A la memoria de Emilio Nouel
Quiero presentar este articulo como homenaje al amigo profesor Emilio Nouel, abogado, escritor, internacionalista y quien fue asiduo articulista de temas internacionales, luchador por las causas democráticas, quien se nos fue sorpresivamente. Tenía aún mucho que aportarle a nuestro país.
En estos tiempos la comunidad internacional tiene desafíos importantes. La pandemia que nos azota es una tragedia, pero a su vez es una oportunidad para redefinir las prioridades de una agenda internacional que exige afrontarla con nuevas herramientas y una mayor coherencia en el trabajo de las distintas organizaciones internacionales que forman parte de la “fauna” internacional y evaluar, si efectivamente, estas son útiles, si la normativa internacional se ajusta a los nuevos retos y si estamos evitando el solapamiento o duplicación de mandatos que muchas veces se repiten por lo parecido de la naturaleza entre los organismos.
Nadie en su sano juicio pone en duda la importancia del multilateralismo como la herramienta global para equilibrar todas las visiones, aspiraciones, encuentro de culturas en la búsqueda permanente de frenar las tendencias perversas del planeta, sean estas bélicas, políticas sociales y económicas a las que la humanidad está permanentemente sometida. La interdependencia y la cooperación entre todos para alcanzar objetivos comunes es una necesidad más que una meta. El planeta se enfrenta a tantos desafíos, muchos causados por el hombre como los estragos del cambio climático, la violación de derechos humanos, las guerras, desplazamiento de personas y las migraciones, la inequidad en las vacunas, recuperación económica, tensiones entre actores globales, la brecha tecnológica, entre otros, que se originan como consecuencia de situaciones adversas, como pandemias y epidemias, falta de libertades, desastres naturales y hasta el terrorismo que nunca se sabe cuándo, dónde y cómo se manifiesta.
La pandemia del COVID-19 nos obliga a plantear una agenda temprana de hacia dónde debemos dirigir los esfuerzos ante estos nuevos retos. Es por ello que el mundo tiene que estar en permanente cautela ante amenazas y no hay mejor manera de enfrentarlas que con cooperación internacional, con normas diáfanas previamente acordadas, buenas prácticas y un sistema multilateral basado en reglas que sean bien inclusivas, realistas y de aplicación efectiva, con mandatos para su debida implementación. Estamos, ante una necesaria encrucijada para generar mejores normas internacionales que tengan mayor piso legal y de aplicación con la finalidad de confrontar los nuevos desafíos globales. Por ello, la importancia de la evaluación de los instrumentos internacionales que deben incluir no solo la parte normativa a que se refiere sus mandatos y obligaciones, sino, además, como los mismos se adaptan y más allá del interés o las demandas exclusivas de los gobiernos.
La normativa internacional de los nuevos tiempos debe reflejar las necesidades de los multiactores de la comunidad internacional, así como también las nuevas disposiciones que se requieren para poder garantizar y reaccionar ante las alertas tempranas que se disparen ante eminentes situaciones de crisis políticas, de salud o desastres asociados a fenómenos naturales.
Insistimos, por los demás, esta crisis sanitaria que comenzó en 2020, ha demostrado cuánto rezago y cuánto trabajo tenemos por delante para que los organismos internacionales den respuestas oportunas, eficaces y diáfanas a las demandas y a las expectativas no solo de los estados y los gobiernos, sino que fundamentalmente a las sociedades y a las personas en su conjunto. La aplicación con agilidad de los instrumentos internacionales es una necesidad. De allí que los países juntamente con los propios organismos internacionales y otros actores que incluye organizaciones intergubernamentales, organismos privados de normalización, organizaciones regionales, fundaciones filantrópicas entre otras, se deben coordinar para impulsar los mecanismos de implementación que garanticen fiel cumplimiento a los acuerdos, incluyendo la posibilidad de sanciones económicas o legales. En la actualidad, existen más de setenta mil instrumentos internacionales, unos pocos de carácter vinculante y sin duda se requieren mecanismos coherentes de aplicación, por una parte, pero también de supervisión y evaluación.
