza una reconstrucción  histórica del origen y evolución de los campos de concentración soviéticos que devuelve este infausto e inolvidable (¿y Venezuela?) episodio al centro de la tormentosa historia del siglo XX que aquí, en un acto de locura, crueldad y perversidad, quieren imponer. Lea lo escrito por aquellas voces que no callaron.

Anna Ajmátova: Esto sucedió cuando todos los muertos sonreían, alegres por haber hallado, al fin, reposo, y como un apéndice inútil, Leningrado colgaba del portón de sus cárceles, mecido por el viento. En tiempos en que, locos de dolor, los condenados desfilaban al paso mientras las locomotoras lanzaban al aire su breve canción de despedida… Estrellas de muerte planeaban en lo alto, y la inocente Rusia se retorcía bajo las bocas ensangrentadas y bajo las ruedas de furgones celulares.

Aleksandr Tvardoski: Aquí todas las clases se igualaban, todos los hombres eran hermanos, todos, compañeros de campo, cada uno marcado por traidor…

Dimitri Lijachev: Uno de mis objetivos es destruir el mito de que la época más cruel de la represión comenzó en 1936-1937. Pienso que en el futuro las estadísticas mostrarán que la oleada de arrestos, condenas y destierros ya había comenzado a principios de 1918, incluso antes de la proclamación oficial, en ese otoño, de ‘terror rojo’. A partir de ese momento la ola de simplemente se hizo cada vez más grande, hasta la muerte de Stalin…

Nadezhda Mandelstam: Al conocer alguna nueva detención, jamás preguntábamos “¿Por qué lo han detenido?”. Pero como nosotros había pocos. La gente  loca de miedo, se hacía esa pregunta con el único fin de consolarse: si eran detenidos por algo, a mí no me llevarán, no hay ningún motivo. Se ingeniaban para inventar causas y justificaciones de cada detención: “Es cierto, se dedicaba al contrabando”. “Se permitía cada cosa…”. “Yo mismo lo he oído decir…”. Y también “Era de suponer, tiene un carácter terrible”. “Siempre tuve la impresión de que era trigo limpio”. Es una persona totalmente ajena a nosotros”.

Debido a eso, nosotros proscribimos la pregunta: “¿Por qué lo han detenido?”. “¿Por qué?”, gritaba furiosa Ajmátova cuando alguien en nuestro entorno, contagiado por el estilo general, hacía esa pregunta. “¿Cómo, por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada.

Elena Vladimirova: Aquellos que están enfermos, malo, demasiado débiles para la mina, los degradan, los envían al campo de abajo, a talar los árboles de Kolimá. Es muy simple cuando se anota en un papel. Pero no puedo olvidar los trineos en la nieve y la gente, uncida, forzando sus hundidos pechos, tirando de los carros. Se detienen a descansar o se tambalean en las empinadas cuestas… El tremendo peso va rodando y en cualquier momento los hará caer… ¿Quién ha visto trastabillar a un caballo?, pero nosotros hemos visto hombres bajo un yugo…

Proverbio sobre la prisión: Al que no ha estado allí le llegará su turno. Él ha estado allí no lo olvidará.

Fiódor Dostoievsky: El hombre es un ser que se acostumbra a todo. Creo que esa es su mejor definición.

Un prisionero: Entregaban su piel broceada al tatuaje y de este modo satisfacían poco a poco sus ansias artísticas, eróticas e incluso morales.

Otro: Recogíamos una cuba, recibíamos un poco de agua caliente y un poco de agua fría, y una pequeña barra de jabón negro maloliente…

Y otro: Habiendo ingresado con síntomas graves de desnutrición, la mayoría moriría en el hospital…

Nina Gagen-Torn: Extenuación ¿qué significa? ¿Qué significa fatiga? Cada movimiento es aterrador, cada movimiento de las piernas y los brazos doloridos. Un hambre terrible. “Pan, pan”, late el corazón. A lo lejos en el siniestro cielo el sol indiferente gira. Tu respiración es un silbido tenue a cincuenta grados bajo cero, morir ¿qué significa? Las montañas miran, y se quedan calladas.

Leonid Sitko: Yo era un soldado, ahora soy un prisionero. Mi alma está helada, mi lengua, en silencio. ¿Qué poeta, qué artista podrá narrar mi terrible cautiverio? Y los malvados cuervos no saben qué clase de sentencia nos dieron cuando nos martirizaban, cuando nos perseguían de la prisión al destierro, al campo. ¡Pero los prodigios suceden! Sobre la cantera una estrella libre brilla. Aunque mi alma esté helada, no está rota Aunque mi lengua esté muda, ¡hablará!

Boris Chicherin: No te alegres tan pronto y deja que algún oráculo proclame que las heridas no se volverán a abrir, que las pérfidas turbas no se levantarán de nuevo, y deja que me arriesgue a parecer atrasado. Déjalo perorar. Yo sé que en verdad Stalin no está muerto. Como si los muertos solos hubieran importado y aquellos que desaparecieron sin nombre en el norte. El mal que infundió en nuestros corazones ¿no habría realmente hecho el daño? En tanto la pobreza y la riqueza se aparten, en tanto sigan las mentiras y no olvidemos el miedo, Stalin no está muerto.

Lev Razgon: ¿Y los asesinos? Los asesinos siguen viviendo…

¿Por quién doblan las campanas? Memorablemente, lo escribió John Donne, poeta metafísico (1572-1631, Londres):

¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Este país, oscuro como la tumba donde yacen mis amigos. ¿Tienes tú también un corazón humano, oscura noche?, pregunta Novalis.

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