Ante la muerte del GD (Ej.) Raúl Baduel, voy a relanzar este texto que escribí el 1° de noviembre de 2018 con motivo de la muerte de Teodoro Petkoff. Cualquier similitud es pura intención sin calificación de buena o mala.
Si alguien analizó la fibra venezolana hasta lo más recóndito fue Fidel Castro. La hondura del estudio llegó a tal nivel que no hubo rescoldo de la mente, vericueto del espíritu y trinchera del alma criolla que no hubiera sido expuesta, ante los ojos políticos del barbiespeso caribeño. En ese conocimiento del cuerpo venezolano reside el triunfo cubano sobre el venezolano después de casi 60 años de haberlo intentado en la histórica reunión privada de Castro el 23 de enero de 1959, recién bajado de la Sierra Maestra y llegado al poder con la Revolución cubana, con un Rómulo Betancourt presidente electo con la democracia de pininos; y después de 20 años de pleno dominio del régimen de La Habana en la mente, el alma y el espíritu del venezolano. Lo recoge muy bien José Luis Uzcátegui y Eleonora Bruzual en Los hombres que erotizó Fidel (El Nacional, 2005. 166 páginas).
Asumo que su conclusión (la de Castro) fue: los venezolanos son más corazón que cerebro, mucha emoción y poca razón. Bastante espacio para la memoria de corto plazo y bien reducido y difuso el de la de mediano y de largo plazo. Cualquier línea estratégica de un plan cuya finalidad sea el control social del venezolano, debe apuntar al centro del sistema límbico, insistir allí y hacerse fuerte en esa posición. Allí donde tienen alojamiento y residencia las emociones. Dejar de lado el neocórtex. Ni de vaina. Todo debe apuntar a lo emocional. Y lo logró. Veinte años de dominio y bota cubana así lo ratifican.
Vamos al punto.
Falleció Teodoro Petkoff. Las redes sociales y los medios se estremecieron con las laudatorias y las referencias encomiásticas al catire de El Batey. Periodistas, historiadores, escritores, académicos, columnistas, opinadores, eso que ahora llaman influencers y toda la fauna que construye opinión pública en Venezuela, se han pronunciado en torno al exguerrillero, economista, político, periodista y venezolano que ocupó espacio y referencia durante más de medio siglo. He leído en algún tuit algo así como “Venezuela se perdió de tener a Petkoff como presidente”. Los pronunciamientos públicos pueden enhebrarse y dan para un panegírico que probablemente eleven a Teo hasta los altares. José Gregorio Hernández va a seguir jugando banco en eso del santoral, en relación con Petkoff. Y ya sabemos que este era ateo. Y puede que Francisco le abra las puertas en El Vaticano. Ya ustedes saben por qué.
El Teodoro público tiene tres etapas bien diferenciadas. El miembro de la Juventud Comunista hasta el Pacto de Puntofijo, el guerrillero hasta su pacificación por Caldera, y el pacífico, electoral y democrático hasta su muerte. Cada una con sus aciertos y con sus errores. Como todo ser humano.
Teodoro nunca apoyó a Chávez. Lo adversó desde el primer día. Eso es un mérito relativo. Hizo carrera en la prensa, primero en El Mundo y luego en Tal Cual, con una línea editorial adversa al régimen en ambas etapas. En sus tiempos de dirigente político. fue capaz de reunir en torno al MAS el aluvión del pensamiento progresista que simpatizaba con la revolución cubana, adoradores eternos de Fidel Castro, negados a ser miembros formales del PCV, pero simpatizantes de todos los frentes guerrilleros que se activaron, cuya relación más estrecha la hacían por la vía de los derechos humanos y los continuos manifiestos públicos que firmaban bajo los acordes de Ali Primera en el Aula Magna de la UCV. Mención especial al broche de oro con el documento de 1989 conocido en estos últimos tiempos como el de “Los abajofirmantes”.
