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¿Dónde quedó la Acción Democrática?

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Dedico el presente artículo, gracias a El Nacional, a la abrumadora mayoría  de venezolanos que, por millones, se resisten a cohabitar con la tiranía narcoterrorista actual. También, y en nombre de todos los que compartimos el exilio, lo dedico especialmente a la memoria de Carlos Blanco Garnica (quien falleciera en Miami este pasado 17 octubre 2021), dirigente político caraqueño que creyó y luchó por una necesaria “Alianza” para que el “Gloria al Bravo Pueblo” de nuestro Himno Nacional se hiciera valer en defensa de los derechos humanos a la libertad, la justicia y la democracia, y para que todos pudiéramos retornar a nuestra Venezuela.

Con un nuevo aniversario de la llamada Revolución de Octubre, ocurrida el día 18 de aquel mes de 1945, volvemos sobre la discusión histórica de cómo se fue tejiendo desde la “Generación del 28” el advenimiento de la democracia venezolana hoy perdida. La participación de excepcionales jóvenes políticos y militares como camada envuelta en sueños de una mejor Venezuela, y desde distintas aproximaciones del conocimiento de las ideologías, convergieron hacia la realidad de una sociedad cambiante, que iba migrando del campo a las ciudades capitales de los estados, y luego hacia la capital de la República de Venezuela. Dichos jóvenes debatían constantemente cuál sería la más apropiada forma de Estado para una tierra como la venezolana, y la latinoamericana.

Entender aquellos sueños implica ubicarse en  el largo periodo de fin del siglo XIX   de Castro y Gómez. Desde su revolución restauradora iniciada en 1898, a comienzos del siglo XX, hasta Gómez sólo desde 1908 y hasta 1935, cuando el caudillismo entronizado hasta los tuétanos de aquellos hombres semicivilizados imponía, bajo la creencia que era desde allí como se demostraba el carácter y la eficacia para dirigir la sociedad humana mediante férreas dictaduras. Así era en estos territorios algo como obligado por nuestra naturaleza. Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, a sangre y fuego, y machete en mano, se encargaron de unificar aquel país de montoneras y guerras intestinas por el poder. Apenas comenzábamos a dejar de ser colonia de España e intentar convertirnos en civilizados y soberanos cuando hubimos de pasar por el episodio de 1902 con bloqueo a nuestros puertos en nuevo asedio europeo debido al endeudamiento nacional.

Parecieran muchos años los que van desde 1498, cuando Colón navega por nuestras costas orientales de Macuro en el hoy estado Sucre, hasta cuando el pueblo venezolano es estafado por la confluencia de un conjunto de traiciones y de errores que permitieron que un militar antidemocrático como lo fue Hugo Chávez, burlando al pueblo, llegara mediante elecciones al poder en aquel fatídico diciembre de 1998. En esos quinientos años de conquista, de subyugación de los nativos junto a los negros africanos, cazados y traídos como esclavos, solo la persistente lucha de hombres justos, de mayor nivel moral y de desarrollo ético-emocional, religiosos como los jesuitas con Juan Bartolomé de las Casas, o el padre peruano Juan Pablo Viscardo, de militares como Francisco de Miranda y luego Bolívar, que se propendería al mejoramiento de las condiciones sociales en esta parte del mundo, hasta la superación del colonialismo y de la barbarie de las guerras.

El establecimiento de una democracia perfectible se iniciaría con el acercamiento de los hombres de armas hacia auténticos dirigentes políticos que a partir de 1936, y a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, un general auténtico como Eleazar Lopez Contreras, y luego Isaías Medina Angarita, fueron testimonios vivientes de la capacidad de grandeza que anida en determinados oficiales que han hecho honor a nuestro legado histórico-patriótico, para concretar la transición.

Hoy, entre escándalos de mercaderes detenidos y la prostitución de la institución armada, escasean para la mayoría los bienes más urgentes para la salud, la seguridad y la educación de nuestra nación. Seguramente hoy también se debate entre los jóvenes oficiales  entre lo que creen que pueden o no hacer, y lo que todos saben que deben hacer. Es preciso aprender de nuestra historia reciente que es imperativo iniciar la superación de la mayor humillación y desgracia que ha conocido el pueblo venezolano en toda su vida como nación. Y para poner fin a esta barbarie del siglo XXI es vital converger con una nueva dirigencia política de todos los que estamos prestos para ello desde una nueva alianza con nuestro bravo pueblo.

@gonzalezdelcas

[email protected]

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