No puedo decir que conozco a Juan Guaidó Márquez. Es ingeniero. Esa es, para mí, una carta de presentación importante. Tengo un especial sentimiento de aprecio y de admiración por los ingenieros. No es solo por sus cualidades y las calidades de razonamiento, sino porque los verdaderos ingenieros tienen un sentimiento que les es muy propio: sienten el impulso de resolver problemas aplicando herramientas que han heredado de sus predecesores.
De él recuerdo una conversación telefónica. Habíamos convenido grabar una entrevista en mi residencia y en el jardín. Había que recoger las hojas y flores que en esa época del año caen como si fuera el sakura. Rastrillé, recogí, empaqueté para encontrarme oyendo una conversación telefónica en la cual anunciaban que la entrevista sería vía Zoom por dificultades de movilidad. Me incorporé a la conversación y le dije al presidente que cómo me hacía aquello, que había pasado horas rastrillando el jardín y que me quedaba debiendo venir un día a rastrillar el jardín y luego otra entrevista. Me contestó “En todo amar y servir” y se rió. Para mí fue un sí, ya que dijo también que llevaría sus botas.
Juan Guaidó Márquez es además el presidente legítimo de Venezuela. ¡No poca cosa, por cierto! Y lo digo porque no recuerdo un escenario similar en toda la historia de Venezuela como las circunstancias actuales. ¡Que se encuentre vivo, activo y en libertad no es sino un fenómeno más allá de lo concebible como posible!
Los pilotos sabemos que, cuando aterrizamos en un campo aislado, lo más probable es que tengamos que pasar la noche en una mala posada. Aproximando en final corto, lista de chequeo completa, tres verdes (significa que el tren de aterrizaje está en posición y asegurado) y comprometido a aterrizar y permanecer (“comitted to land and full stop”), resulta ser que Juan Guaidó Márquez es el personaje reconocido por las naciones extranjeras como el legítimo presidente de Venezuela. El piloto en comando. ¿Cómo sucedió?
Como haya sucedido no me importa –sea por su personalidad, carisma, compromiso, circunstancias, el momento, el lugar, los intereses, la suerte, la magia o cualquier razón que se pueda esgrimir– el hecho es que es así y lo demás es una fantasía y la fantasía pertenece al reino de la imaginación: imágenes irreales.
Ya tocando la pista, pasamos sobre la marca de orientación y veo dos dígitos. No un dígito; dos dígitos. Las pistas se marcan en decagrados. De manera que no hay unidades de grados. Todos aquellos cuyos índices de popularidad o de preferencia no alcanzan un decagrado, no tienen otro camino –si son patriotas– que someterse al liderazgo de quien los supera. Y quien los supera es Juan Guaidó Márquez.
La rebelión de la granja venezolana, encabezada por animales –racionales, pero que se comportan más irracionales que los primeros– que llevan si acaso un solo dígito de aceptación… animales que cacarean, graznan, mugen, relinchan, ladran, maúllan, relinchan… han atacado en estas últimas semanas a mi presidente.
¿Y de dónde viene el “mi presidente”? Porque me gustaría que me explicaran los argumentos para afirmar y sostener que se acabó “el interinato”, lo que implica desconocer la investidura del presidente legítimo. ¿Quién se ha investido con la autoridad de determinar el fin del “interinato”? Y si Guaidó no es el presidente legítimo, ¿quién lo es? ¿Escogido cómo, por quién y para qué? ¿Y a quién beneficia y quién se perjudica con el fin del “interinato”?
Leí un mensaje en Twitter de José Toro Hardy que informaba que el régimen había inscrito un candidato para cada una de las posiciones de elección popular –algo más de 3.000– mientras que la “oposición” había inscrito cerca o más de 70.000 candidatos para los 3.000 y tantos cargos a elegir. Y mientras lo hicieron, se dedicaron a “serrucharle las patas de la silla” al presidente Juan Guaidó Márquez.
Lo que han intentado hacer es entregarle a Bolívar en bandeja de plata a Miguel de la Torre y Pando, I Conde de Torrepando, antes de la batalla de Carabobo. Y hablando de la batalla de Carabobo, me acerco a los partidos políticos de hoy. Los partidos políticos, dentro de un orden constitucional, son sirvientes de la nación. Fuera del orden constitucional son organizaciones obligadas al restablecimiento del orden constitucional. Su función hoy no es la fragmentación, sino la unidad. El problema no se encuentra entre ustedes. El problema está en Miraflores y en Fuerte Tiuna. Pregúntense, aunque sea entre unos tequeños: ¿Quién gana por su división y quién pierde por ella?
No me imagino que los ejércitos de Plaza, Cedeño, Anzoátegui, Páez y la Legión Británica en la batalla de Carabobo en 1821 fueran un consejo de brujas conspirando los unos contra los otros. Tampoco creo que Bolívar –con historias de parentesco incluidas– haya perdido la razón y ordenado a colocar en su sitio a Piar. No soy historiador, pero tampoco tan más allá del nivel de bruto. Tuvo que haber una razón para tomar una decisión tan relevante.
Señor presidente, es una mala noche en una mala posada, pero usted prevalecerá. Después del 21 de noviembre, asuma su destino con la convicción de que el objetivo único, primordial, inmediato, fundamental, esencial e importante es liberar a Venezuela.
Dios guarde a V. E. muchos años.
@Nash_Axelrod
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