Con José Vicente Rangel hizo dupla. En la política, en el Congreso Nacional y durante las candidaturas de este a la Presidencia de la República por el MAS. Además, Jotavé era su vanguardia legal en la etapa del frente guerrillero y en la defensa de los derechos humanos. El desempeño de Petkoff en el frente guerrillero no lo pone en el dedo del gatillo que emboscó a oficiales y soldados. En la guerra la responsabilidad del comandante permea como si empujara la bayoneta, detonara la carga de dinamita y disparara el fusil. El jefe es responsable de lo que se haga y deje de hacer. Más allá del acto de contrición y el propósito de la enmienda de reconocer esta etapa como un error. ¿O no? Por cierto, nunca he leído de la exigencia de un perdón por ese error. La salsa que es buena para el pavo Teodoro por su periodo de violencia en la década de los sesenta, es también buena para las pavas de las FARC en 60 años de narcotráfico, secuestros, terrorismo y violencia en Colombia. Los lobbistas del proceso de pacificación y su acercamiento a Caldera tendrán sus historias para registro de esa etapa.
El periodista Alonso Moleiro recogió en una entrevista que le hizo a Teodoro, un libro que tituló Solo los estúpidos no cambian de opinión (Libros Marcados, 2006. 255 páginas), las primeras etapas del Petkoff público, que reciben un entierro formal. A la última de ellas, la tercera, se le blanquea, se le pule y se le resalta. Es el reforzamiento de la memoria de corto plazo. Tanto, que he leído algunos exaltados con la emoción de la muerte del hermano de Luben exclamar: “Ya llegará el momento de una plaza con su estatua, una avenida, una biblioteca para honrar la deuda de los venezolanos con Teodoro”. ¡Coño! No me metan a mí en ese combo de acreedores.
Es verdad. El cambio es la norma en la vida. Solo en el cambio estriban los logros y se avanza en el camino de los objetivos personales, familiares, profesionales, académicos y políticos. En el cambio reside la adecuación y la adaptación social. Que es lo mismo que convivir. Y buscar el oxígeno del futuro. En eso, Teodoro fue un visionario. Eso se le reconoce.
Sobre ese mismo concepto del cambio y la estupidez de no hacerlo. Ese rasero ¿es válido con Luisa Ortega, Rodríguez Torres, Giordani, Rafael Ramírez, Gabriela Ramírez, el general Carvajal y otros que les tocará saltar la talanquera en su momento? A la hora de las chiquiticas Vladimir Padrino y algunos otros generales y almirantes cambiarán de opinión. La misma situación los empujará hacia el cambio ¿Es válido para ellos el concepto? A Larrazábal se le aplicó después de 1958, eso del cambio de opinión. ¿Será válido también para Nicolás Maduro?
A Chávez le ofrecimos el país después de los 68 segundos de memoria de plazo inmediato que duró su exposición ante las cámaras de televisión el 4F. Eso bastó para olvidar los diez años de la dictadura perezjimenista, los diez años de los frentes guerrilleros de la violencia castrocomunista y todo el historial de la memoria de largo y mediano plazo contenido en las dictaduras que han asolado la república a lo largo de la historia. Eso se remató con su elección a la Presidencia de la República.
La muerte de Teodoro Petkoff ha revuelto el siempre encendido ambiente de la opinión pública de estos últimos tiempos. Y lo ha dividido más. Entre Teodoristas de altar y santoral, misa y velo incluidos, y Teodoristas de la pira funeraria y cenizas al viento.
En veinte años de revolución bolivariana los venezolanos no hemos aprendido nada ni hemos cambiado nada.
La historia pública de Teodoro Petkoff tiene 3 etapas claramente diferenciadas. Las 3 corresponden a las memorias de corto, mediano y largo plazo. El general Baduel tuvo tres también. La conspirativa, encubierta hasta el año 1998; la oficial al servicio de la revolución que es de dominio público, y la opositora también de dominio público.
Fidel no se peló. Los criollos somos más corazón que cerebro. Más pasión que razón. Por eso nos tienen controlados y lo seguirán haciendo montados sobre nuestras emociones, hasta que encontremos la razón. Que está perdida en la penumbra de cada uno de los intereses que nos anima.
Nunca un libro fue mejor titulado. Solo los estúpidos no cambian de opinión. El que no ha cambiado de opinión, ni siquiera después de muerto, es Fidel.
Como dijimos de entrada, este texto tiene data del 1° de noviembre de 2018, pero le calza perfecto al día después de la muerte del general Raúl Baduel, ante los tiros de opinión de lado y lado.
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