En el año 1932 un visionario aviador francés de nombre Roberto Guerin, quien había llegado a Venezuela a principios de los años veinte, como alférez de navío e instructor de vuelo para la Escuela de Aviación Militar, hizo una profecía refiriéndose a la explanada de Mare donde habría de comenzar el aeropuerto de Maiquetía que a futuro se bautizaría como Aeropuerto Internacional Simón Bolívar.
“Está llamado a un formidable porvenir y ser en un futuro próximo el puerto aéreo más grande de Venezuela y uno de los más importantes de Iberoamérica, por su posición a algunos kilómetros de la capital y por su posición geográfica…”.
Más tarde el 1° de enero de 1934, el mismo Guerin fue nombrado gerente a cargo de la nueva empresa Aeropostal Venezolana, firma estatal denominada Aviación Nacional Venezolana controlada desde los ministerios de Fomento y de Guerra y Marina, respectivamente, cuando el gobierno venezolano adquiere los haberes de la aerolínea Aeropostal, firma francesa que desde 1929 había sido autorizada a efectuar servicios de cabotaje en Venezuela. Como equipo de vuelo fue absorbida la pequeña flota de monomotores Latecoere 28.
Era una profecía que durante muchos años se fue gestando, donde empresas como la Colombo-Alemana SCADTA y la francesa Aeropostal, así como hombres con un amplio conocimiento de aviación, lo auguraban. Ya Juan Trippe, el pionero y empresario de la aviación comercial estadounidense, fundador de la legendaria y hoy desaparecida empresa Pan American World Airways, mejor conocida como Pan Am,, y sus expertos pilotos, también se había fijado en la explanada de Mare, como era conocida para la época. Entre los pilotos que vinieron en esa época figura el pionero y embajador de la aviación estadounidense Charles Lindbergh quien, a principios de 1928, año siguiente de su vuelo transoceánico, llegó a Maracay. Luego regresó en septiembre de 1929 como parte de la comitiva de Juan Trippe para una visita más técnica. Ocho meses más tarde aterrizó en Maracaibo el primer anfibio Sikorsky S38 de Pan Am, procedente de Panamá en su viaje inaugural.
Eran los comienzos de Maiquetía como un campo y centro de aviación. Puerta de entrada para toda Suramérica por su envidiable posición geográfica, punto medio entre Estados Unidos y el resto de las Américas, así como punto estratégico para la conexión con el Pacífico y el cruce del Atlántico. Su envidiable y moderado clima durante todo el año hacía posible el cruce a Europa mucho menos riesgoso que por el norte en épocas del frío invierno y su cercanía con Caracas, que aun cuando para la época no existía la autopista y la carretera que los unía era bastante sinuosa y de grandes pendientes, la hacían apetecible para el desarrollo de las grandes empresas aéreas. Años más tarde, en 1945, el general Pérez Jiménez inaugura la autopista Caracas-La Guaira acortando significativamente el viaje desde el aeropuerto hasta la capital. Eran épocas de grandes migraciones a una Venezuela despertando al desarrollo impulsado por el petróleo.
Todo estaba dado para un fuerte desarrollo aeronáutico y así se gestaron durante años las grandes empresas como, Aeropostal de Venezuela (1929), Avensa (1943) con apoyo de Pan Am, más tarde Viasa (1960) con la holandesa KLM como aliado estratégico, Aserca, Zuliana y en los últimos años Santa Bárbara, Conviasa y Laser, entre otras. Convirtiéndose durante años en un punto de encuentro de las grandes líneas aéreas mundiales como, American Airlines, Aeroméxico, Air France, Alitalia, Braniff, Delta, Iberia Lufthansa, TAP, United y muchas otras suramericanas como Avianca, Varig y Copa, entre las que recuerdo. Fueron más 70 años de una pujante aviación y turismo en progreso.
Pero en estos últimos años hemos visto esfumarse todo ese sueño. Compañías aéreas quebrando o abandonando el país, reducidas a un mínimo las frecuencias de vuelos, donde muchas líneas solo usan al aeropuerto Simón Bolívar como punto de escala, pues temen por la seguridad de sus tripulaciones y aeronaves.
El Aeropuerto Internacional Simón Bolívar se convirtió en la puerta de entrada para mostrar la desidia y el abandono, sin un aire acondicionado que refresque del calor caribeño, con escaleras eléctricas y ascensores en mal estado, baños sucios y malolientes. Y, lo peor, donde las posibilidades de que nuestro equipaje sea blanco de apropiación indebida, cada vez más rutinario y frecuente. Cómo puede uno promover o invitar al turismo si de solo al llegar pasa un mal rato.
Lo más triste de toda esta historia es que el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía de ser fundado para ver llegar alegres turistas e inmigrantes esperanzados de todas partes del mundo, se convirtió en lugar de tristes despedidas y separaciones forzadas, para un número importante de nuestros jóvenes, que han decidido emigrar e irse en búsqueda de un mejor futuro, de un país que ya no ofrece un seguro porvenir. Maiquetía se convirtió en una quimera.
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