Leer a un escritor consagrado es una cosa. Conocerlo, tenerlo tan cerca, otra muy distinta. Su llegada al recinto ferial implicaba para mí una suerte de acercamiento que bien podía pasar por debajo de la mesa; pues, no era yo la única que sentía enormes deseos de conocerlo, ya no desde la platea de los asistentes a la Feria del Libro de la Universidad de Carabobo (Filuc), sino desde el lado que involucra al comité organizador. Pensaba que, quizás, eso me daría la opción de conversar con él, o al menos de observarlo con prudencia, ya desde una óptica más próxima.
El poeta llegó a la ciudad y luego al recinto ferial. De caminar pausado, aspecto reservado, algo parco en sus expresiones, aquel hombre se convirtió en el centro de atención de aquella congregación literaria que celebra cada año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela. Lo que siguió fue posiblemente el eje de mis pensamientos el día de su llegada: acercarme y poder hablarle. Sin embargo, esta pretensión se convirtió en una tarea un tanto difícil y dudosa. ¿Qué podía decir yo de útil a aquel hombre sabio y brillante que ahora tenía enfrente? ¿Acaso había algo importante que decirle a un escritor que ha manejado la palabra con la más sensible y depurada inteligencia? Creo que ya imaginan cuál sería entonces mi respuesta.
Mirarlo indagar libros, no precisamente de poesía, fue un inquietante descubrimiento. Al comentario (quizás imprudente, pero que no pude evitar hacer) de mi sorpresa por no verlo buscar libros de poesía o de otro género literario, surgió una respuesta contundente: “¿Para qué? He leído mucha literatura”. Y luego balbuceó algo más para cerrar con una expresión lapidaria: “A mis años, alimento menos el intelecto y más el espíritu”. Palabras más, palabras menos; en conclusión: Cadenas me había dado una lección que solo da el largo tiempo vivido y la amplia experiencia lectora desde la sencillez, la humildad y la sabiduría.
Traigo esta anécdota a colación, a propósito de que el mes de mayo pasado el poeta venezolano Rafael Cadenas recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2018; premio convocado por el Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca; y que se ha convertido en el galardón más distinguido del género en los países de lengua española y lengua portuguesa, con lo cual se consolida la impronta que ha significado su obra para las letras de Hispanoamérica. Este premio representa un homenaje en vida a la obra de Cadenas, y se suma a la lista de premios recibidos durante su larga carrera literaria: el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2009), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016), el Premio Nacional de Ensayo (1984), el Premio Nacional de Literatura (1985), el Premio San Juan de la Cruz y el Premio Internacional de Poesía J.A. Pérez Bonalde (1992).
Este venezolano nacido en abril de 1930 en la ciudad de Barquisimeto, y referencia obligada en la poesía venezolana, y, en general, en la poesía escrita en español, tiene en sus hombros una larga lista de títulos que dan cuenta de su trabajo escritural: Cantos iniciales (1946), Una isla (1958), Los cuadernos del destierro (1960), Falsas maniobras (1966), Memorial, Intemperie (ambos en 1977), Amantes (1983), Gestiones (1992), entre otros en el género poesía. Y en prosa: Realidad y literatura, En torno al lenguaje, Anotaciones, Dichos y Apuntes sobre San Juan de la Cruz, entre otros trabajos. Cabe destacar que el Fondo de Cultura Económica (México), la Editorial Pre-Textos y la Editorial Visor (ambas en España), le han publicado obras antológicas. Sin duda, estos títulos dieron el soporte para recibir tan merecido galardón. Sus poemas han sido traducidos al francés, italiano e inglés; y países como Estados Unidos, Portugal, Argentina, Colombia, Costa Rica, Santo Domingo, Alemania, Austria, Italia, España, Inglaterra y México han contado con su lectura en diversos escenarios literarios.
