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El agua de lluvia que calma la sed en las escuelas de Venezuela

Por EFE
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Los niños de dos escuelas de Petare, la barriada más grande de Venezuela, asistían a clases con una cubeta de agua ante las constantes fallas del servicio en el sector, pero con la captación y tratamiento del recurso hídrico proveniente de las lluvias, promovido por el proyecto social Lata de Agua, el líquido sale nuevamente por los grifos.

La iniciativa es desarrollada por los arquitectos Ana Babic y Laurencio Sánchez desde su empresa Arqbiental, en alianza con la fundación Rayo de Luz, con la que pudieron instalar su prueba piloto en estas dos escuelas y un ambulatorio.

Esta idea la eligieron entre más de 300 propuestas en la convocatoria de Proyectos Innovadores de la Sociedad Civil y Coaliciones de Actores, organizado por la Embajada de Francia en Venezuela.

«Estamos promoviendo este modelo de captación como una solución complementaria al abastecimiento de agua, sobre todo de cara al futuro cercano, que va a haber una marcada ausencia de agua, no por gestión, sino porque el recurso va a disminuir en cantidad y en calidad de manera importante», indicó Sánchez a EFE.

El proyecto lleva su nombre por la expresión coloquial que utilizan los venezolanos cuando caen precipitaciones fuertes y que representa el símil del sonido que producen las gotas de agua al caer sobre láminas de techo de zinc, comunes también en sectores populares del país caribeño.

Soluciones a la crisis del agua

El arquitecto contó que con Lata de Agua se han podido beneficiar, de momento, 1.200 personas que son atendidas en el ambulatorio y a 450 niños de ambas escuelas.

«Fue muy fácil convencer a la comunidad para hacer este proyecto, porque ellos ya estaban aplicando sus propias técnicas de captación de agua de lluvia para su uso, para los baños, los pisos, para lavar platos; no sabían algunas cosas y ahora, con nosotros, aprendieron y seguramente van a seguir adelante con su captación de agua de lluvia», explicó Ana Babic.

agua

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Mejora sustancial

Babic expuso que el agua de lluvia cae sobre el techo de la escuela donde pasa por unos filtros de piedra, para recoger hojas y pequeños sedimentos. A continuación, pasa a los canales que bajan el agua a un filtro de primeras aguas, que son unos tanques que se utilizan para limpiar la superficie del tejado.

Posteriormente se llenan los depósitos de almacenaje y se pasan por otros filtros de sedimentos y purificación, y vuelve a pasar a través de una bomba, para que el agua llega nuevamente a unos pequeños tanques de distribución instalados en el techo.

Además, en la entrada de ambas escuelas se instaló un tubo con pequeños orificios y un lavamanos hecho con plásticos reciclados para que los niños puedan lavarse las manos antes de entrar a clases y así cumplir con una de las medidas para evitar el contagio de covid-19.

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Sánchez añadió que estiman recoger unos 270.000 litros de agua por año, calculado en función de la precipitación del lugar y los días de lluvia del área. Esto equivale a 27 camiones cisternas de 10.000 litros.

«Se dice fácilmente, pero que estas comunidades tengan acceso a esa cantidad de agua, en este contexto actual, es muy difícil, lo cual implica una mejora sustancial en el suministro de agua durante al menos seis o siete meses al año», dijo.

El beneficio es enorme

La directora de la escuela Fermín Toro, Dayana Echezuría, contó a EFE que está agradecida con el proyecto Lata de Agua, ya que ha representado una mejora en la calidad de la institución, porque antes, una de las opciones era suspender clases hasta por una semana, por no contar con el servicio.

«A los representantes se les pedía colaboración de que trajeran un poquito de agua, dos litros, un litro, lo que estuviera en sus posibilidades. Pero si no hay agua en el colegio, menos en la comunidad», afirmó.

Otra alternativa era pagar por camiones cisternas, pero en menor medida por los costos que implican.

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«Espero de verdad que este proyecto siga creciendo y no solamente en esta comunidad y en esta escuela, en muchas otras, porque el beneficio es enorme. (…) La misma comunidad se beneficia porque tienen líquido aquí en la escuela, a la hora que ellos necesiten uno también les presta la mano» agregó.

Saryi Carballo es una de las habitantes de Barrio Nuevo que recolecta agua de lluvia en su casa y, además, se considera una de las «cuatro chicas superpoderosas» por haber trabajado durante nueve meses en el desarrollo de Lata de Agua.

«Trabajamos en todo: pintura, tuberías, (en) todo lo que se puede ver allí, las manos de nosotras están. Somos ahora las vigilantes del proyecto, de que se mantenga y que todo fluya como debe fluir», puntualizó.

 

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