Todos tenemos derecho de arrepentirnos de los errores cometidos. De retractarnos de las ofensas provocadas y a pedir perdón. Al margen de que nos concedan o no el mismo. Ahora, pedir perdón forzado por las circunstancias, presionado por eventos sobrevenidos e imprevistos en nuestros planes, eso no es muy honesto. Allí no hay acto de contrición ni propósito de enmienda. El perdón se solicita sin parcelarse, solo así hay un propósito de redención sincero y emancipación espiritual. De liberación de la carga.
La carta del Pollo Carvajal, colaborando con la justicia española -solo con esa justicia porque le conviene, la gringa no- no tiene nada de sincera. Por otro lado, separar el perdón por lo malo que hizo a partir de 2013 y obviar lo de los años anteriores de la revolución hasta su inicio en 1998, tampoco tiene nada de honesto. El lomito de los secretos del Pollo es mientras fue director de investigaciones del DGCIM, luego subdirector y posteriormente director de todo el aparato de inteligencia y seguridad del Estado en el ejercicio presidencial de Hugo Chávez. Hay secretos que conciernen a la justicia global. Allí están los relacionados con el narcotráfico y el terrorismo. Los concernientes a la corrupción pertenecen a la justicia venezolana en prioridad. Es dinero del pueblo venezolano que ha debido invertirse en los servicios públicos, en educación, en vialidad, en salud y en inversiones para el futuro de todos los venezolanos. Esa información debe ventilarse públicamente ante la verdadera justicia venezolana para repatriarse desde los paraísos fiscales donde estén colocados y asegurarse el retorno. Allí hay nombres, lugares, eventos y fechas exactas del trazado de las rutas de la corrupción de sus camaradas de la revolución bolivariana desde sus inicios a partir de 1998. Allí es donde está la carne de primera. Y eso no puede formar parte de negociación alguna con la mampara del chantaje del dando y dando.
Los mejores cortes están en la corrupción de la familia presidencial chavista, en los acuerdos secretos con la guerrilla colombiana, en las vinculaciones de la revolución bolivariana con el narcotráfico y en los acuerdos militares secretos suscritos entre la revolución bolivariana con Cuba, Nicaragua, Irán, China, Rusia y la presencia de las organizaciones del terrorismo internacional en territorio venezolano y sus planes. La letra pequeña de esos convenios que se amarraron en representación del Estado venezolano para aliarse con el delito internacional y con un conglomerado del mal global, poniendo en riesgo la paz y la unidad de la nación venezolana, deben difundirse para Venezuela y para toda la comunidad internacional. Adicionalmente, el general Carvajal debe entregar a la justicia todos los saldos de su fortuna y los orígenes. Todo eso nació entre 1998 y 2013. Cuando se murió Chávez, el Pollo pasó a la categoría de colibrí y dejó de tener acceso a los secretos duros. A propósito, los acuerdos de Estado de la época de Chávez los conoce al pelo Nicolás Maduro, porque en ese instante era el canciller. Ahora, todo lo que ocurrió después de 2013 es información que manejó Carvajal por vías indirectas a través de las redes que había establecido. A partir de allí dejó de tener vara alta en la revolución, hasta que desertó. Y esa información es puro pellejo. Eso en primer lugar.
En segundo lugar, nada de lo que diga, por muy contundente que sea, va a derrocar la revolución. Nada. Léase bien, nada. La revolución va más allá de Nicolás Maduro y de Diosdado Cabello. Ese conglomerado delincuencial, complejo e inédito, con ramificaciones globales y conexiones políticas, económicas, sociales, militares, familiares y empresariales; que hace gobierno en Venezuela en la revolución bolivariana tiene además vinculaciones con los regímenes de Rusia, China, Irán, Turquía; y delito y el terrorismo internacional que le hace contrapeso a Estados Unidos de Norteamérica en su representación en el hemisferio. Esa entidad no la derroca un chivatazo del Pollo. Solo para poner un ejemplo; en los tiempos de Pablo Escobar Gaviria, en la Colombia de los carteles de Medellín y Cali, el dinero de la comercialización de la cocaína estaba por encima del presupuesto fiscal de Colombia. En algún momento, después de la muerte del patrón, las FARC se constituyeron en el mayor cartel y ese poder se exponenció con la alianza política con la revolución bolivariana, que suscribió Chávez en presencia de Maduro y el Pollo. Las ramificaciones de este supracartel han penetrado estratos insólitos en el norte de América y en Europa y Asia, y eso hace un poder global que escapa de lo parroquial y vecinal. Algunos analistas especulan que tocar el dinero legitimado del narcotráfico y el de la corrupción, desestabiliza algunas bolsas mundiales. Y ya ustedes deben saber cuánto ha aportado Venezuela en corrupción y narcotráfico estos últimos 23 años.
La única referencia que tengo de alguna confidencia que haya derrocado a algún gobierno es la del histórico dato filtrado al FBI por Mark Felt con el seudónimo Garganta Profunda, que se llevó por delante al presidente Richard Nixon en 1974 y lo obligó a renunciar. Allá funciona un Estado de Derecho.
Carvajal está ejerciendo su derecho al pataleo. Los españoles lo exprimirán financiera, y políticamente, y harán solidaridad revolucionaria hasta donde puedan estirar la esperanza, el bolsillo y la permanencia del mayor general en la península. Después, limpio, se lo entregarán a la DEA.
El general hablará, los españoles oirán con los bolsillos abiertos y los gringos esperarán con un avión de la DEA estacionado con las turbinas encendidas. Y los venezolanos, los principales afectados por esas verdades que cantará el Pollo, no conocerán al detalle las interioridades de la gran farsa y la inmensa mentira que fue Hugo Chávez y la revolución bolivariana que apoyó en su momento el Pollo, y que aun lo hace en el lapso del comandante.
Y los venezolanos seguiremos tan esperanzados en relación con los revolucionarios y el fin del régimen con los datos de Carvajal, como el zorro que camina detrás del toro, mientras los testículos se balancean. Esperando que caigan.
Si el general está arrepentido de sus errores profesionales y políticos, de los delitos globales y nacionales en los que está sindicado por la justicia global y la venezolana, al abrazarse a la revolución bolivariana, al arroparse de la lealtad hacia al teniente coronel Hugo Chávez Frías y al quebrantar voluntariamente muchos de los artículos de la Constitución Nacional de la república bolivariana de Venezuela y otros surgidos de acuerdos internacionales, y al atesorar esos secretos; en estos tiempos de tecnologías de información de comunicaciones, de redes sociales, de información en tiempo real; la mejor manera de negociar con su conciencia el perdón de la opinión pública primero, es compartiendo la verdad con los principales afectados de la revolución: los venezolanos y luego con la justicia de manera general. Es una buena manera de pedir perdón. Y más honesta.
Mientras tanto, las turbinas siguen encendidas.
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