El otro día alguien me contaba que había sido chavista. Esto lo he escuchado muchas veces. No es nuevo. Lo novedoso es ver por qué algunas personas ya no lo son y sobre todo, qué en su mentalidad sigue arrastrando lo anterior.
Las transiciones, en la vida, y en general, son lentas, porque cambiar de mentalidad no es a veces tan evidente. El señor que me contaba que había sido adepto del gobierno y ya no lo era defendía todavía políticas socialistas sin darse cuenta. Cuando le hice la observación, se quedó un poco sin entender, pues pensaba que ya no era socialista.
Pienso que la única vía para ayudar a comprender lo que debemos cambiar es hablar con la gente y enterarse de cómo piensa, de qué piensa, para poder orientar los razonamientos hacia una nueva manera de ver la vida. El aprendizaje ha sido, ciertamente, traumático, pues ha sido experiencial, pero todavía falta: falta ayudar a razonar, a reflexionar, para que las trampas y los engaños se descubran: para advertir qué no puede ser como me prometían y cómo parece que debe ser.
Las mentalidades cambian con la experiencia de la vida, pero también con el diálogo que acompaña a los procesos de comprensión de lo nuevo; de lo que puede aprenderse a raíz de la falsedad de unas promesas irreales y engañosas. Yo no veo otra vía salvo el diálogo que podemos tener todos con los demás, para hacer ver cómo la lucha personal, individual; la activación de la libertad íntima, que no depende de dádivas, es el camino para tener un nuevo país. Muchos han advertido esto, por medio de golpes y experiencias dolorosas de una lucha por la supervivencia; muchos han bajado la cabeza para reconocer las fallas de un modelo ineficaz, pero tristemente ha sido tarde, una vez vista la destrucción. Uno ve, sin embargo, gente que lucha, gente que se reinventa, gente que sigue trabajando honestamente por el país. A veces estos cambios pueden también causar la caída progresiva de lo que ya está descompuesto y desestructurado. Por eso vale la pena hablar con la gente, explicar, sin ofender a quien pudiera haber sido partidario de este régimen y sin sacar en cara con sorna cómo muchos que lo fueron han tenido que irse del país desengañados.
La burla y la ofensa no ayudan nunca. La explicación, el diálogo, y la comprensión, sí. Por eso no veo otra vía que la de enseñar al que no sabe y darle razones y argumentos, cuando el otro está en buena disposición y en ánimos de entender. Y esto está siempre a la mano de todos.
La gente es consciente de que necesita un buen trabajo y un buen sueldo, pues la vida se impone con sus necesidades. El trabajo es además la vía para el crecimiento y el desarrollo personal: el medio para ejercer los propios talentos con dignidad. Estudio, salud, alimentación y un buen trabajo: cosas todas que necesitamos si queremos salir adelante en la vida. Cosas difíciles de adquirir en el país. El sufrimiento de muchos, sin embargo, hay que orientarlo hacia la comprensión de que todo esto lo tendríamos bajo otro modelo: uno en el que se entiende al hombre libre, en su intimidad, y capaz de hacerse persona a través del trabajo.
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