Un recorrido por Chacao reveló a Luis Gomes y a Raúl Morales que en la oferta panadera del municipio sobraban donas y croissants y faltaba el golfeado. Razón de peso para hacer del tradicional bollo dulce local el producto estrella del café que dirigen, que lleva por nombre -faltaba más- Golfiao, y que abrió sus puertas el pasado 18 de octubre, en el edificio Humboldt de Altamira, en la avenida Francisco de Miranda, diagonal a la Plaza Francia.
De la elaboración se encarga Gomes, hijo de panadero, quien revela que después de trabajar con unos cuantos asesores a los que consultó sobre el procedimiento y de año y medio de ensayo y error, optó por escuchar los consejos del padre. ¿El resultado? Un golfeado que lleva entre sus ingredientes masa madre, responsable de la buena textura y sabor que lo caracteriza, y de su preservación por un buen tiempo. En pocas palabras, «un golfeado del más allá».
Se enriquece, como dicta la tradición, con la cantidad justa de melado de papelón, y se acompaña -al menos de que el comensal prefiera saborearlo solo- con un redondel de guayamano, queso que llega al local desde el interior del país, que arropa en su totalidad el tope del bollo dulce.
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Golfeado, origen mirandino
En su libro El señor de los aliños, en busca del sabor perdido, el periodista y gastrónomo Miro Popic asegura que al igual que el trío Matamoros se preguntaba de dónde son los cantantes, los venezolanos nos preguntamos de dónde son los golfeados, «ese dulce bocado que solo se encuentra en Venezuela».
Son muchos los que se atribuyen su autoría -agrega Popic- pero hay razones para ubicarlos en las cercanías de Caracas: «Los únicos puntos coincidentes sobre su origen indican que se trata de un producto regional, surgido originalmente en el estado Miranda, que es de reciente data, no más de 75 años, y que su verdadero nombre, golfiao, posiblemente tenga que ver con un tipo de semilla de café que los campesinos denominaban de esa manera».
A mediados del siglo pasado -agrega el periodista- aún se cultivaba café en muchas zonas de Caracas y quizás uno de los trabajadores de la Hacienda El Hoyo de las Tapias, cerca de Petare, pidió un dulce «que parecía un golfiao» en la panadería Central, localizada cerca de la estación de tren Petare-Santa Lucía.
Esta era regentada por una familia de origen canario, los hermanos María y Gregorio Vicente Duarte, a quienes se atribuye la creación de este pan, que no salió de la cocina hogareña sino de una panadería comercial, cuya popularidad comenzó a crecer después de los años 50 del siglo XX.
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