Nos ha tocado vivir una época muy dura. Las consecuencias psicológicas son muy fuertes, pero, como me decía mi esposo mientras veíamos la televisión cuando esto comenzó y estábamos encerrados, el problema mayor es subir el sistema inmunológico. O sea, lo que nos defiende de bacterias, virus, hongos…
Pero, lo importante tampoco nos lo dicen. Nuestro comportamiento determina si ese sistema nos ayuda o no. El miedo, la rabia, el estrés, pensamientos negativos, ambientes agresivos, problemas psicológicos (depresión y ansiedad), conflictos de pareja y otros impiden que ese magnífico ejército nos defienda. A veces, hasta frena el sistema inmunológico, dejándonos huérfanos ante el ataque de potentes enemigos.
Sobre todo el estrés, un demonio que nos está invadiendo cada vez más. El trabajo más demandante y la competencia en todas las áreas de nuestra vida traen como consecuencia la ansiedad. Esta se manifiesta con “pensamientos recurrentes”, que no sabemos detectar y controlar. Son casi siempre muy negativos, sobre cosas que nos dañan. O miedos que se reflejan en los pensamientos repetitivos que casi controlan nuestra mente. Esto resulta en más ansiedad, que al crecer sin control puede terminar en ataques de pánico, que impiden una vida normal, y nos enferman.
Hoy es ciencia, gracias a la psiconeuroinmunología, que lo que pensamos y creemos afecta a nuestra salud. Lo que yo creo y pienso tiene una definitiva influencia en mi sistema inmunológico. También nuestras relaciones con otros seres humanos, mi trabajo, etcétera. El sistema nervioso central, el endocrino (o sea, las hormonas) y el inmunológico se comunican entre sí y se afectan uno al otro. Entonces, si no tomas control, te enfermarás.
¿Qué podemos hacer? Dejar de actuar como víctimas y hacernos responsables de la situación, ya que nuestra felicidad y salud dependen de nosotros, no de otros.
Gracias a los avances científicos de la neurociencia, la epigenética y la psiconeuroinmunología, hoy es posible tomar el control responsable de nuestro sistema inmunológico. Es un gran tesoro del cuerpo. Nos cuida y protege, pero lo más importante es que obedece nuestras órdenes.
Eres tú y solo tú quien debe controlar tu comportamiento, examinar tus creencias, tomar el control de lo que permites entrar en tus pensamientos, de lo que dice tu boca, de no permitir que el estrés te domine.
El sueño de vivir sin estrés es imposible. Se debe morir primero. Si estás vivo, tienes estrés. Es un barril que se llena durante el día. Eres el responsable de impedir que se rebose, caiga al piso y haga caer también el sistema inmune. Lo próximo es enfermedad, cáncer, infarto. Esto es un proceso, y puedes aprender cómo pararlo. Busca más información en dranancy.com y en estos artículos.
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