Los retos de la sobrevivencia ya no están dentro de las fronteras. El llamado también ecosistema multilateral, este es, de numerosas organizaciones internacionales y otras agencias, también deben evaluar la efectividad de sus recomendaciones, mandatos y objetivos para que los países puedan asumir sus propios retos a través de políticas públicas eficientes, por ejemplo, que contribuyan al crecimiento económico, la lucha contra la pobreza, combatir el terrorismo, la contaminación ambiental o las crisis financieras. Las organizaciones internacionales se debilitan en la medida que el acervo normativo sea mas referencial, basado en recomendaciones y menos en mandatos diáfanos que obliguen su fiel cumplimiento, incluyendo la posibilidad de que entidades internacionales tengan la disposición de actuar ante alertas tempranas o situaciones caóticas que se presenten, como, por ejemplo, una catástrofe natural, una pandemia o hasta acciones genocidas en cualquier país del planeta. Los países se han acostumbrado a que los OI ejecuten evaluaciones basados más en situaciones confirmadas que en la previsión de estas. Las alertas tempranas deben estar en la vocación de cada uno de OI, incluyendo por supuesto aquellos que se desprenden de la sociedad civil.
No serán pocos los que coloquen sus manos en la cabeza pensando en lo audaz de planteamientos de esta naturaleza, especialmente cuando la visión de soberanía absoluta sigue siendo las cortapisas que protege las consecuencias de malas prácticas de muchos de nuestros países. El medio ambiente, la contaminación de las aguas, las pandemias, las tragedias naturales y sus efectos no se atañen a espacios geográficos delimitados.
Existe un amplio engranaje internacional que muchas veces confunde y se solapa en tanto que objetivos y responsabilidades. La mayoría de los países forman parte de más de 50 organismos internacionales, que incluye, supranacionales, intergubernamentales, privadas y otras de naturaleza mixta. El acervo es tan variado y amplio que se afirma que existen más de 70.000 instrumentos normativos internacionales. Lamentablemente, la mayoría no tiene mandatos de fiel cumplimiento con sus respectivas sanciones, no son de obligatorio cumplimiento y quedan las disposiciones más como recomendaciones que obligaciones. Si las normativas de los organismos internacionales no se implementan por parte de los países o grupos de naciones, la efectividad de la norma y la contribución de estas en su conjunto se debilitan. Esta realidad es una tendencia evidente en el ecosistema internacional. Encontramos una tendencia desde los propios OI hacia impulsar la ejecución ante la frustración de que la normativa sea letra solo referencial. De allí que se recomiendan mecanismos de aplicación que sean seguros, confiables, y que se orienten hacia sanciones legales o económicas en los casos de no cumplimiento. La OMC, por ejemplo, es de las pocas organizaciones internacionales que además de ser una especie de “perro guardián” del cumplimiento de la norma comercial internacional, tienes mecanismos de aplicación de sanciones, así como de resolución de controversias a través del OSD.
Ta como se desprende de la convocatoria de la octava reunión anual de la Asociación de Organizaciones Internacionales para la elaboración de normas internacionales eficaces,..” existe una necesidad apremiante de una mayor coordinación entre los actores internacionales para el desarrollo de soluciones rápidas que apoyen a los grupos interesados en tiempos de crisis, gestionando las amenazas para los ciudadanos“. En otras palabras, el llamado es hacia la creación de acervo normativo internacional ágil capaz de estar posesionado ante las necesidades de proteger a las personas y al planeta en tiempos de crisis. No son pocas las voces que han llamado a que los procesos de elaboración de normas internacionales deben estar fundamentadas en la transparencia, la inclusión, la implementación, el seguimiento, la promoción, la coordinación, y perseguir como objetivo final ser una herramienta de apoyo al logro de objetivos de políticas públicas.
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