El que no sienta escalofrío, de solo pensar en que le puede hacer daño a un anciano, es porque definitivamente no tiene corazón ni mucho menos sentimientos nobles. Lo que están haciendo en nuestra Venezuela con los adultos mayores “no tiene perdón de Dios”. Y desde luego que no puede tolerarse con excusa alguna ni mucho menos pretextos rebuscados, sabiendo que en nuestro país se malbaratan miles de millones de dólares para pagar activistas que siguen en las nóminas de entes que se financian de los recursos públicos, y al mismo tiempo les niegan a las instituciones que albergan a los abuelos que no tienen techo propio o sus familiares no están en capacidad ni en condiciones de atenderlos adecuadamente.
Esta semana que culmina vi en las redes sociales las imágenes que nos muestran los rostros famélicos de los abuelos alojados en el Ancianato Lazo Martí de San Juan de los Morros, que conozco muy bien porque a esas instalaciones iba anualmente con Antonio Ledezma a llevarles algunos presentes al centenar de abuelos allí albergados. Esa infraestructura estaba entonces en buenas condiciones y sus espacios bien dotados, permitían atender con dignidad a esos seres humanos que solo esperan pasar tranquilos los últimos años de su vida.
La realidad es que en un país con la hiperinflación que azota a los venezolanos, entre ellos a los jubilados y pensionados, no le es posible siquiera adquirir los alimentos o medicinas que requieren. Eso es doloroso, y produce una rabia natural en quienes hemos sido traídos al mundo por mujeres y hombres como esos abuelos que ahora están abandonados cruelmente por un régimen criminal e indolente. La pensión que reciben los jubilados y pensionados es miserable, no sirve para nada que no sea engañar a esos seres humanos que se quedan pasmados de tener entre sus manos unos pocos dólares a los que han quedado reducidos sus menguados ingresos.
Estamos hablando de ciudadanos que vienen de dar lo mejor de sí mismo durante un tiempo prolongado, ciudadanos que se esmeraron para graduarse como especialistas, con títulos de maestría o laureados como doctores en diferentes disciplinas, después de demostrar su talento en las mejores universidades de Venezuela y también del exterior a donde fueron becados para consolidar sus conocimientos. Y hoy, esos venezolanos dependen de los auxilios de los organismos que reparten ayuda humanitaria, porque tal como lo informó “la ONG Convite, que promueve los derechos sociales, 86,9% de los adultos mayores en Venezuela vive en situación de pobreza”.
Por eso es que las protestas se continúan escenificando en un país en el que la gente deja el miedo de lado y se arriesga a luchar por sus derechos, tal como lo confirma el Observatorio de Conflictividad Social de Venezuela que dio a conocer que durante el pasado mes de septiembre hubo 568 protestas. Protestan los docentes, los estudiantes, los jubilados y los abuelos reclamando sus derechos eliminados por un régimen que no sabe ni le importa los derechos humanos.
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