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El tren de El Encanto 

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Acabamos de celebrar los 40 años del fallecimiento de Rómulo Betancourt, el político más importante del siglo XX venezolano. Fue factor fundamental para el reconocimiento del derecho de la soberanía popular, atávicamente burlado por dictadorzuelos y salvadores de la patria de diferentes pelajes. Fuente de inspiración de las nuevas generaciones, cabe destacar como un hecho lleno de simbolismo el que con su nombre fuera designado -y  presidía una foto del gran líder democrático- el comedor donde compartieron en Ramo Verde Leopoldo López, Daniel Ceballos y Antonio Ledezma. También este año el ilustre Concejo Municipal del Municipio El Hatillo decidió designar con el nombre de avenida Rómulo Betancourt a la avenida conocida como bajada y subida de Los Naranjos.

Son muchos los episodios de Betancourt que solía narrarme mi papá. Escojo uno, relacionado con la visita a las instalaciones de Puerto de Hierro, estado Sucre y el tren de El Encanto, que retrata de cuerpo entero al estadista.

El presidente Betancourt viajó al lugar el sábado 28 de septiembre de 1963, en el buque presidencial T-12, mi padre lo acompañaba en su carácter de encargado del Ministerio de Minas. Cito del diario de mi papá: “El presidente mostraba un carácter alegre al llegar. Durante el viaje vimos en el salón de proyecciones del buque películas del género comedia y revistas musicales, que según el presidente servían para descargar tensiones.

Al día siguiente, domingo 29, nos reunimos con el presidente e hicimos un análisis de las tres posibilidades que se presentaban al asumir el Estado el manejo del Puerto: dique seco, compañía mixta y apostadero naval, optándose por este último. El lunes en la mañana bajamos a tierra, conversamos con los representantes de la Iron y con los dirigentes sindicales y almorzamos en el club. Al subir al barco llegó la noticia al presidente, por radiograma, de que el tren de El Encanto, cerca de Los Teques, durante su viaje dominical-día 29- había sido atacado por una banda extremista, resultando varios guardias nacionales, muertos y heridos y varios civiles lesionados, también había sido atacada la Digepol en Maracay. Actos terroristas se venían cometiendo desde septiembre de 1960. El presidente se encerró en su camarote y al cabo de un rato salió bastante disgustado y nos leyó los radiogramas dirigidos a los ministros del Interior y de Defensa, en los que ordenaba la detención de los dirigentes del MIR y del Partido Comunista, inclusive parlamentarios. Expresó que menos mal que la decisión la había tomado «sin los asesores de Caracas».

El presidente Betancourt habló la noche del 7 de octubre por la red de radio y televisión, y se refirió a la decisión tomada en Puerto de Hierro “solo conmigo mismo y con mi conciencia, leal al mandato que recibí de los venezolanos en elecciones inobjetables…” Señaló que la inmunidad no es impunidad.

En tan azarosos tiempos solo un estadista de la talla de Betancourt pudo llevar paz al país y realizar una obra de grandes proporciones”.

“Libertad para Javier Tarazona. No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados”.

 

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