Más de 20 naciones de la Organización de Estados Americanos desconocieron las irregulares y poco creíbles elecciones realizadas en Nicaragua, y en ese espejo deben mirarse la gente de la usurpación venezolana.
Si el continente –y el resto del mundo– quieren hacerle un favor a la lucha democrática de Venezuela, entonces deben hacer un desconocimiento de lo que ocurra en la farsa del 21 de Noviembre.
Y ésta no debe ser como la actitud que algunos tomaron cuando Maduro perpetró la jugarreta de las pasadas presidenciales, en la cual desconocían las elecciones espurias de boca, mas no en acciones.
Debe existir una política de coherencia política. Los demócratas –del planeta entero– debemos coincidir en la defensa de los principios democráticos y cerrar filas con una actitud más beligerante, más activa, más coherente.
No podemos seguir sirviéndole la mesa y llamándoles «señor presidente» a personas que a todas luces ejercen un poder autoritario y abusivo.
Debemos tener una posición más firme y monolítica en contra de personajes como Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Díaz Canel.
Si queremos un mundo más libre no podemos seguir rindiéndole cortesía ni pleitesía a oscuros individuos que son famosos por sus violaciones de derechos humanos.
Vale la comparación, pues muchos actúan como aquellos líderes europeos de la década de los treinta que para evitar una guerra trataban con guantes de seda a Adolfo Hitler y a Benito Mussolini. A hombres como estos solo hay una manera de tratarlos, con la rudeza con que ellos mismos tratan a su oposición.
Y ahora que tenemos un fiscal de la Corte Penal Internacional en el país, debemos hacer todo lo posible para crear un ambiente que permita al régimen venezolano ceder y dejar que la CPI haga su trabajo. Así de simple.
Y tampoco basta con la presión foránea.
Aquí –cada uno de nosotros– tenemos que dar un paso al frente; evitar participar en la farsa electoral, para no convalidar ni al régimen ni a sus cómplices que le hacen la comparsa. Debemos resistir cívicamente.
La ruta que ha demostrado que tenemos líderes que han sido coherentes; que se han mantenido firme en su rechazo total a un modelo atroz y soez.
Ellos son una voz de dignidad que sigue recorriendo todos los rincones de Venezuela.
Ese empuje es el que necesitamos, no campañas para cargos que no significan nada.
¿Un gobernador? ¿Un alcalde? ¿Un concejal? ¿Un legislador? Nada de esto pone en riesgo la estabilidad del régimen; sin embargo, sí fortalecen a un modelo inhumano y cruel en el ejercicio del poder.
Y algo tan simple, tan básico parece que muchos de la clase dirigente no lo comprende o no lo quieren comprender.
Y así como Maduro debe verse en el espejo Nicaragua por el desconocimiento de la elección, también la oposicion frágil y electorera debe verse en el espejo de cómo se encuentra la dirigencia política nicaragüense: tras las rejas o bajo tierra.
Esta es la verdad. Veánse en ese espejo y punto.
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