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Frans Timmermans: “Tenemos que evitar lo peor y también prepararnos para lo inevitable”

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“Es cierto que la acción mundial por el clima no siempre ha avanzado a grandes pasos, pero estamos viendo algunos pasos significativos en el período previo a esta cumbre” climática en Glasgow (la COP26), asegura, con un cierto optimismo, Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo responsable del Pacto Verde Europeo y comisario de Acción por el Clima de la Unión Europea (UE), quien dice que está comprometido con alcanzar un “acuerdo que garantice la máxima ambición posible”.

“Cuando volvamos de Glasgow, deseo que hayamos obtenido un acuerdo que mantenga al alcance el objetivo de 1,5ºC” como el límite máximo para el incremento de las temperaturas del planeta respecto a los niveles preindustriales, comenta el enviado climático del bloque comunitario en esta entrevista por escrito para El Mercurio, parte del Grupo de Diarios América (GDA). “Será difícil, pero el precio de no actuar costaría mucho más”, acota.

Para Timmermans la cita que comienza mañana (domingo 31) en Escocia “es crucial” y recalca que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) “dejó claro que la situación es peor de lo que creíamos y que no nos queda mucho tiempo”.

Entre los lineamientos que defenderá la UE, está que la marca de los 1,5ºC “siga siendo una posibilidad realista”, algo que fue una aspiración del Acuerdo de París, donde el compromiso fue limitar el calentamiento global a menos de 2ºC. “Los países, y especialmente los principales emisores, deben fijar objetivos nacionales en consonancia con esa meta. El Pacto Verde Europeo hace exactamente eso en la Unión Europea”, afirma. También el bloque apunta a reducir la brecha en la financiación de la lucha contra el cambio climático — la UE “es ya el mayor contribuyente (aproximadamente un tercio) y ha anunciado hace poco que añadirá otros 4.000 millones de euros (unos 5 mil millones de dólares)” al fondo de 100.000 millones acordado— y finalizar el código normativo de París, las disposiciones técnicas del acuerdo que permitirá verificar el cumplimiento de los objetivos nacionales.

—Hace poco, usted pidió a China, el principal emisor global, una mayor claridad respecto de sus metas. ¿Cuánto depende el éxito de la cumbre de las acciones de Beijing en particular y qué específicamente se requiere de China?

—Es cierto que el papel de China es muy importante. Actualmente, supone alrededor del 27% de todas las emisiones mundiales, frente a aproximadamente el 15% de los Estados Unidos y el 8% de la UE. Los objetivos ya anunciados por China son pasos positivos: el fin de la financiación del carbón en el extranjero, una fecha para alcanzar un máximo de emisiones y un objetivo de neutralidad climática para 2060. Estos pasos me hacen pensar que China quiere contribuir al éxito de la conferencia de Glasgow y a asumir un papel de liderazgo mundial, tal y como lo hizo en París. Estamos estudiando los detalles de la última propuesta comunicada por China que proporciona más datos sobre la manera en que tienen previsto alcanzar estos objetivos (…) Pasar de las palabras a los hechos es fundamental, y esto vale para todos los países.

—¿Y de otras potencias? China es el primer emisor, pero no el único: EE.UU., la India, Rusia, Japón y Alemania, la principal economía del bloque, también son importantes emisores.

—Los principales emisores tienen que adaptar sus economías y encaminarse hacia el objetivo de cero emisiones netas para mediados de siglo. Para la Unión Europea, esto no es solo una orientación política, sino que ya es un requisito jurídico. Nuestra Ley del clima dispone que la UE será climáticamente neutra de aquí a 2050 y que reducirá sus emisiones en un 55% de aquí a 2030. Desde que la UE anunció sus objetivos a finales de 2019, hemos sido testigos de una dinámica realmente positiva. Una serie de países que representan más del 60% del PIB mundial se ha comprometido a tener cero emisiones.

Ahora la pregunta crucial es cómo pasar de las palabras a los hechos. Para la UE, alcanzar un porcentaje de -55% en 2030 significa una enorme aceleración de nuestros esfuerzos en todos los sectores de la economía. Por eso presentamos justo antes del verano (boreal) un conjunto de trece propuestas jurídicas para garantizar el cumplimiento de ese objetivo de aquí a 2030. Otros grandes emisores se enfrentan a un reto similar. La fijación de objetivos sigue siendo relativamente fácil; lo que resulta difícil es introducir cambios en la economía y en la sociedad con el fin de poder alcanzarlos. Por lo tanto, las políticas que todos apliquen para alcanzar realmente sus objetivos determinarán el éxito del esfuerzo mundial contra la crisis climática.

—Una de las prioridades para la presidencia de la COP26 es buscar la forma de financiar los cambios necesarios para la mitigación de los efectos del cambio climático y frenar el calentamiento global. ¿Qué propone la UE en este aspecto?

—Esta es una de las cuestiones clave de la cumbre de Glasgow. Los países desarrollados deben reducir la brecha en materia de financiación de la lucha contra el cambio climático. La UE ya ha aumentado su contribución (…). En mis viajes y reuniones previas a la COP26, he hecho un llamamiento a otras naciones desarrolladas que aumenten también su financiación en este concepto. Tras haber visitado recientemente Antigua y Barbuda y presenciando la destrucción causada por el huracán Irma, también estoy convencido de que debemos velar por que esta financiación se destine tanto a los esfuerzos de mitigación como de adaptación. Muchos de los países más vulnerables del mundo ya se enfrentan al día de hoy al impacto de la crisis climática actual y debemos ayudarlos a adaptarse a esta realidad.