A sus 88 años es considerado uno de los escritores más importantes de Hispanoamérica. Y es el autor del poema “Derrota”, símbolo de la generación de los sesenta: “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)”. El poeta larense ha conjugado el presente y en este la vida en tiempo inmediato. Se hace natural esta conciencia de vivir, observar, mirar adentro, sin que lo exterior pierda importancia; una oración, una plegaria a la vida también pueden ser un poema: “Vida, / conviértenos, / disuélvenos en un nuevo estilo, / haz de nuestra respiración el fuelle absoluto”. Con razón dice el escritor José Balza que Cadenas es un poeta que escogió “la ruta del instante”, “la ruta de la atención”; y es precisamente esta atención lo que quizás explique el porqué reviste el lenguaje de un profundo sentido y lo convierte en infinitud.
El único compromiso de Rafael Cadenas ha sido con la poesía, con la palabra que ofrenda en cada uno de sus poemas; en cada uno de sus pensamientos que deja soltar en entrevistas, en recitales, en conversaciones compartidas al vuelo en una tarde caraqueña o valenciana de las que, en ocasiones, he podido disfrutar. En sus textos en prosa se deja ver su pensamiento profundo y sigiloso que ha caracterizado su obra entera. Conocerlo es una experiencia distinta; no la de conocer a un poeta; no. Es la experiencia de conocer a un hombre que transita con la palabra breve y meditada, reposada y armoniosa. Y de manera muy especial, ofrenda el silencio: “De un silencio / vendrá la respuesta, / la encendida honestidad”.
La palabra que deja espacio a la duda, esa que surge cuando algo nos mueve desde adentro, desde el fondo y no solo desde la simple forma. No sin razón ha expresado la escritora y miembro del jurado del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Berna González Harbour: “Cadenas es un hombre que ha sabido regalarnos dudas, certezas, palabras, reflexiones sobre la palabra; que tuvo que exiliarse ya muy joven (…) y la poesía de aquellos años se ha convertido en una poesía de todos los exilios, de los interiores y de los exteriores”. Y no es casualidad, entonces, que el exilio forme parte de su obra. Siendo muy joven fue desterrado a Trinidad y Tobago, para años más tarde regresar a su país. Este hecho marcó parte de su producción y hace de la escritura un proceso creativo para manifestar, sin sentidos panfletarios ni ideológicos, su descontento por la situación histórica del momento.
En el poeta larense ha habido una constante: la correspondencia entre vida y poesía, que traduce honestidad en su escritura. No busca –o al menos así se entiende en muchos momentos– explicaciones semánticas de la poesía. Su poética parece alejarse del poder, sin que eso implique darle la espalda a la realidad del contexto: “¿Qué hace aquí colgada de un fusil la palabra amor?”.
Cadenas parece casi siempre no temer al desconocimiento de lo que es la poesía; solo se sabe adherido a ella, sin consignas religiosas ni ideológicas. Sin embargo, aunque las intenciones políticas no han sido la marca de sus textos, no por ello ha sido indiferente al tema político; no por ello ha dejado de ser crítico especialmente con la situación de su país. Este interés podemos inferirlo con mayor precisión en Contestaciones, una obra donde la libertad creadora radica justamente en soltar sometimiento alguno de orden ideológico, político, religioso o de algún otro poder que implique arbitrariedad. Cadenas solo se sabe desnudo, rendido ante la vida: “Vida, / redúceme a ser / solo una crudeza frente a ti”. Con la libertad del cuerpo y la vigilia de la palabra, siempre atenta a la memoria y los designios del lenguaje.
Cadenas sigue entre nosotros, recorriendo las calles caraqueñas tras la pista de algunas lecturas y cazando, con la sobriedad que lo caracteriza, a los jóvenes poetas que inician su camino en la lírica. Llega sin hacer ruido; incluso, creo, que desea intensamente pasar desapercibido; pero a estas alturas es muy tarde pretender eso. Y quizás sea este el momento para entender por qué ha afirmado que “no sabemos lo que es la poesía, pero la reconocemos cuando aparece, sea en el vivir, sea como escritura”. No dudemos ni por un instante que en sus textos, y en su vida, ella, la poesía, aparece siempre: “Si el poema no nace, pero es real tu vida, / eres su encarnación”.
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(Una versión de este texto fue publicada en la revista cultural Tardes Amarillas, no. 55, en mayo del presente año).
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