Si usted piensa que el sexting no es un problema que le atañe, permítame indicarle que es mucho más común de lo que nos imaginamos. El estudio efectuado por investigadores de Jama Pediatrics, Prevalencia de múltiples formas de comportamiento sexting entre los jóvenes[1], indica que, contrariamente a algunos hallazgos anteriores, el sexting consensuado es una práctica común entre los jóvenes, con 14,8% y 27,4% que envían y reciben sextos (término con el que se conoce a este tipo de material), respectivamente. El estudio señala a la infancia y la adolescencia como los grupos más vulnerables, especialmente los preadolescentes de 10 a 12 años.
Se denomina sexting a la actividad de compartir fotos, videos o mensajes personales de contenido sexual y erótico a través de dispositivos tecnológicos, ya sea utilizando aplicaciones de mensajería instantánea, redes sociales, correo electrónico u otra herramienta de comunicación. Este término también es conocido en español como sexteo, producto de la contracción de las palabras sexo y texteo. Es una actividad básicamente exhibicionista
Más allá de un juego de carácter sexual e íntimo, el sexting puede terminar siendo un verdadero dolor de cabeza para quienes lo practican. Una vez que se envía una foto o un video con contenido sexual, ese material ya no está bajo control de quien lo envía. En consecuencia termina siendo un acto de confianza con quien lo recibe o incluso de las personas que pueden tener acceso a los dispositivos del receptor de ese material.
Y es allí cuando lamentablemente aparece la sextorsión, un flagelo común dirigido a exponer un material que se supone privado y que es uno de los ciberdelitos más comunes y de mayor crecimiento. El informe indica que esta infección mediática es tan importante en algunos países, como los centroafricanos, que los escolares tienen un apodo para una práctica tan depredadora: calificaciones de transmisión sexual.
El joven que practica sexting debe prever como una posibilidad que esas fotos o videos puedan tomar otro rumbo distinto al que pensó como único. Esto es bastante común en el caso de rompimiento de parejas, en el que la parte ofendida, o dejada, toma venganza a través de la distribución de cualquier material erótico que haya recibido.
El sexting no es un delito, pero exponer al escarnio público a otra persona, revelando o distribuyendo contenido sexual, sí lo es. La sextorsion es una forma de abuso o explotación sexual. La privacidad es un derecho en la mayoría de las legislaciones a nivel mundial, y violarla es un delito de carácter penal sujeto a penas de prisión. La sextorsión es habitual en Facebook, pero también sucede por instagram, TikTok, Skype, Hangout u otras aplicaciones.
Muchos países disponen de instituciones y organismos que persiguen y castigan la sextorsión, o incluso la distribución ilegal de estos materiales. La National Crime Agency, inglesa, al igual que el Instituto Nacional de Ciberseguridad de España, la CyberCrime en Bulgaria, BundesKriminalamt en Austria o la Polizeiliche Kriminalprävention alemana, entre otras muchas otras instituciones policiales a nivel mundial, disponen de sitios donde las víctimas pueden denunciar este tipo de delitos. Estas instituciones alertan sobre la enorme cantidad de horas de grabaciones y fotos eróticas que disponen como pruebas criminalísticas.
De manera que los jóvenes deben entender los riesgos que corren al compartir imágenes íntimas, y sobre todo al distribuirlas sin consentimiento de la persona que las genera. Un rato de diversión puede terminar siendo una muy mala experiencia. Cuidar la privacidad y valorar los riesgos que se corren debe ser un mensaje de formación por parte de los padres y de las escuelas.
[1] El título original de este trabajo es Prevalence of Multiple Forms of Sexting Behavior Among Youth: A Systematic Review and Meta-analysis.
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