—En general, los países de América Latina no son grandes emisores, pero sí grandes afectados por el cambio climático. ¿Qué tipo de colaboración espera tener la UE en este ámbito con la región?

—La Unión Europea mantiene desde hace tiempo una estrecha cooperación con casi todos los países de América Latina y el Caribe. La región es un aliado importante en la lucha mundial contra la crisis climática y estamos dispuestos a cooperar en diversos aspectos de la acción por el clima a nivel nacional. Ya han asumido un papel de liderazgo, como indica, por ejemplo, la presidencia chilena de la última COP. Muchos países de América Latina y el Caribe tienen políticas climáticas progresivas semejantes a las de la Unión Europea. Por lo tanto, juntos podemos predicar realmente con el ejemplo, especialmente si todos los principales emisores de la región se unen a la tarea con objetivos ambiciosos y planes claros para cumplirlos. Puesto que representamos casi un tercio de todos los miembros de las Naciones Unidas, esto también puede tener un efecto real en las negociaciones multilaterales.

—¿En qué sectores tiene la UE interés de cooperar en asuntos climáticos en la región, por ejemplo, para ayudar a que sus países a llegar al objetivo de emisiones cero?

—Hay una serie de temas importantes para nuestra cooperación. Además de los esfuerzos generales de mitigación y adaptación al cambio climático y de fijación de objetivos nacionales en consonancia con el Acuerdo de París, también es importante estudiar la armonización de los flujos de inversión con las ambiciones climáticas, la transición energética y, en particular, el fomento del hidrógeno verde, y la silvicultura, el uso de la tierra y la agricultura sostenibles. Nuestra idea de cooperación futura seguirá los tres pilares principales del Pacto Verde Europeo: cambio climático, pérdida de biodiversidad y economía circular.

Desde 2017, la UE ha apoyado a los países latinoamericanos con cargo al programa Euroclima+. El programa, que tiene unos 55 proyectos, acompaña a los países latinoamericanos en el fortalecimiento de su gobernanza climática y el diseño e implementación de políticas climáticas. Este programa también brinda apoyo a la inclusión de la sociedad civil y a la integración de la perspectiva de género y participación de grupos vulnerables en medidas relacionadas con las políticas climáticas. Estamos trabajando ahora en un nuevo programa que se basará en las experiencias positivas con Euroclima+, pero que abarcará también el Caribe. Nuestro nuevo presupuesto prevé 3.400 millones de euros (unos 3.900 millones de dólares) para la región en su conjunto, y la transición ecológica será la primera prioridad de ese presupuesto.

—¿Estaría interesada la UE en apoyar en América Latina programas de incentivos fiscales, financieros o incluso de canje de deuda a cambio de que esos países ejecuten medidas concretas de descarbonización? 

—Estamos estudiando diversas opciones de ayuda financiera a todos los países que la necesitan, también en América Latina. No obstante, no puedo decir gran cosa sobre las posibilidades de canje de deuda, ya que no es algo de lo que se ocupe la propia Comisión Europea, sino que depende sobre todo de los Estados miembros de la UE. Una cosa que hemos hecho a nivel de la UE y que ha tenido bastante éxito es la combinación de fondos públicos (de la UE) e inversiones del sector privado. Se utilizó, por ejemplo, para apoyar la creación de la planta de energía termosolar de concentración del Cerro Dominador en Chile. Los fondos públicos actúan como palanca para movilizar financiación privada adicional y, por lo tanto, intensifican el efecto y la eficacia de esos fondos públicos. Estamos trabajando para ampliar este procedimiento, de modo que abarque toda la región.

—Expertos y organizaciones advierten de las “consecuencias sociales” del calentamiento global, como las migraciones o incluso conflictos armados por recursos: ¿qué tan urgente considera estos asuntos y cómo puede ser abordado desde la UE y en la COP26?

—Son extremadamente urgentes. Si no actuamos ahora, me preocupa mucho que nuestros hijos y nietos declaren guerras por el agua. Es evidente también que las personas más pobres y vulnerables sufrirán la peor parte de las consecuencias de nuestra inacción, en Europa y en todo el mundo. Esta es la razón por la que el Pacto Verde Europeo es también una estrategia social, con financiación para ayudar a la transición en las regiones carboníferas y fondos para asistir a las familias con ingresos bajos y medios a la hora de aislar sus hogares o de invertir en paneles solares para producir su propia energía. Y por eso también la Unión Europea está ayudando en primer lugar, a los países vulnerables de todo el mundo, mediante la financiación de la lucha contra el cambio climático y asistencia técnica tanto para la mitigación del cambio climático como para la adaptación al mismo; tenemos que evitar lo peor y también prepararnos para lo inevitable. Además, la UE contribuye consecuentemente a que se oiga mejor la voz de estos países en Naciones Unidas gracias, por ejemplo, a nuestra cooperación con la Coalición de Alta Ambición. La lucha contra la crisis climática es un esfuerzo global que necesita el esfuerzo de todos y cada uno de nosotros.

Por Carolina Álvarez Peñafiel, El Mercurio, GDA.

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