Corría el primer lustro de la década de 1990. Mientras la Europa excomunista experimentaba la transición a la democracia, el libre mercado y el reencuentro con la fe perseguida y casi perdida, Castor José Álvarez Devesa fraguaba el sueño de graduarse como matemático en la Universidad de Oriente, provincia de Santiago de Cuba.
Al joven camagüeyano, que aún desconocía su destino, le inspiraban los aires libertarios desatados por el «trío que cambió el mundo», como John O’Sullivan en su libro nombraría a la divina confluencia entre Karol Wojtyla (Juan Pablo II), Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que facilitó el fin del rancio comunismo en la vieja Europa.
En el portal del grupo opositor Estado de Sats se explica que «la poderosa fe católica» de Álvarez Devesa «no se inclinó jamás ante la doctrina atea que, durante más de 6 décadas, ha impuesto en varias generaciones la Revolución cubana para resquebrajar la familia, la libertad individual y la sociedad civil. Adoctrinamiento contra el que, desde entonces, se ha pronunciado abiertamente».
«Nosotros creemos en Dios, que es amor, y Jesucristo —nuestro faro, nuestro fundamento— nos enseña que amar es la clave: amar a Dios sobre todas las cosas, amar al prójimo como a uno mismo. Por eso, amar, en la religión, en la política, en la vida. El que más ama más vive, más fuerza tiene para vivir», expresó el cura en entrevista con la Asociación Católica Mundial para la Comunicación (Signis).
En las aulas universitarias el lozano matemático alzaba su voz, como pocos, en contra de los reglamentos totalitarios que cercan la llamada «educación» socialista. Desde aquellos años defendía la «asistencia libre», criticaba las pésimas condiciones de los albergues y discutía sin pelos en la lengua sobre temas políticos «prohibidos», hasta llegar a convertirse en una piedra en la bota castrista.
No en balde hay una frase del papa San Félix III que el Padre Castor suele citar: «Cuando la verdad no es defendida termina siendo oprimida y cuando el error no es combatido termina siendo aceptado».
Poner a Dios por delante de la revolución sigue siendo no solo un acto de disidencia sino también una afrenta para el castrismo. Vivir con esta máxima de la doctrina católica, unido a su posición contestataria, fueron razones más que suficientes para obviar sus calificaciones sobresalientes y, como «la universidad es para los revolucionarios», lo expulsaron en el cuarto año de la carrera.
Ese fue quizás el impulso decisivo para entregarse a los estudios eclesiásticos, primero en el seminario de San Carlos y San Ambrosio, en La Habana, y luego en Roma. En 2001 se ordenó como sacerdote y regresó a la isla. «Dios es amor. Muchas gracias Jesucristo por llamarme para salvarnos. XX Aniversario de la Ordenación. Paz y esperanza. Dios nos bendiga», escribió el cura en su página de Facebook.
«Desde hace varios años el padre Castor ha acompañado a su pueblo, defendiendo, desde el amor y la verdad, la libertad de Cuba. Está convencido de que cerrar los ojos ante el sufrimiento del pueblo es contrario a lo que debe ser la misión de la Iglesia. Días después del 11 de julio dijo muy claramente que «los sacerdotes también han de consagrar al mundo en el terreno político». Algo con lo que él ha sido coherente», ha manifestado Antonio Rodiles, líder de Estado de Sats y amigo del sacerdote.
En su charla con Signis, días después de las multitudinarias protestas del 11 de julio, el padre Castor recordó que «la Doctrina Social de la Iglesia contiene las enseñanzas de su magisterio acerca de lo social. Hay un momento en que para la enseñanza cristiana toca mostrar la riqueza de esta Doctrina Social, que lleva la fe a lo social, a la experiencia humana. Creo que este es el momento en que nos toca, en Cuba, aplicar la Doctrina Social de la Iglesia, que hace que se cumpla por parte de la Iglesia -la esposa de Cristo, la que lo conoce a él- el misterio de su Encarnación».
«Castor es un ser hermano vanguardia, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo, en aplicar en su cotidianeidad la Doctrina Social de la Iglesia. Es esencial que la Santa Sede y otras altas esferas de la institución católica comprendan que sacerdotes comprometidos en tan cristiana convicción son un ejemplo a seguir. El presente y futuro de Cuba le necesita mucho», ha dicho Claudio Fuentes, fotógrafo independiente y activista de Estado de Sats.
En su perfil de Facebook, donde suele compartir sus homilías desde su natal ciudad de Camagüey, al centro de la isla, Álvarez Devesa denunció: «Dios es amor. ¡Libertad para los manifestantes pacíficos! El pueblo debe tener su espacio para la libre expresión política! Paz y esperanza. Dios nos bendiga».
En las manifestaciones del 11 de julio en su ciudad, protegiendo a sus feligreses de la violencia policial, el padre Castor fue herido en la cabeza. Desde entonces le han «regulado«, eufemismo que emplea el régimen para violar de libertad de movimiento de los cubanos.
Álvarez Devesa ha declarado que a los «pastores y consagrados» es a quienes corresponde la tarea de «guiar a todos, también a los políticos». Fundamenta esta creencia recordando que «Cristo convulsionó en su momento todas las esferas, incluso la política. Lo mismo calificó a Herodes que a los fariseos, enfrentó al Sanedrín judío, que ubicó a Pilatos y lo evangelizó. Yo creo que, como decíamos con la clave del amor, nos toca amar a la Patria, amar a los cubanos, y poner nuestro corazón para que nuestra sociedad sea como el Reino de los Cielos, y se cumplan esas palabras que rezamos: Venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».
Su anhelo está alineado con el de no pocos de cubanos que han demostrado que es posible trascender el pánico que siembran en la sociedad los totalitarismos: «Quiero y sueño con que se explote nuestra alegría, esa proverbial alegría del cubano extrovertido. Que podamos nosotros alegrar al mundo con todo nuestro liderazgo, todo lo que se nos ocurra. Quiero una Cuba resucitada. Que así sea», ha dicho.
Su página de Facebook alberga cientos de mensajes de activistas de la disidencia cubana, de Estado de Sats y otros grupos anticastristas, que agradecen «su importante labor durante estas primeras dos décadas de sacerdocio».
En sus charlas sobre la libertad de Cuba el padre Castor suele recordar una de las célebres enseñanzas espirituales del padre Pío: «Siempre debemos tener coraje, y si nos llega alguna languidez espiritual, corramos a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramento y ubiquémonos en medio de los perfumes celestiales, y sin duda recuperaremos nuestra fuerza».
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